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    Esta película copió descaradamente 'E.T.' y parecía un anuncio de Coca-Cola, pero me hizo disfrutar a lo grande en los 90
    Tomás Andrés Guerrero
    Tomás Andrés Guerrero
    -Cinema Expert
    Desde muy pequeño devoraba series de animación y películas en VHS. Fan de la serie B, el terror, el gore, la comedia de los 80 y el cómic. Amante de las salas de cine de toda la vida.

    Un inefable 'sci-fi' infantil firmado por Stewart Raffill en 1988 que bien podría haber pasado a la historia por su ingente cantidad de 'product placement' en pantalla.

    Algunas veces las grandes 'majors' de Hollywood tienen que recurrir a productoras externas para aumentar catálogo y distribuir sus largometrajes. Esto es sabido por todos en el mundillo. Pero, sin duda, hay un caso que llama la atención sobre todos: el de Metro-Goldwyn-Mayer. A finales de los 70 y comienzos de los 80, la compañía, que estaba prácticamente en bancarrota, comenzó a distribuir los casposos filmes de una compañía regentada por dos primos israelíes llamada Cannon Films en su búsqueda desesperada de producto para su exhibición en salas. De esa forma fue como estrenaron títulos tan cochambrosos como La furia del coloso (1985) o Breakdance 2 (1984). Pero no sólo se encargaron del lanzamiento de películas producidas por Yoram Globus y Menahem Golan. También lo hicieron con otras empresas, como es el caso de Orion Pictures.

    Si bien fue la lamentable Robocop 3 la que le dio la puntilla a Orion Pictures, la empresa ya padecía síntomas de declive unos años antes. A mediados y finales de los 80, después de vivir sus años dorados gracias a películas de acción como Acorralado (1982) o Terminator (1984), la productora empezó a demostrar su agotamiento con cintas como Código de silencio (1985), protagonizada por el siempre impertérrito Chuck Norris; Cherry 2000 (1987), una copia femenina de Mad Max que destruyó la carrera de su director, o la comedia adolescente y tremendamente machista Johnny Superstar (1988).

    En plena deriva de ideas, los productores decidieron que era buena idea copiar descaradamente el gran éxito de comienzos de la décadaE.T. El extraterrestre (1982), por lo que contrataron a un director de ‘cine de explotación’ para llevarla a cabo: Stewart Raffill, responsable de Guerreros del espacio (1984) y El experimento Filadelfia (1984). De esta manera se gestó la inefable Mi amigo Mac (1988), una de las películas favoritas de mi infancia.

    Mi amigo Mac
    Mi amigo Mac
    Fecha de estreno 26 de agosto de 1988 | 1h 35min
    Dirigida por Stewart Raffill
    Con Christine Ebersole, Jonathan Ward, Tina Caspary
    Usuarios
    2,5

    Si en la cinta de Steven Spielberg el título hacía referencia a las siglas que reciben los seres extraterrestres en EE.UU, Raffill se las tuvo que idear para no ser menos. Por ello, el director se sacó de la manga el término "Mysterious Alien Creature" (Mac), que en España se tradujo como "Misteriosa y absurda criatura". Aunque, todo hay que decirlo, se acusó a los productores de querer hacer referencia a la cadena de comida rápida McDonald's -y es que Mi amigo Mac es una de las películas con más 'product placement' de la historia.

    Para empezar, el alienígena protagonista es adicto a la Coca-Cola, algo que el niño al que encarna el joven Jade Calegory justifica diciendo lo siguiente: "Debe ser como la bebida de su planeta". De hecho, una lata del famoso refresco es usada por la familia como florero en lugar del típico jarrón. Pero también podemos ver paquetes de los caramelos Skittles e incluso un 'spot' de más de cinco minutos, a mitad de la película, en un restaurante de la citada McDonald's -con coreografía juvenil incluida. ¡Ríete tú de Médico de familia!

    MGM / Orion Pictures

    Pasando a la trama, Mi amigo Mac cuenta la historia de una familia alienígena que viaja a la Tierra por error, cuando una nave de exploración de la NASA se encuentra en su planeta recogiendo muestras. Al llegar a EE.UU, la familia se separa y el pequeño, abandonado a su fortuna -en un claro guiño a Fievel y el Nuevo Mundo (1986)-, acaba colándose en el coche de la familia del protagonista, un chico en silla de ruedas llamado Eric. La curiosidad del filme es que el actor que interpretó este personaje, Calegory, padecía espina bífida y éste sería su primer y último papel en el cine. Y si E.T. era un personaje que resultaba entrañable para el público, la familia de Mac causaba más bien miedo y hasta repulsa en el espectador. No se debía a su comportamiento, sino a una espantosa caracterización que convertía a los actores que encarnaban a sus miembros en criaturas de pesadilla en lugar de dar la apariencia de seres entrañables. Estos trajes recuerdan, más bien, a la versión porno alemana de la película dirigida por Steven Spielberg, Extra Terrestrian (1996), en la que el alienígena tiene sexo femenino. Y, sí, es tan sórdida como estás pensando.

    Cuando conocemos a la familia del protagonista atisbamos también el tono de absurda comedia familiar que tiene el filme. Por momentos parece que estamos ante un 'spin-off' de La loca historia de las galaxias (1987) dirigido por una versión torpe John Hughes. La palma se la lleva el hermano de Eric, cuyas bromas y chascarrillos son de auténtica vergüenza ajena. ¡Lo que hace que haya disfrutado el doble del visionado de la película años después! Para colmo de males, tampoco hay un padre de familia -como en la película de Steven Spielberg-, aunque no sabemos si está muerto o los padres se han divorciado. Mientras Mac merodea por los alrededores de su nueva casa -resulta que los inquilinos se han mudado desde Chicago-, también se comunica mediante unos extraños silbidos y gestos con sus congéneres, que se encuentran a kilómetros de distancia.

    Tras unas cuantas cortinillas a modo de elipsis, tan desfasadas en la época como lo sería hoy un casete de chistes de Arévalo, vemos a Mac acechando a la familia y llegando incluso a destrozar su pared con un enorme taladro. Y aquí es donde llegaba mi escena favorita del filme cuando era niño: el extraterrestre roba un coche de juguete y se despeña calle abajo en una escena sin peso alguno dentro de la trama pero que sube puntos en la escala cómica de la misma.

    ¡Esta Coca-Cola resucitaría hasta a un muerto!

    Cuando los muchachos logran darle caza, el pequeño Eric jura protegerle, algo incomprensible después de que el alienígena se muestre como un travieso ser sin demasiada estima por la propiedad ajena. Continúa la historia y comenzamos a conocer a los secundarios: la vecina de Eric, su hermana camarera del McDonald's -más promoción de la cadena de restaurantes- y los científicos que van en busca de Mac. Y es entonces cuando la amiga de la casa de enfrente invita al protagonista al cumpleaños de una chica. ¿Dónde? Pues en un local de McDonald's. Dónde iba a ser si no.

    MGM / Orion Pictures

    Mientras recuerdas -si la has visto- el desconcertante número musical del establecimiento, en el que Mac se hace pasar por un oso de peluche bailarín, destacamos que la partitura de la película, uno de sus aspectos más reseñables, la compuso Alan Silvestri, autor del tema de Vengadores y de los taquillazos Depredador (1987) y ¿Quién engañó a Roger Rabbit? (1988). La música se completaba con éxitos pop de artistas como Bobby Caldwell, Debbie Lytton y Larry Hart -los Javián, Naím Thomas y Roser de los 80. Estas canciones acompañan a pretendidos momentos emocionantes o sentimentales a lo largo de sus 109 minutos de duración.

    Tras el 'spot' publicitario de casi cinco minutos de McDonald's, Eric ha de escapar de los científicos de la NASA/policías/agentes del FBI. Aún no sabemos muy bien para qué organismo trabajan. Es en este momento cuando descubrimos que su silla de ruedas puede ser tan rápida como una furgoneta -¡Y sin la ayuda de los poderes de Mac!- para dejar atrás a sus perseguidores. Eric y su hermano comprenden que el extraterrestre está buscando a sus padres y todos juntos hacen por encontrarlos. Para su sorpresa, los encontrarán enfermos en una cueva en mitad del desierto. Menos mal que el hermano recuerda los poderes ‘sanadores’ de Coca-Cola y suministra dos refrescantes latas a los parientes moribundos de su pequeño amigo de más allá de las estrellas. Y, ¡milagro!, todos recuperan su vigor.

    Para terminar, los jóvenes montan a la familia de Mac en una furgoneta, no sin antes parar en un supermercado para poder hacer un poquito más de publicidad de Coca-Cola. Allí, a plena vista de todos, salta la alarma y la policía monta un efectivo para detener a los extraños de otro planeta. El padre del clan muestra sus dotes con las armas y salva la vida de los suyos. Pero, tras una gran explosión, Eric resulta herido. Pensamos que está muerto hasta que, sorpresa, los alienígenas usan un poder que hasta entonces desconocíamos para salvarle la vida. Tras esto, los extraterrestres son aceptados como ciudadanos de los EE.UU -algo que no le sentaría bien a Trump- y juran la Constitución. Un final muy de ciencia ficción, sin duda, para un filme chusco con el que disfrutaba a raudales.

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