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    El consejero
    Críticas
    3,5
    Buena
    El consejero

    Sexo, drogas y verborrea

    por Alejandro G.Calvo

    Benditas sean todas esas películas que nacen para confundirnos. Que nos noquean sin piedad frente a lo inesperado de su propuesta. Acostumbrados como estamos a que el mainstream americano produzca una y otra vez el mismo tipo de películas asépticas, repetitivas e infladas a anabolizantes, lo normal es que nuestro cerebro se desconfigure ante propuestas como 'El consejero' que, más que una nueva película de Ridley Scott –aunque la inviolabilidad de su versátil mirada está presente en cada plano de la película-, es sobre todo una apuesta literaria más del enorme Cormac McCarthy, esta vez plasmada directamente en imágenes que van de lo descabellado a lo demoledor, de lo sublime a lo ridículo, del exploit ultraviolento a la gran tragedia americana.

    Es cierto que algo falla en las imágenes de 'El consejero'. Algo así como si existiera otra película –quizás mejor, quizás peor, quién sabe- agazapada tras el exabrupto diletante que ha acabado siendo. La idea de este texto es defender dicha bizarrada como una rara avis made in Hollywood a la que hay que prestar mucha atención para denotar el alcance de sus cargas de profundidad. Por un lado tenemos una película-hablada que se toma muy en serio cada frase que escupe, ya sean razonamientos metafísicos, mini-relatos necróticos o chistes de chaperos a la espera de una nueva dosis de MDMA. Podría parecer que estamos en zona tarantiniana –también hay algo de cultura pop mascullada entre dientes apretados- pero lo cierto es que los diálogos del film, además de ser 100% Cormac McCarthy -¿alguien dudaba que un texto fílmico del autor de "Meridiano de sangre" no iba a ser cruel, violento e inmisericorde?- conectan de forma directa con la pasión por la palabra escrita de un Manoel de Oliveira o del David Cronenberg de 'Una terapia peligrosa' y 'Cosmopolis'. Es cierto que el peso del texto escrito, o más bien dicho, la de su literalidad a la hora de plasmarlo en imágenes puede llegar a padecer atrofia narrativa, como si las imágenes quedaran en un segundo plano por detrás de las palabras. Y luego está algo que encuentro particularmente jocoso: el poner a toda una gama de estrellas de Hollywood –Brad Pitt, Javier Bardem, Michael Fassbender, Cameron Diaz, Penélope Cruz- a declinar sobre lo divino y lo humano, a citar a Machado y lanzar metáforas sobre el perdón y la culpa, todo ello mientras se contonean por la pantalla con sus peinados imposibles, enseñando la suficiente carne como dar carácter orgánico a su actitud impúdica y, finalmente, realizando todo tipo de actos extremos difícilmente aceptables en cualquier otra producción "para todos los públicos".

    Y es que en la película de Scott igual se tiene una hermosa charla alrededor de la pureza y características de los diamantes como se detalla con minuciosidad la operación de un sicario destinada a decapitar a un correo exprés. La ruptura dramática pasa por demoler cualquier canon popular preexistente: aquí se busca lo esquinado, lo raro, lo inconcebible. En ocasiones no lo consigue –la metáfora con los guepardos cazando liebres ronda lo naïf-, en otras queda un chiste inexplicable –la secuencia en el confesionario entre Cameron Diaz y Edgar Ramírez- y en muchas otras es un triunfo tremendamente demoledor: la secuencia de sexo con el coche pasará a una antología del cine bizarro, además de servir de perfecta píldora-secuela a la obra maestra de David Cronenberg 'Crash'. A McCarthy, como a Almodóvar o a Tarantino, parece que le gusta escucharse, sabe que su material es jodidamente bueno y es mérito de Scott el que haya respetado hasta la última coma del texto. El resultado final es esta película salvaje, extraña y desconcertante, más cerca de un poema diabólico de John Cooper Clarke o de un cómic bañado en sangre de Garth Ennis que de un nuevo título del creador de 'Gladiator'. Estoy convencido de que a Donald Siegel y a Samuel Fuller les habría encantado. Como a mí, parece ser (he tenido que llegar al final de la crítica para entenderlo).

    A favor: "I'm going to fuck your car".

    En contra: "Caminante no hay camino, se hace camino al andar".

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