Largo metraje dramático categoría A24 estadounidense de , de una duración de 112 minutos, con una valoración personal de 5/10, con dirección y guion del Californiano Aaron Schimberg, con un presupuesto de 3'5 millones $.
Este drama es una perspectiva atrevida de la identidad y la percepción humana, pero desafortunadamente, está llena de errores desde el guion, que dejan al espectador con más dudas sin contestar, que respuestas reflexivas respuestas. A pesar de que la premisa es original e intrigante, la trama está muy mal escrita, y eso acaba explotando su potencial, especialmente en la segunda mitad del filme, y muy concretamente con un final completamente flojo y diluido. Como un ritmo irregular en el que por momento se atasca
Filmada en 22 días durante la época de encierro causados por la pandemia del COVID-19. El enfoque de Aaron Schimberg es mezcla humor negro y reflexiones existenciales, ante abordar las inseguridades humanas y los amores no correspondidos. Sin embargo, explora las luchas de individuos con diferencias físicas en una sociedad que los margina. Al mismo tiempo, la cinta se adentra en su capacidad de combinar lo grotesco, lo fantástico y lo emocional para cuestionar los ideales superficiales de la belleza. Es el fijo intento de conectar la ciencia ficción, con la comedia irónica costumbrista, y el surrealismo. Sintetiza las inseguridades y angustias del hombre contemporáneo en el cuerpo de un personaje roto y perdido por dentro, en el que termina no entendiendo nada, del mundo que le rodea.
Puede resultar un galimatías, en un juego de espejos que siempre nos dice que la belleza está en el interior. En un acto de fe. Lo más desconcertante es precisamente, descubrir que el protagonista (un excelente Sebastian Stan) viste su deformidad no es diferente de los demás, o al menos no de cualquier hombre inseguro, con problemas de autoestima, desesperado por gustar. Y tampoco lo es su réplica orgullosamente desfigurada (un magnífico Adam Pearson), abandera su diferencia con el descaro de un galán con ganas de seducir a granel, es decir, desde la más clásica masculinidad.
Se refleja un baile de máscaras en el que sugiere una película pesadilla, en la que Nueva York es una ciudad kafkiana, donde la gente se suicida y las chicas curiosas escriben obras de teatro sobre identidades en disolución aprovechándose de sus víctimas. Es posible que Shimberg pierda el pulso en el tramo final, cuando la comedia de la crueldad se hace más presente, pero su película aún original es también antipática, y se divierte descolocando la empatía del espectador, que ya no sabe con qué monstruo identificarse.
La narrativa se desarrolla entre lo surreal y lo macabro, mostrando un juego constante entre la realidad y la artificialidad, tanto en la transformación física de Edward como en su relación con otros personajes y el mundo del teatro.
Su narrativa se desarrolla en un ambiente inquietante y a veces cómico, donde se exploran los límites de la percepción y la belleza. La película plantea preguntas sobre si el cambio físico puede realmente transformar la vida de una persona y si la sociedad valora más la apariencia que el carácter interno. La trama se complica aún más con la aparición de Oswald, un actor con la misma condición que Edward, quien desafía los estereotipos y cuestiona las motivaciones de Edward, creando un conflicto entre ambos personajes.
Es una película compleja y provocadora que utiliza la historia de Edward para reflexionar sobre temas profundos como la identidad, la aceptación y la búsqueda de la felicidad en un mundo donde la apariencia a menudo juega un papel crucial.
La narrativa se desarrolla entre lo surreal y lo macabro, mostrando un juego constante entre la realidad y la artificialidad, tanto en la transformación física de Edward como en su relación con otros personajes y el mundo del teatro. La trama se desarrolla en un ambiente inquietante y a veces cómico, donde se exploran los límites de la percepción y la belleza. La película plantea preguntas sobre si el cambio físico puede realmente transformar la vida de una persona y si la sociedad valora más la apariencia que el carácter interno. La historia se complica aún más con la aparición de Oswald, un actor con la misma condición que Edward, quien desafía los estereotipos y cuestiona las motivaciones de Edward, creando un conflicto entre ambos personajes.
La película aunque original, puede resultar confusa o poco satisfactoria en su resolución, en un ritmo irregular en la que en algún momento se atora. Sin muchas marcas estilísticas reseñables, excepto quizás el uso puntual de zooms veloces estilo años 60 y 70, esta es una comedia muy seca, con una música que juega a engañar al melodrama. Y es que en contrastes de polaridad como este es donde reposa la clave de su humor. Claro está: siendo esto algo tan personal, me atrevo a decir que el uso de esta fórmula apenas obtiene en contadas ocasiones el resultado esperado.
Es un largometraje que puede un resultar un desafío para el espectador, con momentos incómodos y tonos surrealista en el que puede resultar difícil de digerir para algunos. La película explora temas de identidad, belleza y aceptación, utilizando un enfoque que mezcla de lo grotesco, macabro y, lo humorístico. Incluso Algunos se podría llegar como una obra provocadora e inquietante, en la que considerarse dispersa en su segunda mitad.