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    Entrevista a Leonardo Sbaraglia y Clara Lago ('Al final del túnel'): "Rodrigo Grande ha hecho muy bien los deberes"

    La película de suspense cuenta también en su reparto con Federico Luppi y Pablo Echarri, y se estrena este 12 de agosto.

    Joaquín (Leonardo Sbaraglia) es un hombre postrado en una silla de ruedas que hace tiempo que sólo cuenta con la compañía de su perro Casimiro, olvidados por el mundo en una casa gigantesca. Sin embargo, las estrecheces económicas le acaban empujando a alquilarles una habitación a Berta (Clara Lago) y a su hija Betty. Lo que comienza como una difícil convivencia pronto dará paso a algo más oscuro, cuando Joaquín relacione a Berta con una banda de criminales que planea atracar un banco, y a los cuales el protagonista lleva tiempo vigilando de cerca...

    Éste es el punto de partida de Al final del túnel, un angustioso 'thriller' firmado por el argentino Rodrigo Grande (Cuestión de principios), que se revela como una de las propuestas más estimulantes de la temporada. Con motivo de su estreno este 12 de agosto, SensaCine ha querido hablar con sus actores protagonistas sobre los entresijos de su intenso rodaje, las dificultades de Leonardo Sbaraglia para prepararse el papel, el acento porteño de la madrileña Clara Lago, y mucho más. Esto es lo que nos contaron.

    ¿Cómo os visteis involucrados en un proyecto como Al final del túnel?

    Leonardo Sbaraglia: A través de dos lados, fundamentalmente: por el mismo Rodrigo Grande, que es el director, y por El Árbol, que es la productora de Pablo Echarri, otro de los actores de la película. Todo confluyó para que lo hiciera; leí el guión y me pareció muy bien construido... aunque, eso sí, al principio fue difícil tratar de enfocar al personaje. Me costó encontrar su auténtica expresión, al margen de todo lo que había que hacer en relación a la discapacidad y todo ese trabajo que fue muy duro y llevó tanto tiempo... pero estaba dispuesto a hacerlo. Y tenía que entender cómo era Joaquín, alguien con ciertas aristas de oscuridad que se relacionan con lo que pasó en su vida, con haber perdido a su familia… Supimos que era importante tratarlo como una persona normal, sin que nadie pudiera adjetivarlo sólo por estar en una silla de ruedas.

    Clara Lago: De la manera más normal: le mandaron el guión a mi repre, me lo leí, me hicieron la prueba… y me cogieron. Y ya está. El guión me pareció apasionante, muy trabajado tanto en la construcción de los personajes como en la de la historia, y se nota que Rodrigo se tiró muchos años perfeccionándolo... la verdad es que en ese sentido se puede decir que hizo muy bien los deberes. Yo a él no lo conocía de nada, no sabía de su existencia, y para mí ha sido el gran descubrimiento de Al final del túnel, tanto a nivel profesional como personal. Al final me llevo a un amigo, porque lo que le hace grande como persona también le hace grande como director.

    Vuestros personajes en la película suponen todo un desafío interpretativo. En el caso de Leonardo, por tener que encarnar a un hombre inválido, y en el de Clara, por hacer de una 'femme fatale' de la cual el público apenas sabe nada...

    L.S. El tema de la silla de ruedas lo fui incorporando de a poco, hasta el momento del túnel, que fue la última escena que rodamos. Y ésta fue mucho más dura a nivel físico que todo lo que había hecho antes con la silla, subiendo y bajando las escaleras sin las piernas, solamente con los brazos... fue todo un trabajo de disociación que tuve que ir incorporando lentamente. Pero, sin duda, lo más complicado fue lo del túnel, porque fue muy duro estar arrastrándome en ese lugar con la resistencia de las piernas, y además con éstas haciendo freno con la arena... era como arrastrar cien kilos cien metros por día. Al tercer día nos dimos cuenta de que teníamos que empezar a hacer menos tomas y menos recorrido, porque en cada toma yo me hacía como veinte metros, y entonces decían “vamos a hacer otra”, y a la tercera pues como que ya no podía más.

    Jacques Mezger

    C.L. El personaje de Berta es muy ambiguo, pero también tienes que tener en cuenta que como actriz puedes hacerlo todo lo ambiguo que quieras. A mí me interesaba saber más de ella, pero eso no quiere decir que luego se lo tengas que contar al espectador. De hecho, me parece parte del atractivo del personaje, ese punto de misterio, de no saber por dónde te va a salir, cómo ha llegado hasta donde está... Pero como actriz yo sí me construí una pequeña biografía, para que fuera más rico. En el guión suelen estar especificadas ciertas cosas, pero hay veces que no, que tienes tres datos y con esos tres datos… es como un lienzo en blanco. Y entonces te encuentras con la opción de crearte un personaje a tu medida, a no ser que tengas un director encima que te esté diciendo cómo lo tienes que hacer. Rodrigo no es así, así que un día me plante ante él y le dije “Bueno, amigo, yo he hecho esta biografía, ¿qué te parece?". Él me dijo que perfecto, y yo “pues vamos” (Risas).

    Leonardo, parte del planteamiento de la película, con ese hombre inmovilizado vigilando a sus "vecinos", recuerda mucho al argumento de La ventana indiscreta. ¿Utilizaste el clásico de Hitchcock para inspirarte?

    L.S. No, ni siquiera volví a ver La ventana indiscreta. Para prepararme el papel trabajé con gente real, con inspiraciones de gente real, aunque sí volví a revisar Nacido el 4 de julio, donde Tom Cruise hace un grandísimo trabajo, y también miré cositas de Javier Bardem en Carne trémula. Quería ver un poco qué es lo que habían hecho con la silla, y cómo se relacionaban con este instrumento. Pero lo que hice sobre todo fue tratar de entender al personaje, y de incorporar la verdad.

    Clara, el acento porteño que muestras en la película está realmente conseguido. ¿Cómo te las apañaste?

    C.L. Tuve una 'coach' aquí en Madrid durante cinco sesiones que me dio un poco las bases para el acento, pero después fue más una cuestión mía. Ya en Argentina tenía que tener otra 'coach', pero me dio la sensación de que nos enfrascaríamos demasiado en el frase a frase, y eso me dio un poco de miedo. Tengo buen oído, soy muy mimética, pero a veces me paso y puedo ser un poco lorito y repetir la frase tal cual... lo que puede llegar a limitar mucho mi interpretación. Como fije la frase en mi cabeza, que se dice con tal o cual tono, no salgo de ahí. Para no estar tan limitada a nivel interpretativo dije que prefería preparármelo por mi cuenta, y entonces lo que hice fue empezar a hablar con acento porteño todo el rato, con todo el mundo, y practicarlo, practicarlo. Sobre todo, para sentirme cada vez más cómoda y perder un poco el pudor. Todos podemos bromear con los colegas imitando el acento, pero luego te plantas frente a todo un equipo de argentinos y bueno, te mueres de la vergüenza. Para evitarlo yo llegué al 'set' el primer día y dije “voy a hablar con acento argentino, ¿vale?”, y que se fueran acostumbrando a escucharme así.

    En Al final del túnel hay un ambiente muy claustrofóbico, con toda la acción limitada prácticamente a un solo escenario. ¿Cómo de complicado fue un rodaje de estas condiciones?

    L.S. Todo fue bastante duro, en general. Yo llegué a decirme “pero bueno, ¿cuántos Oscar valdrán la pena para este nivel de esfuerzo?”... y creo que con tres compensaría, no estaría mal (Risas). Fue un rodaje largo, además, para lo que se está acostumbrado a hacer en cine últimamente: casi diez semanas en las cuales yo trabajé casi todos los días... y fue durísimo como te digo. No solo por lo físico, sino por lo emocional… y el frío. Hacía mucho frío. Grabamos prácticamente todo en una nave que no estaba acondicionada térmicamente, y como además teníamos que fingir que era verano, con manga corta, estábamos todo el rato congelados. Hacía como cinco grados, y añádele a esto todas las escenas con el agua, y estar todo el rato sentado en la silla, que tampoco es que puedas salir a correr para sudar un poco. Estas circunstancias no repercutieron en la relación del reparto, sin embargo, porque hubo un clima de trabajo extraordinario, aunque para mí sí fue un proceso emocional muy chungo.

    Jacques Mezger

    C.L. La verdad es que el espacio no ayudaba, y eso que yo… bueno, yo no me puedo quejar, porque el que más lo sufrió fue Leo y obviamente todo el equipo técnico… aunque al menos éste puede taparse un poco con el tema del frío, pero Leo... era tremendo lo que tenía que hacer a nivel físico. En mi caso sufrí en el sentido de que era una localización muy fría, y muy oscura. Llegabas a las 7 de la mañana cuando todavía no había amanecido y salías cuando ya anochecía, sin que hubiera apenas luz dentro, y la nave ya de por sí era un sitio tétrico, que parecía el set de una película de terror… Después de varias semanas, tenías la sensación de ser un poco vampiro. A pesar de todo, insisto, ha sido una experiencia súper positiva, y el equipo argentino era fantástico. 

    ¿Cuáles son vuestros próximos proyectos?

    L.S. Está por estrenar en Argentina Sangre en la boca, que ojalá también llegue aquí, en la que interpreto a un boxeador y para la que también he tenido que hacer un trabajo muy grande de entrenamiento. Luego tengo otra película con Adrián Caetano y Daniel Hendler en la que interpreto a un personaje opuesto: un militar asqueroso, sórdido, que parece salido de Fargo. También tengo Nieve negra, con Ricardo Darín, que se estrenará el próximo año… y la segunda temporada de El hipnotizador en HBO, que supone su primera serie rodada en español desde HBO Brasil. Ah, y un par de propuestas de España, que me encantaría que acabaran saliendo porque hace mucho que no trabajo aquí.

    C.L. He estado en EE.UU rodando el capítulo de una serie cuyo título no me dejan decir. Después me voy a rodar The Commuter con Liam Neeson a Londres, y tengo pendiente el estreno de Órbita 9, que no sé cuándo será… así como otros proyectos de los que aún no puedo decir nada.

    ¿Una nueva secuela de Ocho apellidos vascos, quizá?

    C.L. Pues no lo sé, no tengo ni idea. Yo de repente escuché rumores, y pensé “lo mismo esta vez no cuentan conmigo”... ¿te imaginas qué depresión? Pero no, de momento no sé nada. 

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