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Lourdes L.
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3,0
Publicada el 13 de julio de 2014
Octubre de 1990, el muro de Berlín cae y Alemania se unifica en un sólo país, un estado que sólo ahora comenzará a sacar sus deduas, vergüenzas y sinsabores, miedos y traumas pendientes que a día de hoy aún no están resueltos y cuyos escondidos restos están esparcidos sin dignidad ni pudor al lado mismo de sus sufridas víctimas. Sientes un gran respeto y admiración por el filme, asombrada mirada de tensión y decoro por unos hechos reales acontecidos prácticamente ayer mismo que hielan la sangre y paralizan el corazón, un punzón cortante oculto durante años y puesto en marcha por la búsqueda ardua de una justicia universal que a nadie va a contentar y a pocos compensar pero tan necesaria y solicita como el respirar. Maas y Kaufmann realizan un trabajo sobrio y muy sereno, de gran tirantez y hostilidad emocional, un encorsetamiento afectivo de rigidez asfixiante que lleva a una condena devastadora cuyas fatídicas consecuencias recaen sobre el inocente espíritu de quien más sufrió entonces y más va a padecer ahora. Personajes muy consistentes y de agradecida solidez constructiva para un argumento tan frío en su narración como cálido en su explosión, ardiente volcán interno de emociones que se mezcla con la felicidad de un existir que será derrumbado cual fallida obra de cimientos corruptos por una base errónea y ficticia. Firmeza y fortaleza en las interpretaciones, claridad y contundencia en el guión, diálogos tenaces e impasibles que permiten una asequible afinidad, atónita involucración sentimental que envuelve un ambiente enrarecido y cuyo respirar se va ralentizando hasta asfixiar y provocar la muerte de todo lo conocido. Una narración veraz, cruel y despiadada de formato esquelético sin adornos ni florituras sobre hechos que conviven en nuestra sociedad cual errante alma en pena que deambula solitaria hasta lograr sanar su herida y descansar en una merecida paz que revuelve el estómago, altera el descanso y paraliza el caminar, un demonio infiltrado expuesto a la luz del sol cuya maldad y ferocidad no es tan obvia ni transparente, un forzoso despertar a la verdad que destroza el alma y derriba la humana existencia de quien es arrastrado sin pena, lástima o piedad al pozo del martirio y el horror. Intuición poco dificultosa que te adelante con facilidad la verdadera identidad de esta víctima-verdugo acorralada cual animal cazado que sabe cual es su destino, un final abrupto para ella y agónico para todos los que la quieren que amplía la confusión y extiende el sufrimiento. Un aterido y congelado drama de gran fuerza y potencia que sin permiso ni benevolencia lo desplaza todo, devora las entrañas y quema tu sensibilidad más íntima, ese espacio propio que debería estar protegido y a salvo de seres malignos y demonios disfrazados. No es tan impactante como pudiera pero sí lo suficiente para informar, denunciar y emocionar.
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4,0
Publicada el 23 de octubre de 2020
Corre el año 1990 y el proceso de reunificación alemana está en curso. Katrina (Juliane Köhler) vive en Bergen con su familia noruega y emprende un viaje relámpago a una ciudad de la ex República Democrática Alemana (RDA) ¿qué consecuencias tendrá en su vida este nuevo escenario político? Simultáneamente, es visitada por un abogado para que querelle al Estado Noruego ya que éste se prestó al programa nazi Lebensborn, por el cual los hijos de los alemanes ocupantes con mujeres arias en los países ocupados eran enviados a Alemania para su crianza en orfanatos especiales, suerte que también sufrió Katrina en su momento.
La historia de Katrina entrelaza un drama sobre la identidad (en más de un aspecto) y sus dilemas con estos episodios no tan conocidos del racismo nazi y con otros de la historia de la Alemania comunista. La película se presenta como un puzzle con flash backs que nos ayudan a reconstruir el pasado de Katrina, que sin nunca perder de vista el drama, va agregando elementos de thriller con una tensión creciente.
La gélida Katrina está estupendamente interpretada por Juliane Köhler y el papel de su madre está a cargo de nada menos que Liv Ullmann.
En suma, un interesante y por momentos doloroso (aunque contenido) drama con elementos de thriller sobre una mujer marcada por una desdichada infancia víctima del programa Lebensborn del nazismo.
Gran película, a pesar de su aparente lentitud, te mantiene atento en todo momento. Va aumentando el ritmo mientras se va descubriendo toda la verdad. Muy recomendable para desintoxicar del cine comercial americano, un soplo de aire fresco.