Breaking Bad es el arte entre:
el nihilismo y el determinismo científico; la antinomia de la heroicidad y
la metáfora de la condenación.
Breaking Bad (BB), es sin lugar a dudas, la serie más extraordinaria y sistémica que he visto a los largo de mis años, la cual surtiría tesis doctorales en diversas disciplinas: Sociología, Filosofía, Derecho; Psicología; Antropología; etc.…
No es sólo la historia de un personaje vidrioso, temeroso, retraído de voz suave y uniforme. Walter White, no es típico 4 de copas o “el perdedor” que la mayoría de la sociedad puede observar en conformidad al sistema en la cual se encuentra “integrado”. Walter es un ser multidimensional, una potencialidad sublimada por los ordenadores sociales, políticos, culturales, cuyas inquietudes, anhelos, frustraciones, deseos y miedos nutren el motor para hacer que las cosas se transformen y sucedan en una metamorfosis entre la mentira y la mala fe, entre su identidad y la de otro químico, autor del principio de incertidumbre: Heisemberg.
Breaking Bas (BB), esgrime un área de moralidad inexistente, que comienza con una contravención directa con el ethos de la ciencia de la salud, pues los costes de los tratamientos médicos producen un efecto penoso de sojuzgamiento y opresión frente a las personalísimas expectativas de vida de quienes no cuentan con un seguro o cobertura médica integral.
BB, demuestra que los ciudadanos aún no están en condiciones de afrontar el enigma del dolor, de la muerte, del bien, de la justicia, de la naturaleza del ser humano y el sentido de su existencia. Inmersos en una sociedad corrupta donde siquiera los representantes de la ley pueden orientar con precisión su conducta. Una sociedad en donde prevalece una subcultura de rasgos definidos, es decir, sin convicciones morales, sin la posibilidad de reconocer la jerarquía de determinados valores; la adaptación individual frente al miedo y meta común para alcanzar el éxito.
En BB no se habla de Dios ni de la FE ni de ideologías, quizá ambas hayan muerto para sus creadores. Tal vez la serie muestra cómo el hombre se muestra incapaz de concebir que la evolución de la existencia individual y social sea el resultado de determinismos que escaparían a nuestro control racional.
Si Walter White hubiera vivido en Argentina, (nación víctima frecuente de los especuladores financieros internacionales), cuyos emigrantes no son oprimidos ante el concepto de igualdad ante las leyes, no hubiese recurrido al delito para defender su derecho a la salud y a la expectativa de vivir dignamente.
En su epílogo: en una sociedad que construye arquetipos, jamás sería políticamente correcto, que el mal no pague “sus cuentas”.
Los saludo con renovada gratitud.
Dr. Daniel Barone.