Desde los años cuarenta hasta los años setenta, miles de españolas jóvenes abandonaron su país para buscar sustento para sus familias. El lugar elegido solía ser Francia y muchas veces tenían que llegar al país galo traspasando la frontera de forma ilegal. Un vez llegaban al país vecino su vida no era para nada sencilla, trabajan como internas con jornadas laborales de más de catorce horas, tampoco tenían pasaporte ni permiso de trabajo y toda su existencia se complicaba porque no conocían el idioma.