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    [Videoanálisis] 'MINDHUNTER': David Fincher ahonda (con éxito) en su retrato del germen de la maldad humana

    La primera temporada de la serie ya está disponible en Netflix.

    Fin del tocho

    Lejos de la destreza narrativa de El curioso caso de Benjamin Button (2008), la estética de MINDHUNTER es bastante digerible y funcional (en especial pensando que Fincher está detrás de las cámaras), adoptando una mirada invisible alejada de aspavientos artísticos a modo de maraca de nueces. Vaya, que se parece más a la puesta de escena directa y sencilla (pero perfecta para el contexto en que se usa) de The Americans (2013) que no a los alardes hedonistas de House Of Cards (2013) (trabajo pretérito de Fincher, por cierto) o Narcos. Y hay algo en esa indefinición estética que se traslada de igual forma al concepto global de la serie: MINDHUNTER busca en el quedarse a medio camino su propia razón de ser. Tirando de metáfora se podría decir bucea en sus intersticios –zonas donde la acción se detiene- lo suficiente para no ahogarse y sabe cuándo acelerarse para ganar el interés gran público. Pero aun así sigue en zona de nadie: en ese punto en el que trataron de encontrarse The Killing (2011) y The Fall (2013), sin lograrlo. Mal síntoma es que uno piense que casi sería mejor ver un documental con las entrevistas a los serial killers. Buen síntoma es que, cuando se acaba la serie, uno se quede con ganas de más. Habrá que esperar a la segunda temporada (anunciada para 2018) para ver qué nos dará de sí el asunto. Porque hoy por hoy no lo tenemos nada claro.

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