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    Oliver Laxe ('Lo que arde'): "Al filmar el fuego tuvimos la sensación de estar viendo imágenes jamás capturadas antes”

    Con su tercer largometraje que llega hoy a las salas españolas, Laxe se confirma como uno de los autores más potentes de nuestro cine.

    Tras Mimosas (2016) y Todos vós sodes capitáns (2010), Oliver Laxe se atreve en Lo que arde a filmar algo tan fascinante y destructivo como un incendio. Su tercer largometraje es también la historia de un hombre, Amador, que regresa al hogar para reencontrarse con su madre Benedicta, y la confirmación de un talento único en el actual panorama del cine de autor español, europeo y global. Lo que arde llega hoy viernes 11 de octubre a las salas españolas. 

    Reconocida con el Premio del Jurado de Un certain regard del pasado Cannes –puedes leer nuestra crítica en el siguiente enlace–, Lo que arde es asimismo una película que habla de la belleza oculta en los detalles, a menudo desdeñada, y de los sentimientos ambiguos del magma emocional humano. Un desafio, en cualquier caso, que el cineasta asume no sin precaución. "Hacer cine y rodar tiene algo de exceso y de retos", explica a SensaCine el director francés de origen gallego. "Y la belleza, como el fuego, nunca está a la altura de la mano. Hay que merecérsela". No te pierdas a continuación nuestra entrevista con Oliver Laxe.

    'Lo que arde' nos habla de un pirómano y nos enseña un incendio, pero ¿qué crees que arde de verdad en esta película?

    Oliver Laxe– ¡Yo ardo! Lo que arde me parece una película muy dionísiaca, sulfurada. Soy un ser rabioso, un animal, una bestia. Y creo que esta película manifiesta esta sensibilidad animal y bruta. La secuencia inaugural, el fuego, la manera de mirar, el exceso. Y al mismo tiempo, también creo que la película manifiesta cierta contención, cierto trabajo de control. Cierta estilización de esa rabia. Dulzura. Fragilidad. Creo que es una película que me define bastante bien a ese nivel 

    Está también Galicia. ¿Qué ha supuesto volver a Galicia para rodar 'Lo que arde'?

    Oliver Laxe– Bueno, yo nunca me he ido del todo de Galicia y he estado yendo a una de las casas del pueblo que sale en la película, adonde voy a escribir y es como mi base. Galicia es un poco mi esencia. Es mi pueblo, es el pueblo donde generaciones y generaciones de miembros de mi familia han trabajado. Por lo tanto, si el cine se basa en la idea de que el cineasta trata de conectarse con su esencia, con su verdad, pues es lo que yo he hecho. Y eso, claro, tiene consecuencias. Tanto para mí, como para las imágenes que filmo. Cuando vivía en Marruecos encontré una serie de valores que tienen que ver con la sumisión al entorno, con la aceptación y la humildad que también habitan en Galicia y que creo que también sienten mis personajes.

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    Los protagonistas de ‘Lo que arde’ aceptan su destino con humildad, pero también hay una rebeldía. Amador es un rebelde.

    Oliver Laxe– Bueno, Benedicta no se da cuenta de ciertas cosas, es como si no concibiera la violencia. Y él es una figura más semiurbana. Es una figura que sufre, tiene sus luchas. Me gusta mucho esa chaqueta de cuero que lleva, que nos hace pensar que Amador alguna vez fue a la ciudad y le salió mal. Ahora esa chupa la lleva cuando va a pastar con las vacas. Su aceptación y humildad tiene más que ver con la manera en que se relaciona con su madre, que creo que es muy bella. No sé cuántos de nosotros sería lo suficientemente humilde como para cuidar de su madre o padre enfermos. Amador, de todos modos, asume su destino. Cuando le pegan o cuando se ríen de él, es como si secretamente supiera y aceptara con nobleza que ese es su rol, que es una figura de expiación o una suerte de mártir. 

    Amador es el arquetipo del varón soltero de montaña, que está muy extendido en todo el mundo rural europeo. Es un perfil que seguro que todos conocemos, esa persona de campo, muy sensible pero sin las herramientas para vivir en este mundo.

    A la hora de escribir las particularidades de los personajes, ¿incorporas rasgos de personas que has conocido o con las que te has cruzado?

    Oliver Laxe– Sí. Amador es el arquetipo del varón soltero de montaña, que está muy extendido en todo el mundo rural europeo. Es un perfil que seguro que todos conocemos, esa persona de campo, muy sensible pero sin las herramientas para vivir en este mundo. Amador, como te decía, lo intentó en la ciudad pero no era su rollo. La ciudad no es un sitio para lo frágil. Y Benedicta se corresponde con las mujeres de mi familia, muy dada a los cuidados, muy dulce y de amar por encima de todo. Con compromiso y sensibilidad. Porque el amor de una madre es el amor más puro.

    ‘Lo que arde’ arranca con una escena nocturna, muy onírica, y luego nos lleva a un juzgado, cambiando completamente de registro para después también cambiar de tono y dejarse llevar por la historia de un hijo y su madre. Es, en este sentido, una película muy escurridiza.

    Oliver Laxe– La película se va escapando, sí. Pero no hay intención de desorientar al espectador en ningún momento. Los raíles de la historia están ahí y, aunque en este trabajo he conservado la oscuridad y las sombras de mis anteriores películas, me parece que todo está más equilibrado. Quería que el relato fuera más sólido y transparente y, por lo tanto, este plano del arranque de la película, el del dossier en el juzgado, es una manera muy codificada de situar la película y situar los raíles del relato. Porque esa escena ya genera expectativas. Trabajando con mi equipo, con Luis Bertolo, con Santiago Fillol, mi co-guionista, nos pareció que era la manera más evocadora y sintética de introducir la película: Amador sale de una cárcel y entra en otra. Ese plano en concreto es muy funcional pero al mismo tiempo no es muy personal, es importado y yo diría que su factura es cien por cien bressoniana. Tal vez excesivamente, pero tampoco lo digo como algo negativo. En Lo que arde mi universo es muy fuerte, por mi familia, mi relación con el rural, las imágenes y las imágenes del fuego, que a mi parecer son muy nuevas.

    'Lo que arde' es una película muy gallega y muy española. Está vinculada al fenómeno de la España vacía y la desestructuración de lo rural, que pasa en todas partes. El rural es igual en todo el mundo: en Perú, en Castilla o en Los Ancares gallegos.

    ¿Has querido hacer con ‘Lo que arde’ una película que reivindique lo gallego?

    Oliver Laxe– Es una película muy gallega y muy española, y lo digo con mucha tranquilidad. Lo que arde está vinculada al fenómeno de la España vacía y la desestructuración de lo rural, que pasa en todas partes. El rural es igual en todo el mundo: en Perú, en Castilla o en Los Ancares gallegos. El ser humano cuando orbita alrededor de la naturaleza esta esculpe en él o ella una sensibilidad muy determinada, que creo que tiene que ver con esos valores de aceptación y humildad. La película va a la esencia y lo esencial no tiene patria.

    ‘Lo que arde’ habla del fuego, en última instancia. El fuego es muy fascinante pero corres el riesgo de quemarte. ¿Cómo calibrasteis ese equilibrio entre la historia de Amador y ya luego las escenas de los incendios? 

    Oliver Laxe– Teníamos clara la película del soltero de montaña y de su madre. Esa sensibilidad del campo atrofiada o cerrada, en el caso de Amador, pero bella. Pero el fuego… Fue todo ir descubréndo. Rodamos dos veranos seguidos. En el primero hicimos pruebas y, ya después, filmamos con más detalle. El fuego, en fin, te sometes. Te amoldas.

    Rodasteis esas escenas de los incendios en 16mm. Es un material sensible al calor, precisamente. ¿No estabais preocupados?

    Oliver Laxe– De ahí las pruebas previas. Cuando recibimos los resultados de esas filmaciones, estábamos eufóricos. Era un acierto filmar el fuego en película analógica. Porque el digital quema las luces altas y no tiene matices. En cambio la película, sí hay matices, hay degradados de tono y color en el humo… Tuvimos la sensación de estar viendo imágenes jamás capturadas antes, como si fuéramos un marinero que descubre un nuevo océano, repleto de peces gigantescos de colores y formas exuberantes..., como si fuéramos niños que hubieran descubierto un banco de peces de colores. Y no lo comento en el sentido de que estuviérmos pensando en clavar la banderita en una suerte de historia pseudo-épica, sino en el sentido de que simplemente nos gustan las imágenes y estamos habitados por ellas. Cuando la vida te habla a través de las imágenes y presencias el misterio del mundo en ellas…, es abrumador. Con el fuego, te das cuenta de que no sabes las cosas que sientes de la vida. Porque estás tan cerca de la muerte que todo cambia: se te abre todo, la percepción, la intuición, se te afina todo. No sé si vamos a volver a tener una experiencia de rodaje tan intensa en nuestra vida.

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