Como sevillana ayer noche me encontraba expectante por ver qué depararían los Latin Grammys en mi ciudad. No sé cuántos meses llevábamos ya esperando el colofón final del que ha sido un camino muy esperado desde que se anunció que estos importantes premios de la industria de la música cruzarían el charco para aterrizar en la capital andaluza, pero sin duda la gala dio para mucho.
Estoy enamorada de Rosalía de forma platónica. Al igual que Jeremy Allen White, solo que creo que lo suyo es más físico. Mi admiración por la cantante catalana no hace más que crecer conforme su carrera avanza y ya cuando hace casi un año la vi en su concierto de Lisboa se confirmaron mis sospechas: es sin duda la mejor artista de nuestra generación. Por lo tanto, ni que decir tiene que esperaba ansiosa su actuación de apertura en los premios. Y como de costumbre no defraudó, en esta ocasión versionando a la más grande, Rocío Jurado, con su tema Se nos rompió el amor (de tanto usarlo o no).
Nada más ver la puesta en escena recordé una de sus primeras grandes noche, cuando cantó en los Goya de 2019 Me quedo contigo, de Los Chunguitos, algo que vive en mi mente todo el tiempo y que podría decir que se trata de mi Imperio Romano, es decir, ese pensamiento en el que caigo de forma recurrente.
Quizás esto resulta un poco obvio porque el cuidado de la escenografía de Rosalía es una de las señas de identidad de su trabajo, pero el tuitero @gonzagallego hace mención en este hilo de algunos detalles que me han resultado especialmente curiosos. Si bien es cierto que yo había reflexionado sobre todo lo que fueron esos algo más de 4 minutos de ayer durante los que Rosalía lo inundó todo con una versión única, delicada y emotiva de la canción de Jurado, no pensé necesariamente que hubiera una posible línea de tiempo que conectase aquella noche de febrero donde interpretó el tema de Los Chunguitos con el Se nos rompió el amor de ayer.
¿Qué cabos ha atado @gonzagallego entre estos dos momentos? Pues que esa noche del cine Rosalía nos estaba contando en realidad que se había enamorao', como dice la canción, y las fechas cuadran, porque aproximadamente fue entonces cuando conoció a Rauw Alejandro. Ella, impertérrita, rodeada del coro joven del Orfeo Catalán le estaba cantando al mundo qué sucedía dentro de sí. Y de rojo, una tendencia que ha inundado la última etapa de Rosalía, Motomami, y al que la creadora siempre se ha asociado, como en el popular vídeo de Malamente. ¿Y qué color representa el amor? Pues eso.
Para @gonzagallego el "show" de ayer fue el cierre de etapa de Rosalía, que en esta ocasión le cantó al desamor. Y lo hizo con una puesta en escena tan elegante como siempre, donde los plásticos nos recordaban a la mudanza de los sentimientos. Ella, de negro riguroso, con una estética ochentera, un guiño a la Rocío Jurado de aquellos años con su "look" de Schiaparelli. Un vestido de funeral, de despedida, para enterrar lo que fue, que no ha muerto, que se ha transformado. Dos pares de ojos más que observan desde sus orejas añadiendo una pizca del surrealismo de la situación y de Dalí, muy amigo de Elsa Schiaparelli, la fundadora de la marca que hoy dirige Daniel Roseberry.
Impecable. Todo pensado al milímetro como todo lo que nace de su factoría. Como el vestido de la venganza de Lady Di. Y una vez más, impertérrita.