"La Noche Del Cazador" es un inquietante y magistral drama onírico, con tintes de cine negro, un subyugante y desolador cuento de hadas, dirigido por Charles Laughton y protagonizado por Robert Mitchum. Basa buena parte de su innegable encanto en los contrastes. Aúna tonos infantiles en la historia, vista en buena parte a través de los ojos de los niños, con toques realmente siniestros tanto en los paisajes como en los personajes. El hecho de que los antagonistas del funesto predicador Harry Powell (Robert Mitchum) sean dos niños añade una inquietante sensación de indefensión. El predicador es implacable, ambicioso y amoral, no duda en llegar al asesinato como en este caso, para conseguir dinero o cualquier objetivo. Para subrayar la atmósfera opresiva, el film cuenta con una modélica fotografía en blanco y negro de corte expresionista, que con sus juegos de claroscuro nos traslada a un mundo casi irreal aunque seductor. La religión juega un papel muy importante en la película. El siniestro reverendo Powell es la vertiente farisea, manipuladora, altisonante y, por supuesto, peligrosa. Otra religiosidad muy distinta es la de Rachel Cooper (Llilian Gish), que resulta compasiva, cálida y protectora. Curiosamente la religiosidad del falso reverendo cala entre la pacata y santurrona población donde viven los niños, John y Pearl, con su madre, siendo todos engañados menos el astuto John. Uno de los momentos más estremecedores de la cinta, es el piadoso “duelo de cantos” entre el reverendo y Rachel, como preludio de la siguiente y tensa escena.
Un filme que, nos ha dejado uno de los villanos más icónicos y perturbadores de la historia del cine: "el falso reverendo Harry Powell". En primer lugar el rostro y la complexión física de Robert Mitchum se prestan para ello, realmente este actor puede protagonizar a buenos malvados, recordemos también "El Cabo del Terror". Por otro lado, es un personaje absolutamente frío y demente que se nos presenta perfectamente al inicio de la película como alguien sumamente cruel. Y, no podían faltar, las inscripciones “love” y hate” en los dedos del reverendo, representando (según él) la pugna entre el bien y el mal. Todo en Harry Powell aterroriza. Es de señalar que, aparte de su insaciable ambición, el reverendo es un profundo misógino que, como se puede ver en varias escenas, castiga a la mujer como símbolo de perdición y pecado. Es precisamente la religión, la coartada que usa para cometer sus fechorías, como si sus designios fuesen confirmados por el propio Dios. Gran parte de la cinta se condensa en una persecución constante e inmisericorde del reverendo Powell para alcanzar a John y a Pearl. Los escenarios en los que se va desarrollando la persecución a menudo tienen un componente onírico que hace nos traslademos a una ensoñadora pesadilla. Son parajes, además, típicos del sur de los Estados Unidos y remiten al gótico americano o a la literatura de Mark Twain representada por Huckleberry Finn.
No obstante, en la mitad del metraje, el director nos sorprende con un travellling que muestra a Willa Harper (la madre de los niños) asesinada de un corte en la garganta, montada sobre su viejo Ford, con el pelo suelto, semejando algas en el fondo del río. Una mezcla entre sueño y pesadilla que el director decide apreciar desde los ojos del tío Birdie, un viejo borracho, que observa al fantasma desde la superficie en su bote de pesca. Es el comienzo de un cuento infantil, en donde los animales del bosque acompañarán a los hijos de Harper (John y Pearl) en su huida del malvado Harry Powell, un predicador y estafador, que ha dado muerte a la madre de estos niños, y que los persigue para adueñarse del dinero que robó Ben Harper antes de ser condenado a muerte. Sin embargo, es importante destacar, el contexto temporal y social de la película, que no es otro que la Gran Depresión y su especial repercusión en el campo. Dentro de este ámbito, la persecución del reverendo es obsesiva y angustiosa. En un momento dado John, al ver la silueta de su perseguidor a lo lejos, se pregunta “¿Pero es que nunca descansa”?, dándole atributos casi sobrenaturales. Podemos ver, un afán de moraleja sobre la infancia y su resistencia ante las adversidades.
Las actuaciones son bastante flojas, exceptuando la interpretación magistral de Robert Mitchum, (para muchos la mejor de su carrera) encarnando a Harry Powell. Es el ogro de la historia, un falso predicador enloquecido que se debate entre el amor y el odio. Para conseguir su botín no dudará en seducir a Villa (Sheley Winters), la estúpida madre de esos niños que conocen donde se esconde el dinero que su padre después de robarlo se los confió. Powell había compartido celda con el padre de los niños y está al corriente... Sin olvidar a Lilian Gish (estrella del cine mudo) en su papel como Rachel, la anciana bíblica que los protege del mal. Que confía y alienta la confianza en los niños, mientras alrededor los adultos roban, matan, engañan o se fanatizan. Con John establece una relación especial, apoyándole de manera directa o subrepticia. El resto de personajes solo tiene una información fragmentada e incompleta. Laughton pese a internarse en los parámetros del cine negro, no juega con la ambigüedad de sus personajes. En ningún momento del film, tenemos dudas sobre quienes son los buenos y quienes los malos, por lo que el mecanismo para generar tensión e intriga no es tanto conocer la identidad de un asesino, sino la incertidumbre por saber si Powell conseguirá sus propósitos.
En definitiva, una película magnética pero, al mismo tiempo, difícil de catalogar. Nos muestra una particular versión de la infancia, que ha de resistir en tiempos adversos y peligrosos. La fascinante mezcla de géneros hace que participemos de un tétrico cuento de hadas de siniestra belleza. Un icono del cine, terror y angustia de la buena, poema onírico y visual, cuento infantil con moralina muy adulta y epopeya intemporal. Cargada de citas bíblicas para plasmar confrontación del bien contra el mal. Nos deja, además, una de las mejores interpretaciones de Robert Mitchum en su encarnación del diabólico reverendo Harry Powell.
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