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    Cannes 2013: Las ladronas pijas de Sofia Coppola dan la nota en 'The Bling Ring'

    En la segunda jornada del festival coincidieron hasta tres películas basadas en hechos reales: 'The Bling Ring' de Sofia Coppola, 'A Touch of Sin' de Jia Zhangke y 'Fruitvale Station' de Ryan Coogler. Ninguna de ellas redonda, aunque todas bien interesantes.

    Emma Watson encabeza el reparto de The Bling Ring

    En la gala de apertura de Un certain regard -de las pocas galas a las que la prensa puede acceder sin invitación previa (y sin traje, claro, que aquí vamos todos con chubasquero)- vivimos una sesión de glamour por partida doble. Por un lado el director del Festival de Cannes, el emblemático Thierry Frémaux, presentó al jurado de Un Certain Regard presidido por el realizador Thomas Vinterberg -que dio las gracias al certamen, entre otras cosas, por pagarle una suite en el Hotel Carlton "extremadamente grande y cómoda"- y en el que se cuenta el empresario cinematográfico español Enrique González Macho. Frémaux tuvo unas bonitas palabras para el dueño de Alta Films en las que remarcó la importancia de su labor en la promoción del cine de autor a lo largo de los últimos treinta años. Más tarde salieron a escena Sofia Coppola y su troupe de jolies terribles -Emma Watson, Katie Chang, Claire Julien y Taissa Farmiga- para presentar The Bling Ring, película basada en la serie de atracos que unas jóvenes caprichosas (y muy pijas) cometieron en casas de iconos de las revistas del corazón como Paris Hilton, Megan Fox o Lindsay Lohan.

    Claire Julien, Taissa Farmiga, Katie Chang, Israel Broussard, Emma Watson y su directora Sofia Coppola

    La prensa especializada que, por lo general, suele aplaudir la obra como directora de la hija de Francis Ford Coppola -ahí están esa maravillas llamadas Lost In Translation y María Antonieta- ha recibido con frialdad esta película ligera y divertida tachándola de "una versión pija de Spring Breakers" (la comparación con el film de Korine, muy superior en todos los aspectos, es difícil de evitar). Condenada a pie de Croisette como "la peor película de Sofia Coppola", uno al final tiene que acabar posicionándose a favor de la misma, al fin y al cabo, lo peor de Coppola es muy superior a la mayoría de los productos fílmicos que nos llegan de Norteamérica. Si bien es cierto que The Bling Ring tiene un cierto aire a TV movie de qualité, ello no quita que posea una puesta en escena deliciosa capaz de convertir la nimia anécdota argumental en un retrato afilado de la juventud de alto standing californiana. De hecho, Coppola, ni siquiera filma con candor a sus personajes sino que los retrata como una serie de descerebradas obsesionadas con sus iconos mediáticos y con la ropa de marca (la película es un buen retrato de la avaricia y la soberbia que la sociedad "primermundista" ha impuesto como modelo a seguir para alcanzar el éxito). Es imposible sentir simpatía por las protagonistas, ni siquiera cuando se entregan a sus lúdicas celebraciones post-robo, porque Coppola no está tan interesada en los actos en sí -que a base de repetirse acaban por virar hacia la abstracción- sino en cómo es posible que se haya llegado a esta delirante situación. Si a eso le sumamos la frescura de pasarela Gaudí de las actrices, una excelente banda sonora -Azealia Banks, MIA, Kanye West- y algún que otro subrayado en imágenes avantagarde pues, qué queréis que os diga, creo que la película es perfectamente disfrutable. Vaya, si todo el cine social fuese así cómo mejorarían los festivales cinematográficos del planeta.

    Alfombra roja de The Bling Ring

    Cannes, año tras año, suele programar en la sección Un certain regard a los títulos más llamativos del Festival de Sundance. Si en ocasiones suelen acertar -el año de Afterschool, sin ir más lejos- lo cierto es que por lo general acabamos tragándonos películas de tan compleja digestión como Precious o Bestias del sur salvaje. Un modelo de títulos que, ondeando la bandera del cine indie, tienden a mostrarse como melodramas tremendamente manipuladores capaces de subyugar al público de todo el planeta (que a la crítica no les guste sus tejemanejes narrativos parece importar bien poco a la hora de que triunfen en taquilla o, incluso, en la gala de los Oscar). Este año nos ha tocado repetir experiencia con Fruitvale Station, Premio del Público y Premio Especial del Jurado en Sundance, del debutante Ryan Coogler. En ella se cuenta la trágica historia real de un joven afroamericano -al que da vida un soberbio Michael B. Jordan (la futura Antorcha Humana en el reboot de Los cuatro fantásticos)- cuya vida quedó sesgada al ser asesinado sin motivo por un policía de, claro, distinto color de piel. Una historia terrible e injusta que conmocionó a la ciudad de San Francisco en el año 2009 y que Coogler plasma en pantalla a medio camino entre la estética del documental y el extremismo de su posicionamiento moral. Y es que aunque el asesinato de este joven de 22 años sea un acto de lo más deleznable, eso no justifica que la película deba mostrárnoslo como un nuevo San Elías: expresidiario reformado, hombre de familia, padre coraje, que tan pronto se desvive por su abuela como recoge a un perro herido de la calzada y clama por ayuda. Vaya, que Coogler va creando un mártir a lo largo de todo el metraje para que cuando lleguen los minutos finales todo sea aún más trágico y devastador. Y para los que no me entiendan o estén en desacuerdo cuando la película sea nominada a los Oscar, recuerden los dos planos finales de la película (porque tiene dos, para más INRI): el de la hija (en la ficción) preguntando a su madre "¿dónde está papá?" y el de la hija (real) con cara de tristeza en el cuarto aniversario de la muerte de su padre. No era necesario.

    Octavia Spencer, Michael B. Jordan, Ryan Coogler y Melonie Diaz en la presentación de Fruitvale Station

    Cierro con Jia Zhangke y su regreso a la ficción con A Touch Of Sin (Tian Zhu Ding), película que compite por la Palma de Oro en la Sección Oficial (pero que no conseguirá: es probable que a Spielberg le hayan temblado las gafas en la proyección) y que le ha producido Takeshi Kitano. La idea de la película (lo he leído en el pressbook porque no era capaz de entender qué le había llevado al director de las preciosas Unknown Pleasures y Naturaleza muerta a hacer una película como ésta) era cruzar una serie de violentos hechos reales que ayuden a configurar un mapa moral de la China contemporánea. El resultado, sin embargo, es un cruce atonal y muy mal equilibrado entre los medios tiempos del cine pretérito de Jia y la violencia desorbitada de los noir japoneses. A medio camino entra la comedia (el obrero que decide matar a todos sus jefes) y la tragedia (el joven suicida enamorado de una prostituta) la película acaba perdiéndose en tierra de nadie, poniendo por una vez de acuerdo a fans y detractores en que ésta sí es una película menor de su director.

    Música de fondo: Art Peppe

    Alejandro G. Calvo

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