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    ¡Rompe Ralph!
    Críticas
    4,0
    Muy buena
    ¡Rompe Ralph!

    El videojuego perfecto

    por Alejandro G.Calvo

    Vaya por delante que no soy, ni de lejos, alguien especializado en el mundo de los videojuegos (como en tantas otras cosas). Así que es normal que la orgía de objetos animatrónicos, cuerpos pixelados y metamorfos de última generación que pueblan ¡Rompe Ralph! (Wreck-It Ralph) me resultan ajenos incluso en su labor metasimbiótica -cuando aparece un clon virtual disneyano en sustitución del animatrón homologado pertinente-, de ahí que el aparato nostálgico que funcionará con millones de espectadores de todo el mundo a mí me tiene en esa zona de nadie (o zona de raros) de los que eligieron los libros y las películas como vía de escapismo del mundo real por delante de los que consumieron miles de horas delante del Super Mario World (no se entienda esto como un comentario conservador: me hubiera encantado perderme en esa galaxia del entertainment pulida en código binario).

    Valga dicha digresión de arranque para puntualizar lo que ya debería ser obvio: ¡Rompe Ralph! es probablemente la mejor cinta de animación del año por las mismas razones que lo suelen ser las películas de Pixar: la combinación ganadora que surge de intermezclar un guion inteligente, una pasión desorbitada por el diseño de la imagen -son tantos los elementos que aparecen en el plano que podríamos estar delante de una viñeta de Moebius- y un enganche emocional con el espectador que parte de lo naïf para acabar abrazando los principios morales que han definido el espíritu Disney desde Blancanieves y los Siete Enanitos. Así que si la ética, por ñoña, es la pata coja de la factoría lo mejor es deleitarse con la primera media hora de la cinta: un chute de ideas que fluye como una cascada partiendo de la reformulación del principio animado de Toy Story -ahora no son los juguetes los que cobran vida cuando los humanos no les miran, sino que son los personajes de los juegos de las máquinas recreativas los que adquieren alma ajena a su código de programación una vez se han apagado las luces de la sala- con la diferencia de que, en este caso, no estamos delante de un solo mundo virtual, sino de cientos de ellos (tantos como juegos de ordenador), cada uno con su particular leit motiv existencial, su distinta definición plástica (la película es un viaje desde la prehistoria del videojuego hasta la más radical actualidad) y su cinética virtual. En resumen: en un mismo plano -por ejemplo: la sesión de "villanos anónimos" que abre la obra- podemos ver una decena de personajes que responden a distintas leyes de la física, dando como resultado un deleite audiovisual sobrellevado por un guion ágil con un gran número de golpes de humor capaz de noquear al más valiente.

    Para cuando la película enfila su corpus dramático -el villano Ralph irrumpe en un videojuego formado por chucherías en continua competición de velocidad amenazando la existencia tanto de ese mundo como del suyo propio- uno ya está vencido. Su póker de personajes protagonistas han logrado conectar lo suficiente con el espectador como para que el peaje ñoño que contrapone a héroes y villanos quede relegado a mera anécdota argumental. De ahí que se pueda afirmar sin temor a equivocarse que aunque ¡Rompe Ralph! carece de la excelencia de las mejores obras de Pixar -Buscando a Nemo, WALL-E, Up, Toy Story (1, 2, 3)- posee su mismo espíritu lúdico. Vaya, que es una película excelente, tremendamente divertida y altamente imaginativa en la que uno se adentra cómo quien protagoniza un videojuego. Ahora, que seas el héroe o el villano, ya tanto da.

    A favor: Su despliegue inacabable de ideas e imágenes.

    En contra: Que no se estrene en V.O.S. (Sarah Silverman toca el cielo poniendo voz a la tronchante Vanellope).

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