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    The Equalizer: El protector
    Críticas
    3,0
    Entretenida
    The Equalizer: El protector

    Contra los prejuicios

    por Quim Casas

    No deja de resultar curiosa la falta de memoria y perspectiva crítica que se produce hoy mismo, en 2014, cuando tantos tabús y prejuicios deberían estar erradicados en la práctica de cualquier análisis sobre obras de arte o de consumo. Hubo un tiempo en que John Ford era un cineasta fascista o un cineasta progresista según qué película de las suyas tocara en suerte: si era Cuna de héroes, Ford resultaba un militarista, pero si se trataba de El gran combate, ay, entonces Ford era el primero de los realizadores clásicos en restituir a los indios su dignidad en una pantalla y, por lo tanto, era un director pro-indio y, sobre todo, progresista. Lo mismo podríamos decir de Clint Eastwood (tildado de fascista con Harry el sucio y elevado al panteón de la progresía por su manera de tratar la adicción de Charlie Parker a la heroína en Bird) o de Sam Fuller, quien se río de todos argumentando que él era un anarquista de derechas.

    Perdonen el largo prólogo sin citar en ningún momento el filme que nos ocupa, ni a su director o su actor. Pero, y sin pretender comparar a Antoine Fuqua con ninguno de los directores mencionados, algo similar ocurre con el responsable de The Equalizer (El protector). Ahora, tras su pase en el festival de San Sebastián, resulta que Fuqua es un director poco menos que fascista cuando no hace tanto, a raíz del estreno de Los amos de Brooklyn, se le consideraba un estimable cineasta que mostraba las taras y corrupción del sistema a medio camino entre el estilo de la generación de la violencia (Los nuevos centuriones de Richard Fleischer sería el referente) y el del thriller setentero representado por Sidney Lumet.

    Tras retratar sin ambages y sin condena moral, mostrando antes que enjuiciando, a un policía corrupto en Training Day (Día de entrenamiento), Fuqua vuelve a aliarse con Denzel Washington para desarrollar un personaje tan o más ambiguo que aquel. Inspirado en el protagonista de la serie homónima de los ochenta, el héroe de The Equalizer es un nuevo prototipo de justiciero urbano que en nada se parece a los representados tiempo atrás por Charles Bronson, Steven Seagal o Chuck Norris y que, en todo caso, deja evidentes contradicciones como las que pueden atisbarse en la figura del inspector Harry Callahan, aunque no todo es negro ni aún menos blanco, como una determinada crítica parece convertir en axioma.

    Cierto que The Equalizer carece de la espesura dramática de Training Day y Los amos de Brooklyn, pero el mecanismo de relojería elaborado por Fuqua es casi perfecto. Además, ¿por qué no saludar un ejercicio ante todo lúdico por encima de consideraciones que, según quien sea el cineasta a estudiar, nos saltamos a la torera en función de simpatías o vanas disquisiciones autorales que, al parecer, ahora toca rehuir en el caso de Fuqua? Que el personaje encarnado por Washington se disponga a impartir justicia a su manera ya que el sistema es incapaz de proteger a los desprotegidos no quiere decir que Fuqua sea partidario de las patrullas urbanas armadas o de los justicieros que, como en el caso de su filme, se arman de taladros o cualquier artilugio para vencer a sus rivales e instaurar el orden. Sam Fuller siempre tuvo muy claro esto de las ideologías en los relatos de ficción pero le dieron hostias desde todos los lados. Fuqua va por el mismo camino pese a que nadie en su santo juicio puede tomarse en serio lo que muestran The Equalizer o la anterior Objetivo: La Casa Blanca.

    A favor: Las pausas antes de los momentos de acción.

    En contra: Que ya esté estigmatizada como una película fascista.

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