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    Más Abnegación que Osadía

    por Daniel de Partearroyo

    La relación de Hollywood con el público juvenil sigue enfocándose a través del éxito desorbitado de sagas recientes como Harry Potter, con amplio beneplácito de crítica y público, y Crepúsculo, mucho más circunscrita a determinado nicho de espectadores. Mientras Los juegos del hambre tomaba el relevo respetable en el imaginario de fantasía juvenil de la taquilla, no han sido pocos los intentos surgidos durante los últimos años con los que unos cuantos estudios cinematográficos han iniciado sagas de similares características estilísticas y narrativas que han ido quedando por el camino. A ese ecosistema turbulento y reñido llega Divergente como adaptación de la novela homónima de la autora Veronica Roth, tomo inicial de una saga de tres volúmenes, donde encontramos reiteraciones de varias características compartidas con anteriores muestras del género: ambientación en un futuro distópico marcado por férreo autoritarismo político, división de la sociedad en grupos incontaminables, protagonista adolescente y tímida que irá aprendiendo a utilizar sus fortalezas para mantener su individualidad y derrocar el injusto sistema reinante mientras asume la separación de sus seres queridos y descubre el amor adulto, etc. La partitura de base es tan conocida que sólo queda ver cómo funcionan los arreglos incorporados y el nivel de la ejecución.

    Lo primero, procedente del original literario de Roth —adaptado paso a paso para no soliviantar ni correr el riesgo de poner en contra a la base de lectores que convirtió el libro en bestseller—, expone una Chicago futura y postbélica, organizada según la pertenencia de sus habitantes a cinco facciones diferenciadas, cada una con su propio rol social: Verdad, Erudición, Concordia, Osadía y Abnegación. En la última es donde ha nacido la protagonista Tris (Shailene Woodley), pero la inclusión definitiva en una facción no se fija hasta que los ciudadanos cumplen 16 años. Entonces, en una ceremonia de iniciación con pacto de sangre incluido, cada uno decide dónde pasará el resto de su vida. El test de aptitud de Tris no es nada concluyente a la hora de determinar su facción; no es unidimensional, pertenece a uno de esos desarreglos marginales conocidos como Divergentes. Finalmente elige abandonar Abnegación y enrolarse en Osadía, cuya fase de entrenamiento da al filme la oportunidad de recuperar el recurso al relato escolar de las primeras entregas de Harry Potter y fusionarlo con la amenaza latente contra las desviaciones del sistema que sirve de motor a Los juegos del hambre. Todo ello, bien mezclado con los picores hormonales que Tris empieza a desarrollar hacia su instructor Cuatro (Theo James) en una coctelera de hitos temáticos de la literatura juvenil reciente.

    ¿Qué hace el director Neil Burger con ese material? Con técnica artesanal y poca implicación creativa, dispone los acontecimientos de manera transparente, esperando que eso sea suficiente para contentar a los fans del libro y entretener a los neófitos, aunque el desaprovechamiento de espacios —la lúgubre base de Osadía, los lugares abandonados de la antigua Chicago— sea reprochable tanto a su lacónico ímpetu visual como a un diseño de producción que tampoco ha querido asumir ningún riesgo. Puede sonar a insensatez hablando de un producto de estas características, pero Divergente termina siendo una película de actores. Son ellos los que mantienen el espectáculo, con más intensidad que las imágenes planas de Burger. Los más jóvenes dan corporeidad a las relaciones de compañerismo y competitividad que surgen entre los iniciados —aunque si uno quiere comprobar el auténtico talento de Shailene Woodley y Miles Teller la película que debería ver es The Spectacular Now (James Ponsoldt, 2013)— y los veteranos, con Kate Winslet a la cabeza, no sudan al aportar el aura de respetabilidad y profesionalidad que se les reclama. Pese a su machacona llamada a la rebeldía, Divergente no abandona ni cuestiona en ningún momento los raíles formulaicos sobre los que ha sido trazado su recorrido para llegar a buen término; opta por la Abnegación antes que por la Osadía.

    A favor: La confianza en el apartado actoral con nombres de futuro (Woodley, Teller, sorprendente Zoë Kravitz) y de solvencia indestructible (Winslet).

    En contra: La sensación de primer capítulo introductorio de un relato que puede dar más de sí.

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