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    Henry, retrato de un asesino
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    David Filme
    David Filme

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    3,5
    Publicada el 20 de junio de 2022
    "Henry: Retrato De Un Asesino" es un crudo y aterrador thriller de asesinos en serie considerada película de culto, ópera prima del director John McNaughton y protagonizada por Michael Rooker. Un film que incluso después de 30 años, sigue siendo bastante violento e impactante no sólo por sus imágenes, sino también por la temática que expone.
    Henry es un hombre aparentemente normal que vive con su amigo Otis, sin que nadie sospeche que está detrás de una ola de femicidios de índole sexual. Henry involucrará a Otis, condenado por narcotráfico, en sus redadas nocturnas de asesinato, cuando ambos recibirán la visita de la hermana de Otis, Becky, quien termina sintiéndose atraída por Henry y éste no pueda corresponderle. La fatalidad se apoderará del trío cuando Otis ataque sexualmente a su hermana y Henry no lo permita. Un film estremecedor a pesar de su bajo presupuesto de 110 mil dólares el que McNaughton trajo a mediados de los 80s, basado en la vida real del asesino serial estadounidense Henry Lee Lucas, considerado uno de los más prolíficos asesinos de mujeres de Estados Unidos, con más de 100 asesinatos. Lucas poseía el arquetipo de psicópata sádica, despreciado por su madre prostituta que lo obligaba a ver cómo tenía sexo con sus clientes y quien lo vestía de mujer para humillarlo. La madre también golpeaba a su padre, un alcohólico paralítico, a quien se presume ella misma asesinó, mientras Henry violaba animales, robaba y delinquía como forma de vida. Lucas terminaría asesinando a su madre, para luego conocer a su gran amigo y amante Otis, con quien se dedicó a secuestrar y asesinar mujeres por varios estados durante varios años. Secuestro y venta de niños para material pornográfico, actos de necrofilia, piromanía y canibalismo, también "ensalzan" un prontuario que eriza la piel.

    El guión firmado por el propio director y Richard Fire se queda chico con la horrible historia de Lucas, sin embargo, tiene el mérito de estar muy bien escrito, ser muy pragmático, con un realismo que pocas películas slasher tienen, un aire malsano y escabroso que se detecta a leguas y una visión carente de moralidad que estremece. En gran medida, el film es sólido porque no es pretencioso y va a lo que va. De esta forma, McNaughton no se anda con cuentos y antes de los 5 minutos de metraje, ya ha mostrado al espectador una serie de brutales asesinatos, entre las que se ve mujeres asesinadas y abandonadas en un pantano, una que tiene una botella de vidrio enterrada en la boca, otra que fue ahorcada con su propio collar, entre otras "bellezas". En consecuencia, el director apuesta por la honestidad y el pragmatismo: esta película es cruda, violenta y hasta desagradable por varios momentos y nuestro asesino en serie es un tipo que aparentemente es normal, pero tiene un trauma sexual que necesita exorcizar de vez en cuando. Y es ahí donde radica su solidez, emulando a "Psicosis" (1960) de Alfred Hitchcock, la cinta incomoda al espectador ya que uno de sus pilares narrativos está en hechos brutales que son cometidos con una cotidianidad y una naturalidad impune a la indiferencia de la gente. Y hay varias escenas que reflejan ello: por ejemplo, cuando Henry y Otis contactan a dos prostitutas y Henry acaba con ellas para luego ir a comerse una hamburguesa, o cuando ambos van a comprar un televisor (después de que Otis en un arranque de violencia destruyó el viejo aparato que tenían) y asesinan al vendedor, reflejan el asesinato como algo que fríamente se ha convertido en un acto cotidiano y normal para ellos.

    En este último punto, el director busca descolocar al espectador y lo hace de varias formas: primero, expone una sociedad que nunca ve ni escucha nada, que en una mezcla de indolencia, falta de atención e impunidad, la que se refleja en la falta de policías rondando, en la falta de investigación para descubrir quién está detrás de los espantosos crímenes, que en definitiva da cuenta de un sistema social impotente y amoral. En segundo lugar, el espectador presenciará además algunos momentos cúlmines de violencia, como las grabaciones de Henry y Otis tras violar a una mujer y matar a golpes a su hijo, y éste se quedará esperando, qué pasará con estos asesinos... ¿serán castigados por la justicia de los hombres o un acto natural de las consecuencias de sus actos? No, el director se da el lujo, de adrede, de no ofrecer esta expectativa al espectador y éste, entonces, se dará cuenta que vive en una sociedad desalmada y se quedará con un sentimiento extrañamente depresivo. En tercer lugar, el director descompone más la sensación del espectador con el ambiguo final en la que Henry se deshace de la evidencia en el puente, y uno se pregunta, ¿quién va adentro de la maleta? La naturalidad en el modus operandi de Henry así como la falta de una constante en sus crímenes, no sólo despistan a la policía sino que también al espectador y vuelven al personaje protagónico indescifrable para el espectador que nunca tiene claro donde está el límite del asesino. Y en cuarto lugar, el regreso a la normalidad del asesino: ¿cuántos asesinos en serie matan gente como una forma de liberar traumas y frustraciones y luego regresan a la normalidad, como si nada hubiese ocurrido? ¿Qué rol debe adoptar la sociedad en ello si parece que sólo le importa cuando lo ve que está ahí, delante de sus ojos?.

    No obstante, su austeridad es revertida por aquello de hacer de la necesidad virtud, haciendo que su frugalidad de medios sea a la vez potenciada para dar ese aire mísero a la puesta en escena, gracias en parte a la dirección artística de Rick Paul, rodando en Illinois íntegramente, en Northbrook y Chicago, haciéndonos pasar por moteles roñoso, carreteras desiertas, callejones mugrientos, tiendas clandestinas, calles asquerosas, apartamentos deprimentes, solares lóbregos. Todo esto enrarecido de modo espléndido por la fotografía de Charlie Lieberman, creando en sus tonos oscuros crudos, con patinados entre grises y blancos macilentos, cromatismo fríos, con suaves travellings, gusto por el detalle, una sensación de angustia, de falta de aire, de frío congénito, de opresión, provocando malsanidad. Se suma la música que con melodías tecno logran una labor combinada con las imágenes perturbadoras, gracias sobre todo al realismo que desprende la pantalla. Sin embargo, sus defectos los colocaría en un argumento algo plano, falto de dimensión, de contraponer al personaje en alguna catarsis o que se cuestionara algo de lo que hace, pues el personaje es algo plano en su comportamiento, no tiene arco de desarrollo: Lo de la cabeza postiza de Otis que Becky agujerea un ojo, me despierta ternura serie b, deberían habérselo currado un poco más, si no puedes hacerlo bien, hazlo fuera de campo, pues al verse esa chapuza te saca del film, te hace sonreír, nada más lejos de la intención de la cinta, desvía la atención innecesariamente.

    Las actuaciones son sólidas y muy convincentes del trío protagónico, comenzando con un enorme Michael Rokker como Henry Lee Lucas, un tipo más frío que un iceberg, impertérrito y extrañamente dominado por la lógica dentro de su psicopatía. Rooker hace una actuación extraordinaria, su faz rígida, lacónico, sin dejar traslucir sentimientos, con pose despreocupada, nada le afecta, su encarnación es brutal, como emite nula empatía, como husmea a sus víctimas, primero educadamente y luego sádicamente, fascinante. Tom Woles es Otis Toole, contrario a Henry, parece un niño liberado en un parque de atracciones en sus redadas homicida. Está brillante con su rol de redneck, de paleto primario, de aspecto desaliñado, un hillbilly que encuentra en el modo de vida de Henry un sentido a su mezquina vida, no parece que esté actuando la simbiosis con el personaje es pavorosa, un tipo repulsivo de sonrisa horrenda, extraordinario. Finalmente, tenemos a Tracy Arnold como Becky, la violentada hermana de Otis, que despierta un conflicto interno en Henry de difícil contención. Becky es una cándida chica, enamoradiza e ingenua, como busca el amor en un monstruo sin saberlo... una perdedora hasta el final, conmovedora.

    En definitiva, crudo y aterrador thriller de asesinos en serie, película independiente que cumple con creces con mantener en vilo al espectador, con un aire malsano que tiene en su esencia "normalista" un atenuante para impactar y hasta horrorizar al público. Una sugestiva cinta de las que te dejará huella en el subconsciente, demostrándose que para hacer un buen film no hace falta gran presupuesto, si no buenas ideas.

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