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    Días de pesca en Patagonia
    Críticas
    2,5
    Regular
    Días de pesca en Patagonia

    Más historias mínimas

    por Quim Casas

    El director argentino Carlos Sorín decidió ponerle el título de 'Historias mínimas' a su tercera película, realizada en 2002 tras la relativa repercusión internacional –vía presencia en el reparto de Daniel Day-Lewis– de su anterior largometraje, 'Sonrisas de New Jersey' (1989). Había pasado más de una década entre filme y filme, y en esos trece largos años Sorín fraguó lo que iba a ser su obra en adelante, una sucesión de precisamente eso, historias mínimas, una suerte de vaciado del tiempo bien distinto al que ha propuesto Jim Jarmusch en toda su filmografía.

    A diferencia del director de 'Dead Man', Sorín si necesita de grandes o extravagantes temas a partir de los cuales desarrollar sus relatos en apariencia minimalistas, ya sea el culto rocambolesco a Maradona en 'El camino de San Diego' o la historia de un sicótico en 'El gato desaparece'. En todo caso, a veces prefiere operar sobre personajes y situaciones menos "espectaculares". 'Días de pesca en Patagonia' está en sintonía con 'Bombón el perro' o 'La ventana': personajes anónimos, de vidas agridulces o directamente agrias, enfrentados a una existencia parsimoniosa mientras la cámara confía más en el actor que en el propio relato.

    Hay matices, cierto, en la historia de este hombre de más de cincuenta años que sale de una cura de desintoxicación y encuentra refugia en la pesca de tiburones; al principio un hobby impostado, después casi una forma de vida. De nuevo personajes erráticos por una Argentina no menos errática; eso lo muestra muy bien Sorín: de aquí unos años, sus película podrán verse como un work in progress de la Argentina de finales del siglo XX y lo que llevamos siglo XXI.

    Pero la fórmula per se de la historia mínima aparece algo gastada, agotada, un recurso más que una forma expresiva, fragmentos dispersos de una vida aciaga, aunque a veces impere el humor sobre el sesgo trágico, con toques de sentimentalismo tardío que en nada benefician la rugosidad de otros pasajes y la determinación dramática de las interpretaciones, siempre un punto a favor en la obra de un cineasta argentino que se mueve entre la diferencia y el ansía de integración popular.

    A favor: una considerable contención tragicómica.

    En contra: que la fórmula de las historias mínimas ya sea eso, una fórmula.

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