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    Ataque a los titanes
    Críticas
    2,0
    Pasable
    Ataque a los titanes

    Metáforas inútiles

    por Carlos Losilla

    Los titanes son zombis gigantescos que deambulan por el exterior de un territorio delimitado por un gran muro, levantado en la última guerra que una humanidad diezmada mantuvo contra esas criaturas. Los titanes no tienen sexo, o por lo menos no tienen órganos de reproducción, a la vista de sus cuerpos macilentos y deformes, únicamente dedicados a engullir a todos los humanos que se les pongan por delante. Los titanes podrían ser la representación inconsciente de los temores de esa sociedad asediada, cerrada sobre sí misma, obsesionada por la disciplina y la organización. Los titanes están construidos a partir de efectos especiales que los hacen aún más extraños y amenazadores, como si se tratara de criaturas aberrantes, a medio camino entre la degradación de los mitos y el declive de la ciencia. Los titanes son criaturas post-humanas, que evolucionan en un entorno post-histórico, en el contexto de un escenario post-político y post-bélico, allá donde las guerras se limitan a escaramuzas y encuentros inadvertidos, irrupciones indiscriminadas de un horror sin nombre y sin explicación.

    Esta primera parte de Ataque a los titanes juega con la aparición intermitente de esos seres que, a su vez, provocan una peculiar dinámica en la sociedad humana que tanto los teme. Las relaciones sentimentales y sexuales, por ejemplo, están condicionadas por el sentimiento de fragilidad existencial al que aboca esa situación. En apariencia, el espectador sigue a dos muchachos y una muchacha a lo largo de unos cuantos años, desde el gran ataque de los titanes que destruye el muro hasta la persecución que un ejército improvisado lleva a cabo en escenarios cada vez más post-apocalípticos. Sin embargo, las parejas truncadas que provoca esa situación se reflejan en otras muchas figuras episódicas marcadas por el desamor y el sexo frustrado. Madres solteras que han perdido a sus hijos, guerreros que miran a las mujeres como a seres misteriosos e inalcanzables, pasiones que nunca hallan solución ni desenlace, incluso un bebé gigante/mutante que parece clamar por una atención que no se le concederá, encerrado entre las ruinas de una civilización que nunca fue la suya. El paisaje humano y social de esta película aparece eternamente marcado por una carencia afectiva que jamás se resuelve, como si los titanes fueran la representación de un delirio inconsciente que acaba dibujando un universo neurótico, incontrolable, fuera de toda norma.

    Por eso dudo a la hora de enfrentarme a esta película. Por una parte, esta fragmentación parece la causante de su construcción amorfa, de sus continuos cambios de enfoque y perspectiva, de su narración extravagante y discontinua. Por otra, es evidente que sus lagunas estructurales proceden de una gestión insuficiente del relato, de un descuido clamoroso de las reglas más elementales con las que se fabrican personajes y vicisitudes. Y también está claro que Ataque a los titanes quiere ser una película convencional, quiere contar una historia lo más claramente posible, lo cual nunca consigue. La proliferación de personajes secundarios y situaciones paralelas conduce a una sucesión de acontecimientos que roza el absurdo, que va de un sitio a otro sin ningún tipo de orden ni concierto, buscando únicamente una espectacularidad y una violencia que a veces, sin ningún motivo, se remansan en escenas dialogadas que se pretenden psicológicas, como si de repente a la película le interesaran sus personajes. Así, del cine de catástrofes en la tradición de Godzilla a las películas de persecución bélica, del relato apocalíptico a la fantasía adolescente, Ataque a los titanes serpentea buscando la escena más gore o el momento más exaltado, sin encontrar otra cosa que una colección de estampas de una ciencia ficción definitivamente posmoderna, ocasionalmente vistosa pero nunca convincente.

    A favor: un clima tan surrealista y aberrante que no admite réplica.

    En contra: no sabe ordenar ni uno solo de los elementos interesantes que pone en juego.

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