Alice in Borderland empezó siendo una de las mayores sorpresas del catálogo de Netflix. Su primera temporada mezcló acción, misterio y drama con una energía que pocos esperaban. Tenía esa capacidad de enganchar desde el primer minuto, de crear un mundo extraño y despiadado en el que cada decisión contaba. Era visualmente impactante, narrativamente sólida y, sobre todo, adictiva.
La segunda temporada mantuvo parte de esa esencia, pero perdió algo de frescura. Los juegos seguían siendo brillantes y las pruebas tan crueles como ingeniosas, aunque el factor sorpresa ya no estaba ahí. Aun así, fue una continuación necesaria, que cerró con dignidad la historia y ofreció un desenlace satisfactorio para quienes habían acompañado a Arisu en su viaje.
La tercera entrega, en cambio, demostró que prolongar lo inevitable puede jugar en contra. La fórmula se repetía y, aunque seguía siendo entretenida, ya no tenía el mismo pulso ni la emoción de sus inicios. Los juegos continuaban siendo visualmente potentes, pero la historia parecía atrapada en su propio laberinto, repitiendo esquemas y perdiendo parte de su alma por el camino.
Lo interesante de Alice in Borderland es que, incluso en sus momentos más flojos, sigue siendo una serie única dentro del panorama actual. Tiene una identidad clara: una mezcla entre el suspense japonés, la estética del videojuego y un toque existencialista que la eleva por encima del simple entretenimiento. En sus mejores momentos, logra que la tensión y la emoción caminen de la mano, recordando por qué su primera temporada fue tan especial.
En conjunto, la serie deja una huella curiosa: empieza como un fenómeno de culto, crece con ambición y termina agotada, pero sin perder del todo su esencia. Es un viaje que mereció la pena, incluso si el destino final no fue tan brillante como el comienzo.
Una trilogía irregular, sí, pero también una de las propuestas más intensas, visuales y emocionales que ha dado el género en los últimos años. Cuando Alice in Borderland funciona, lo hace con una fuerza que muy pocas series consiguen.