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    Dies Irae
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    Borja D.
    Borja D.

    14 usuarios 28 críticas Sigue sus publicaciones

    4,0
    Publicada el 16 de junio de 2020
    Como bien indicó Paul Schrader en un ensayo sobre el cine trascendental, Dreyer, junto con Bresson y Ozu son los máximos exponentes de esta corriente cinematográfica, que si bien es cierto no es que tenga muchos adeptos. ¿Por qué? Básicamente, hay que comprender que hacer el tipo de cine que proponen Dreyer, Ozu o Bresson, no es nada sencillo. En apariencia sí, pero si uno ahonda en sus filmes, se encuentra ante obras profundas y complicadas.

    ‘Dies irae’ es un claro ejemplo de esto último. Dreyer emplea una puesta en escena sumamente sencilla, carente de adornos, pero en la que todo fluye o aflora de forma paulatina y natural. La cuestión de la caza de brujas, por ejemplo, es progresiva en el tiempo, El espectador contempla como la sociedad busca ante todo eliminar aquello que no se adapta a sus criterios, o más bien dogmas, en los que se asienta su modo de vivir. Paradójica y tristemente esto aún sigue vigente en los tiempos que corren.

    Pero la película del danés es ofrece mucho más. El amor y los riesgos que a veces la manifestación de dicho sentimiento implica, haciendo uso de música para servir como apoyo emocional a la afloración de este. Lógicamente hay que entender que en esta película el tedio y lo frío predominan la narración. Y entiéndase esto último no como algo negativo o peyorativo; sino como algo meramente descriptivo.

    Por otro lado, no podía faltar la presencia de la religión, elemento presente a lo largo de la filmografía de Dreyer. Bien sea mediante alusiones verbales o escritas (el propio título del filme), bien actos filmados o el propio labor que desempeñan alguno de los personajes, siendo estos miembros del clero; o bien mediante la representación y uso de símbolos. Incluso la naturaleza. Y he ahí el elemento trascendental de la película; es decir, el uso de algo mundano, aparentemente cotidiano, como un árbol o unas hierbas que se mecen al aire o son reflejadas en el agua, y que de alguna forma, se le imprime ese carácter divino o espiritual, elevando ese objeto a lago fuera del alcance del raciocinio humano. Es en este punto donde Dreyer demuestra por qué sigue siendo considerado como uno de los grandes maestros del séptimo arte.

    En el plano formal, hay que destacar una fotografía en blanco y negro soberbia. En esta película se hace un uso de la luz muy inteligente, buscando en todo momento filmar el rostro, el espejo de lago tan abstracto e intangible como el alma humana. Además, combinado con el vestuario, hay en escenas que esa confrontación entre luz y sombra, entre blanco y negro, se hace muy visible, definiendo en un plano sumamente sencillo, la relación entre dos personajes, por ejemplo.

    Por último, me gustaría destacar, como bien dijo Truffaut, la belleza y naturalidad del único desnudo de la película. El director francés lo consideró el desnudo menos erótico, pero a la vez más sincero del cine. Dreyer lo filma de forma natural sin ninguna pretensión. De hecho, toda esa secuencia en torno a la caza de brujas está filmada de forma absolutamente maravillosa.

    Por lo tanto, ‘Dies irae’ es (otra más) una obra maestra del cine. Realizada por un director al que muchas veces, y esto es una opinión puramente personal, se ha menospreciado. Es verdad que su cine no provoca la evasión del espectador ni tiene un ritmo vertiginoso. Es un cine pausado que va ofreciendo pinceladas de reflexión paso a paso. Sin prisa, dejando que sea la propia historia, o más bien, que sea lo invisible de la vida la que vaya aflorando en cada uno de sus fotogramas. ¿Con un cariz religiosos o divino? Independientemente de esto último, el cine de Dreyer muestra una parte del ser humano que a veces, queremos negar o rechazar y que, sin embrago, es intrínseco a nosotros mismos.
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