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    Llévame a la luna
    Críticas
    3,5
    Buena
    Llévame a la luna

    Hasta el infinito y más allá

    por Beatriz Martínez

    El director Pascal Chaumeil, curtido en la televisión desde los noventa, debutó en el largometraje hace un par de años con una comedia romántica, 'Los seductores' (2010), que nos devolvía todo el espíritu sofisticado del género con ese toque chic francés tan característico, que emanaba notas dulzonas de perfume caro y que desprendía un encanto natural gracias a la química entre la pareja protagonista, Vanessa Paradis y Romain Duris.

    La película se convirtió en un auténtico éxito de taquilla en Francia, lo que le abrió las puertas al director a la hora de realizar su segundo trabajo e incluso el tercero, porque su primera experiencia internacional, 'A long Way Down', con Pierce Brosnan, basada en la novela de Nick Horby, ya se encuentra casi terminada.

    En el caso de 'Llévame a la Luna', nos encontramos ante una continuación natural de su primera película: Una comedia romántica con mucho encanto basada en la presencia de dos intérpretes con carisma (en este caso Diane Kruger y Dany Boon) capaces de llenar la pantalla con mucha chispa. Se trata de una combinación explosiva, y precisamente en el choque entre sus personalidades opuestas, se basa casi toda la película: Ella una chica fina y remilgada con glamour y él bastante más tosco y un poco simplón, lo que también se traduce en la propia forma de actuación de cada uno de ellos, Diane Kruger más hierática y distante mientras que Dany Boon se revela de nuevo como un devorador de planos con su rotunda comicidad física y verbal.

    Los dos, en cualquier caso, están espléndidos y son el núcleo de la película, que de alguna manera, como también pretendía 'Los seductores', intenta recuperar una tradición del Hollywood clásico, de la screwball comedy y de las filmes de Frank Capra, como 'Sucedió una noche' (1934), aunque en este caso mezclando todo eso con la propia tradición francesa de la que también bebe directamente.

    Aquí además se le aporta un punto cosmopolita a través de una trama viajera que nos lleva desde el desierto del Kilimanjaro hasta el invierno de Moscú. Todo para contar la historia de amor imposible entre dos personajes incompatibles que terminarán por no poder vivir el uno sin el otro. No importa saber el final, porque lo importante es el desarrollo, la forma en la que el director nos conduce con toda la desfachatez del mundo por un guion imposible en el que los gags y las situaciones más insospechadas terminan por ir dotando de consistencia a los seres que las protagonizan en medio del espíritu sainetesco que domina la función.

    Entre el ataque de un león, una boda zulú, los pinchazos de anestesia en la cara, los bailes rusos, las cremas depilatorias y las borracheras de vodka, vamos aprendiendo a querer a Isabelle y Jean-Yves. Puede que no nos lleven a la Luna, pero lo cierto es que la película, sí que intenta de alguna manera alejarse de los estándares del cine de sentimientos románticos habitual, despreciando el amor perfecto y apostando por un tipo de relación más aventurera e inesperada. Una película llena de desparpajo que nos conduce a los terrenos más insospechados de la mano de dos actores en estado de gracia.

    A favor: Diane Kruger y Dany Boon.

    En contra: La premisa, el punto de partida del guion, es un poco tonto.

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