Mi cuenta
    Animals
    Críticas
    3,5
    Buena
    Animals

    Indie peluche

    por Quim Casas

    El primer largo de Marçal Forès es el retrato de una adolescencia fracturada, de sus miedos, incertidumbres, escapadas y fantasías. Hay varios personajes de entidad y una serie de situaciones corales que desembocan en la larga secuencia pre-final en la escuela británica, donde se rebelan ciertos ecos del If... de Lindsay Anderson mezclados con la iconografía de Halloween, pero el protagonismo lo asume el joven Pol, alguien que ha tenido otra infancia y otra juventud -vive con su hermano, un mosso d'esquadra, en una casa apartada en la montaña -y se refugia en la música (toca la guitarra eléctrica), el cómic (acaba intrigado por las laceraciones y transformaciones de la carne en la obra maestra de Charles Burns, Agujero negro), la relación de amistad con una joven de su misma clase, la fascinación que ejerce sobre él una chica misteriosa y un nuevo alumno y la convivencia cotidiana con un pequeño y animatrónico oso de peluche llamado Deerhoof, con quien habla (en inglés), ensaya música (el oso toca la batería con un estoicismo digno del percusionista de The Cramps) y comparte sus experiencias más íntimas. Nota a pie de página y aviso: nada que ver con el Ted de Seth MacFarlane.

    Animals es una película indie en el sentido más amplio de la palabra, y no por cuestiones de producción, sino por su misma filosofía: el propio relato, los matices de su puesta en escena en abismo, la utilización argumental del citado cómic de Charles Burns o la música de bandas contemporáneas al propio Florès, entre ellas Los Claveles y Los Bananas, cuyas canciones ‘fuera de la industria' sirven de fuente de inspiración para situaciones concretas del relato o reproducen a la perfección el estado de ánimo en el que se encuentra el protagonista, solo con sus fantasmas, solitario frente a sus demonios, fracturado entre una realidad y una fantasía que el realizador catalán mezcla muy bien.

    La adolescencia puede ser mostrada de muy distintos modos en cualquier arte de representación, de las gamberradas de la actual comedia estadounidense al citado filme de Lindsay Anderson sobre la revuelta anárquica pasando por los cómics de Burns, Peter Bagge, Adrian Tomine o Daniel Clowes. Florès, más cerca de Anderson y de Burns, no solo porque los incorpora de distintas maneras a su propio relato, sino porque comparte con ellos ese punto de rebelión poética que siempre da la óptica fantástica, aquella textura narrativa en la que se funden y confunden la realidad y la imaginación. El resultado es abierto y libre, un filme que ya no resulta inusual para una cinematografía que va dejando atrás viejas ataduras, ligaduras y fantasmas represivos en busca de nuevas vías de expresión.

    A favor: ese clima entre realidad y sueño que se logra durante todo el filme, la manera de integrar aquello que parece fantasía en la cotidianidad.

    En contra: algún que otro exceso controlado en los pasajes finales.

    ¿Quieres leer más críticas?

    Comentarios

    Back to Top