El segundo trabajo de Peckinpah, tras la mediocre “Compañeros mortales” (alterada y mutilada en el montaje por los “picadores de carne” de Hollywood), con Maureen O'Hara y Brian Keith, es “Duelo en la Alta Sierra”, una obra sensacional incorporada en el archivo National Film Registry de la Biblioteca del Congreso de Estados Unidos. Con ella, Peckinpah inauguró uno de sus temas fetiche: el western crepuscular, con dos estrellas del género en su madurez, Joel McCrea y Randolph Scott.
El inconfundible Sam Peckinpah era nieto de un jefe indio, y llevaba el polvo y las llanuras en el ADN. De chaval se escapaba del colegio para ir a la granja familiar a vivir el ambiente que luego definiría su arte. Él no solo amaba el Oeste, lo meditaba melancólica y profundamente, transmitiendo en sus obras posteriores el crepúsculo de una era y el legado de los hombres que la vivieron. “Duelo en la Alta Sierra” es una obra temprana pero fundamental en la filmografía de este maestro, con un enfoque de la moralidad, el honor y la brutalidad inherente al propio concepto del Oeste.
Dos viejos vaqueros y antiguos amigos, Steve Judd y Gil Westrum , son contratados para transportar oro desde una remota ciudad minera hasta un banco. Judd es un hombre de principios férreos, que aún vive bajo el código de honor del "Viejo Oeste", mientras que Westrum, más cínico y pragmático, está tentado por la idea de quedarse con el oro. Su viaje a través de paisajes majestuosos y agrestes se convierte en una odisea introspectiva, donde sus diferentes filosofías de vida colisionan frontalmente. Joel McCrea y Randolph Scott eran dos iconos del western clásico en el ocaso de sus carreras, y ofrecieron unas interpretaciones magistrales, llenas de dignidad, cansancio y una química innegable. La película es un testamento a la vejez, a la amistad y a la lucha por mantener la integridad en un mundo que cambia rápidamente. Ver a estos dos actores, que encarnaron la figura paradigmática del vaquero durante décadas, desdibujando sus roles heroicos tradicionales para explorar la complejidad de sus personajes, es una verdadera maravilla.
Peckinpah ya exhibe aquí su distintivo manejo de la violencia que, aunque menos explícita que en sus obras posteriores, es siempre cruda y tiene consecuencias. Pero lo que realmente destaca en “Duelo en la Alta Sierra” es esa habilidad natural para capturar la belleza y la dureza del paisaje americano, utilizándolo como un personaje más que refleja el estado de ánimo de los protagonistas. Los contra-picados enmarcando a los personajes contra cielos inmensos y montañas imponentes son la propia marca de agua de un creador, de un poeta.