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    Juanma Bajo Ulloa: "Somos el país que ha exportado la chapuza al resto del mundo"

    Dieciocho años después de 'Airbag', el director vasco regresa a la comedia punk con 'Rey Gitano'. Aquí está nuestra entrevista con el último mohicano del cine español.

    Viendo Rey Gitano uno tiene la sensación de que podías haber estado haciendo comedias locas los últimos 18 años, cosa que no ha pasado

    Lo digo mucho: Yo no he venido a este mundo a hacer películas sino a encontrarme a mí mismo. Sé que suena pretencioso. Pero es cierto, sólo ruedo cuando tengo algo interesante que contar y cuando tengo la libertad de trabajar como yo quiero. Y esas dos premisas no se suelen dar juntas. Yo no quiero rodar por rodar. Si no hay libertad, no hay película, como pasó con Capitán Trueno. Prefiero dedicarme más a mis cosas musicales, a mis documentales, a mi melomanía… Además he hecho muchas otras cosas, hasta una zarzuela.

    ¿Una zarzuela?

    “Agua, azucarillos y aguardiente /La Gran Vía”.

    ¿Y eso?

    Pues tenía mis prejuicios de entrada, no te lo negaré. Fue un encargo y yo no lo entendí muy bien, pensaba que la zarzuela era algo para gente carca. Pero cuando entras en ese mundo y lo conoces te das cuenta que hay una cultura enorme ahí. Un legado que se está perdiendo.

    Si comparas la España de Airbag y la de Rey Gitano la verdad es que no hay muchas diferencias. Significa eso que, en lo malo, ¿España no ha cambiado en todos este tiempo?

    Sin duda hay cosas parecidas: los ámbitos de poder, los perdedores… Quizás en Airbag había más fantasía o, al menos, ocurrían cosas más fantasiosas. Creo que Rey Gitano, sin ser cine verité, sí está más conectado con la realidad. Hasta el punto que planteo la abdicación del Rey –hace tres años, cuando escribí al guión- y luego resulta que para cuando se estrena la película ha ocurrido exactamente eso. Lo inverosímil cada vez es más probable en nuestra historia.

    Tal y cómo están las cosas ahora mismo, ¿tienes miedo a que la película sea censurada de alguna manera?

    No. Es una película simpática y cachonda. Desde el minuto uno queda claro que es una broma. Si alguien nos dijera que no se puede hacer, significa que estaríamos viviendo una dictadura. Además no sólo nos reímos de la familia real, también nos reímos de las amas de casa, de los españolitos del pincho de tortilla, del poder, del facha y del republicano…  Aquí no hay nadie sagrado, todos vamos en el mismo barco. Y si nos podemos reír de unos nos podemos reír del resto.

    ¿Hay algún tipo de chiste que rechaces?

    No me gustan las cosas ofensivas. Me gusta el humor negro, el absurdo, el surrealista… pero no me gusta la ofensa como broma. No es que me hiera, porque el humor no me puede hacer daño nunca. Pero no me gusta. En ese aspecto creo que mi película es terapéutica. Porque no busca cabrear sino liberar. Quizás hay alguien ahora mismo quemado por el poder que está deseando salir a la calle con un bate a romper cristales y, en vez de eso, verá mi película y ahí se libere riéndose de todo y de todos. Es bueno que la gente vea que los políticos también tienen sus miserias.

    ¿Es el cachondeo la única forma que tenemos para que todos los españoles podamos convivir en paz?

    Nos unen pocas cosas y esa es una de ellas. A los alemanes les une la eficacia, los italianos tienen la cultura, así como los franceses tienen el estilo. Los españoles nos hemos hecho a sí mismos a través de la coña. Somos el país que ha exportado la chapuza al resto del mundo. Cuando viajas a Latinoamérica puedes ver que son tan chapuceros como nosotros. Ahí está nuestro legado. De hecho, yo lo he investigado, y la palabra “chapuza” no existe en alemán.

    Las líneas de diálogo de Karra Elejalde y Manuel Manquiña son tremendas.

    Yo escribí el guión para Karra y Manqui. En Airbag aluciné con la química que tenían entre ellos. Así que desde entonces tengo claro que tenía que brindarles una película. Y si no llegan a poder hacerla, por lo que fuera, no la habría hecho.

    ¿Son fáciles de controlar en un set?

    Sí, si te estás pegando con ellos continuamente (risas). Porque son dos fuerzas de la naturaleza. Son grandes tanto para lo bueno como para lo malo. En esta vida la gente que te da mucho también te quita mucho. Pero aunque sea difícil trabajar con ellos, sabes que lo que siempre te van a entregar será grande.

    ¿Tienes nervios por el estreno?

    No. Solo cierta preocupación por las personas que han confiado en mí y me han ayudado a hacer la película. Por ahí sí que quiero que todo vaya bien. Pero aparte de eso no tengo grandes nervios.

    He hablado con chicos nacidos en los noventa y me han dicho que no conocían Airbag pero, evidentemente, todos habían visto 8 apellidos vascos. ¿Cómo crees que recibirá la juventud actual una película tan punk como Rey Gitano?

    Mi percepción es que a la juventud actual les han obligado a pasar por un tamiz buscando hacerles mansos. Y con muchos lo habrán conseguido. Lo digo porque veo la música que escuchan, la ropa que visten, las películas que ven. Ya no se ven punks ni heavys, ahora los chavales parecen jesuitas de cuello abotonado y gafas de pasta. Han asumido el pasotismo, de qué se tienen que reír y qué tienen que consumir. Ojalá despierten algún día.

    ¿Tú crees que es probable que se puedan hacer hoy en día películas como Alas de mariposa o La madre muerta?

    Es muy improbable. La industria entonces era precaria, ahora ni siquiera es una industria. Ya no importa el talento, ni el técnico, ni el de los actores, ni ninguno. Hemos ido para atrás. Ahora es como un comercio controlado por unos pocos grupos mediáticos. Ellos son los que deciden quién vive y quién muere. Lo peor de todo es que creo que los propios artistas lo han aceptado. Ni siquiera son conscientes de la censura en que están inmensos. Es un consumo ciego. Como si fuéramos una parte de una máquina que nunca llegamos a ver en su totalidad.

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