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    Cuento de invierno
    Críticas
    2,0
    Pasable
    Cuento de invierno

    Psicotroníafabuladora

    por Beatriz Martínez

    He aquí una de las películas más psicotrónicas y demenciales de la temporada. Si el tráiler ya apuntaba maneras, asistir al espectáculo de ver la película entera, no tiene desperdicio. ¿Qué por qué? Son muchas las razones y difíciles de explicar si no queremos destripar alguno de sus momentos más míticos. Solo diré que si una escena es capaz de dejarle a uno con la boca abierta pensando no puede ser lo que estoy viendo, la siguiente, termina por anonadarte todavía más.

    Y es que el director Akiva Goldsman ha tirado la casa por la ventana en su primer largometraje como director, después de haber sido guionista de cintas tan prestigiosas como Una mente maravillosa, de Ron Howard, de haber adaptado los dos libros de Dan Brown a la pantalla y de dirigir muchos de los episodios de la estupenda series syfy Fringe. Como si de todo este ecléctico maremágnum quisiera realizar un cóctel nonsense, en el que se aglutina la historia de amor decimonónica, la épica trágica romántica, el culebrón, el relato fantástico y los viajes en el tiempo, Akiva juega a la alquimia imposible jugando con elementos de todo tipo y procedencia: ángeles, demonios, caballos voladores, damas enfermas de tisis, Colin Farrell con un peinado imposible y hasta Will Smith ejerciendo de príncipe de las tinieblas de pacotilla. Así es Cuento de invierno, tan delirante que casi resulta imposible despotricar sobre ella, porque si hay algo que se agradece de verdad a estas alturas, es que una película sorprenda, ya sea para bien o para mal. Y esta sin duda, te deja con la boca abierta.

    Uno realmente se pregunta cómo actores tan normalmente serios como el propio Colin Farrell o Russell Crowe y Jennifer Connelly, han aceptado participar en semejante extravagancia. Pero ahí están, dándolo todo, sin miedo al ridículo, lo que hace que todavía todo sea mucho más extraño y anonadante.

    Cuento de invierno es una fábula para niñas cursis que todavía creen en el amor puro. Su argumento es tan naíf que provoca sonrojo. Pero los elementos que lo adornan consiguen que todo eso pase a un segundo plano y que, aunque todavía no seamos capaces de entender muy bien de qué va todo esto, nos sintamos con la necesidad de defenderla por encima de lo que realmente es: un auténtico despropósito.

    A favor: Que no tiene ni pies ni cabeza.

    En contra: Que no tiene ni pies ni cabeza.

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