Si Tim Burton hubiese dirigido alguna de Harry Potter, sería ésta.
'Harry Potter y el Prisionero de Azkaban'. Aquí Alfonso Cuarón no solo dirige, sino que parece que se tomó la licencia de pintar con carbón y acuarela un mundo que hasta ahora había sido más bien un catálogo de colorines y efectos digitales brillantes. Un trabajo que resulta en una magnificencia visual gracias a Michael Seresin. La tercera entrega de . Rowling es, sin lugar a dudas, una de las más reconocidas y queridas de la saga, y no es casualidad: combina un relato impecablemente construido con un estilo visual que impacta y deja huella.
Cuarón toma el relevo de Chris Columbus y lo hace con descaro, sin miedo a oscurecer, a explorar la vertiente gótica y siniestra de Hogwarts, que aquí se convierte en un personaje más. Steve Kloves, siempre solvente, se encarga del guion y logra hilar una historia que no se queda en la anécdota: todo conecta, todo tiene sentido. Los giros, las sorpresas, las revelaciones… funcionan de principio a fin y justifican perfectamente la duración de la película, que pese a ser larga, nunca se hace pesada.
El trío protagonista se siente más sólido, más complementario: Hermione reparte su inteligencia, Ron su lealtad y Harry, claro, su heroísmo, pero sin monopolizar la fuerza narrativa. Los nuevos personajes aportan riqueza y tensión: Alan Rickman, David Thewlis… Gary Oldman se luce, y no es exageración decir que aquí está en uno de sus mejores papeles. La química entre los actores es palpable y da a la historia un aire de realismo mágico que pocas veces se ha visto en el cine familiar.
Visualmente, es un espectáculo. El uso del color, casi monocromático en ocasiones, los degradados, las sombras que se estiran como manos invisibles… todo está pensado para que sientas la presión, el misterio y la magia de manera tangible. Los efectos especiales no son artificiosos, sino naturales; ves un dementor y sientes frío en la sala, literalmente. La banda sonora de John Williams se oscurece con tacto, insinuando la tendencia que seguirá la saga: menos fanfarria, más tensión y atmósfera.
Incluso el cambio de Dumbledore, que al principio puede sorprender, funciona. Michael Gambon aporta otra textura, otra mirada, y aunque muchos preferimos al Dumbledore anterior, este no desentona; da otra capa al relato, más pragmática, más profunda. La película invita a reflexionar: a mirar más allá de lo que nos cuentan y a tomar nuestras propias conclusiones.
Es un paso más en la exploración del pasado de Harry, una profundización que revela secretos, fortalezas y vínculos ocultos, todo ello entrelazado con un diseño de producción que no solo acompaña, sino que eleva cada momento de la narrativa.
En definitiva, 'El Prisionero de Azkaban' es un punto de inflexión. Más oscuro, más adulto, más audaz, y a la vez, un espectáculo que abraza la fantasía sin perder la profundidad. Cuarón y Kloves consiguen que sintamos que Hogwarts es un lugar vivo, que los personajes respiran y que la magia no es solo trucos, sino emoción, misterio y una narrativa que golpea justo donde debe. En su conjunto, uno de los hitos de la saga: visual, actoral y narrativamente impecable. Un cine que se siente, que se vive y que, honestamente, nunca se olvida.