Esta supuesta versión de la serie homónima de los 80 que en su momento creó y dirigió con gran solvencia el propio Michael Mann, no debería considerarse una simple adaptación de aquel trabajo, sino más bien una reinterpretación independiente, estilizada y personal donde, en lugar de recrearse en la nostalgia pretérita a la que la mayoría de espectadores se han aferrado, se ha optado por progresar conceptualmente sumergiéndonos en un mundo moderno donde la tecnología y la información entre agencias se mueve con una frialdad inquietante.
La estética inconfundible de Mann es irrefutable, respetando las texturas y las luces naturales de Miami y del propio Caribe de una forma cruda y a la vez hermosa. Es la característica de un gran cineasta que ofrece al espectador una inmersión total e inmediata en la narración y en su contexto. Es cierto que las secuencias nocturnas de la Ciudad Mágica recuerdan mucho a la estética ochentena de la propia serie con el mismo título, pero hay muy poco más que nos recuerde a ella.
Colin Farrell hace ahora de Sonny Crockett, sin más aportación real que un físico envidiable y una cara bonita, como ya ocurriera con Don Johnson, mientras que Jamie Foxx se pone en el papel de Ricardo Tubbs, ofreciendo ambos unas interpretaciones austeras, circunspectas y muy comedidas, algo que se agradece mucho en una cinta de autor como esta, donde la calidad de las actuaciones no es tan importante como la propia historia y la forma de contarla. Ambos personajes viven en el límite entre la identidad real y la tapadera, algo que se vuelve peligrosamente borroso. Y la relación de Crocket con Isabella (Gong Li), una “femme fatale” conectada personalmente con el cartel, se traduce en un romance filmado con una elegancia física y descriptiva casi irritante.
Las secuencias de acción, especialmente en el intercambio de tiroteos, se coreografían de una manera muy inmersiva gracias a la ubicación táctica de las distintas cámaras subjetivas en gran angular, que ofrecen una perspectiva y un realismo muy originales y poco convencionales en el cine de género, lo que definitivamente ahuyenta los clichés de los que siempre ha prescindido el gran Michael Mann.