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    Perros de paja (Straw Dogs)
    Críticas
    3,5
    Buena
    Perros de paja (Straw Dogs)

    El sitio de Stalingrado

    por Eulàlia Iglesias

    Aunque directores como Gaspar Noé lo han intentando con todas sus fuerzas, casi nadie haconseguido rodar una secuencia de violación tan polémica como la de 'Perros de paja' (1971) deSam Peckinpah. Frente el regodeo en un supuesto hiperrealismo que esgrimió el responsable de'Irreversible', el director de 'Grupo salvaje' jugó otra carta, más allá de la representación explícita dela violencia, para incomodar al espectador: la ambigüedad. Tanto la actitud a lo largo del film delpersonaje femenino como su sometimiento ante el ataque de su ex novio son una invitación a queel pensamiento "se lo ha buscado" cruce por la mente o el inconsciente de algunos espectadoresque ya no pueden enfrentarse a un acto abyecto desde el rechazo total y absoluto. No es de extrañarque Molly Haskell considerara esta secuencia un ejemplo paradigmático de la teoría que desarrollaen "From Reverence to Rape", libro fundacional de los estudios feministas. La violación en estapelícula, así como en otros títulos de los setenta, no resultaría una manifestación más dentro de unambiente de violencia generalizado sino el castigo impuesto a unas mujeres que desafiaban con unasexualidad abierta y activa el dominio patriarcal. Y el supuesto realismo de la escena se convertiríaen la excusa para justificar la deriva voyeuristica del punto de vista, sin duda mucho más perversaen el caso de 'Irreversible'.

    Posiblemente fue esta secuencia la más difícil de encajar para Rod Lurie, el director de la nueva'Perros de paja'. Porque, siguiendo cierta corriente contemporánea de "actualización" del cine deterror y violencia de los setenta, la película que ahora nos ocupa es un remake casi calcado delfilm de 1971 y no una nueva adaptación de la novela en que se inspiró Peckinpah, "The Siege ofThrencher's Farm" de Gordon Williams, en la que, por cierto, no existe la escena de la violación,ni el ex novio, ni los juegos de seducción entre el personaje del discapacitado y la adolescentelolítica ni, en resumen, ningún tipo de argumento sexual que subyazga en la explosión de violenciaculminante.

    Lurie resuelve el reto desbrozando la historia de esa salvaje misoginia que supuraba cada fotogramadel film de Peckinpah, y que a día de hoy aparece más que trasnochada. La Amy contemporánea,muy bien encarnada por Kate Bosworth, no resulta tan irritante, inmadura y caprichosa como supredecesora. Sin que por ello se eliminen las tensiones sexuales y los interrogantes sobre los rolesde género que son el quid del 'Perros de paja' cinematográfico. Aquí se mantienen todos los posiblesmalentendidos sobre cómo debe actuar una mujer en torno a su propia sexualidad ante otroshombres que pueden desearla y, sobre todo, cómo se espera que reaccione un hombre cuando ve suhogar en peligro. El proceso de conversión del protagonista, un guionista que está escribiendo unapelícula sobre el sitio de Stalingrado, de hombre pacífico y educado que quiere dirimir las disputasde forma civilizada a bestia asediada capaz de cualquier cosa para defender su guarida de un ataquede paletos de pueblo sigue siendo la espina dorsal del film.

    La diferencia más importante entre las dos películas es la localización. Lurie traslada la historiadesde Gran Bretaña a un pueblo del Mississippi donde todavía se notan las consecuenciasdel Katrina. De esta manera, el film entronca de forma casi natural con toda esa tradiciónnorteamericana en que el profundo sur deviene un territorio hostil para cualquier extranjero (y allíser angelino ya equivale a pertenecer a otra cultura) hasta el punto que los locales son capaces dereaccionar de la manera más violenta para solventar una incursión no deseada de norteños. Y, ni quesea porque Lurie ha absorbido las mejores enseñanzas de Peckinpah, esta 'Perros de paja' tambiénconsigue conservar lo mejor del film original: el incómodo sentimiento de una hostilidad latente queva acumulándose como en una olla a presión a punto de estallar.

    A favor: El trasplante geográfico.

    En contra: Para bien o para mal, no impacta como el film de 1971.

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