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    Tár
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    El primo de Gustavo
    El primo de Gustavo

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    4,0
    Publicada el 8 de febrero de 2023
    "Tár" es la vuelta triunfal a las salas de uno de nuestros pianistas favoritos de la historia del cine. Es un estudio de personajes que pone bajo el foco a Lidia Tár, una brillante compositora y directora de orquesta que está cerca de llegar a lo más alto de su carrera profesional

    Desde el primer minuto hasta el último, la película nos pone en la piel de Lydia Tár en todo momento. Se identifica tan estrechamente con su perspectiva que incluso representa varios de sus sueños; sin embargo, a pesar de meterse en su cabeza, Field no se molesta en mostrar lo que sabe de sus relaciones con dos de los personajes clave de la película; no transmite lo que Lydia sabe de sus fechorías ostensibles, ya sea con flashbacks, monólogos internos o los detalles de las investigaciones.

    La película parece querer hacer esto en dos sentidos: sostiene la perspectiva de Lydia con respecto a la música, sus relaciones profesionales y su estética diaria, mientras cultiva cuidadosamente la ambigüedad con respecto a lo que se le acusa a Lydia. para señalar con el dedo a los personajes que se apresuran a juzgar sobre la base de lo que se muestra (o lo que no se muestra). Al eliminar las acusaciones, Field muestra qué narración encuentra lo suficientemente significativa como para ponerla en pantalla. Al filtrar la subjetividad cinematográfica de Lydia para incluir sueños inquietantes pero no recuerdos inquietantes, muestra qué aspecto de su personaje realmente le interesa. Al permitir que su pasado sea definido por su currículum, demuestra que él también está cautivado por él y tiene poco interés en ver más allá.

    El método con el que Field controla el ritmo y enfoca la perspectiva de los personajes son algunos de los mecanismos más efectivos de la película. La primera mitad es una descripción a fuego lento del proceso de Tár como directora y del universo que se ha formado alrededor de ella. Tár está en su elemento, y su rutina y el metrónomo de la película se mantienen firmes. Esta primera parte, podría ser un muro para la mayoría de espectadores, al no “pasar nada” y tener largos diálogos llenos de tecnicismos. En manos de otro director, esta historia sería inaccesible para la mayoría de las personas, pero no para Todd Field. En un primera parte brillantemente rodada, Field nos presenta el tablero y los peones que compondrán esta obra mastodóntica.

    Sin embargo, Field, pensando en sus fans más “movidos”, como no quiere la cosa, a mitad de película, da un volantazo para pasar de un Kiewlowski a Polanski para darnos unas de las segundas mitades más extremas y rompedoras de 2023. Una segunda parte en la que hará pasar a su aparente “invencible” protagonista por un infierno.

    La perspectiva de Tár se vuelve más inquietante a medida que avanza la película. Sucesos y elementos extraños se van sucediendo rozando en muchas ocasiones lo onírico y surreal. Quiero hacer un aparte para mencionar esa magistral escena del edificio abandonado, la cuál junto a la escena de Tobey Maguire en Babylon, se coronan como dos de las escenas más escalofriantes del año que de ninguna manera te ves venir. Volviendo a la crítica, que me voy por las ramas, Field en esta segunda mitad castiga a Tár con estas secuencias angustiosas e inquietantes, para representar esa constante presión de la culpa que intenta salir del subconsciente de nuestra protagonista.

    Field crea un estudio de personajes cautivador donde se exploran varios temas en un mundo frío que no está exento de humanidad. La película es una visión compleja llena de matices con una mirada mordaz y real de la figura ya vista del compositor pomposo y engreído, pero también de una persona salpicada de hipocresías arraigadas en profundos miedos a la imagen y al fracaso. spoiler: El final, aunque humorístico, cierra la película de manera conmovedora al quitarle a Tár la capacidad de mantener el ritmo de su propia vida en una forma de justicia poética de círculo completo.

    El mayor triunfo de“Tár” es desafiar la opinión de la audiencia sobre si el arte puede superar los defectos de los artistas y hasta dónde puede llegar un artista antes de ser cancelado. Tár es la persona que encarna estas difíciles preguntas, para bien o para mal. No corresponde a los cineasta responder a esta pregunta, sino a nosotros, los espectadores. Como el misterioso metrónomo que se enciende solo en medio de la noche en la casa de Tár, una vez que las cosas se ponen en marcha, nadie puede controlar el tiempo más.
    Héctor Clemente
    Héctor Clemente

    1 críticas Sigue sus publicaciones

    3,0
    Publicada el 8 de febrero de 2023
    Me interesa su reflexión, me intriga su protagonista, pero me distancia su narración.

    Mi criterio personal no juzga a través de la dualidad buena o mala película, sino que trato de comprender las intenciones y valorar la capacidad de la obra para transmitirlas. En este caso, entiendo que la película trata de constituirse como un ejercicio reflexivo que, sin embargo, no termina de integrarse completamente con la historia que se cuenta. Tár es, ante todo, una tesis introspectiva con forma de película. Esta descripción resulta ilustrativa de lo que son sus mayores logros y, al mismo tiempo, sus mayores debilidades. Me es imposible comprenderla como obra cinematográfica de pleno derecho, ya que, aunque presenta bondades técnicas e interpretativas evidentes, estas no consiguen elevar el relato a un plano de fascinación artística Considero que la construcción narrativa, haciendo uso de la parábola musical, es ciertamente disonante e impide que la atrevida tesis central trascienda el plano de lo analítico y se consagre como obra narrativa.

    Para comprender esta disonancia es necesario comenzar por el posicionamiento reflexivo, la tesis sobre la que se erige la trama. Esta contiene una decisión valiente y, posiblemente, controversial, la de materializar el abuso de poder como una cuestión autónoma y transversal al género. En este sentido, el poder se plantea desde abajo, en términos de Foucault, como una fuerza estratégica que parte desde las desigualdades en las condiciones internas de los sujetos y que existe en tanto que se acciona en las constantes micro-relaciones. A través de este planteamiento emerge el personaje de Lydia Tár, supurando poder y oponiéndose a la sujeción normativa. Desde la primera secuencia, una entrevista en la que se presenta la carrera del personaje, la protagonista, entre otras cosas, queda definida en su supremacía cínica al negar como mujer la naturaleza patriarcal de las instituciones. A continuación, su posición de poder queda nuevamente reafirmada en otra dimensión por contraproposición a la vulgaridad de otro director con el que conversa en un restaurante. Lydia Tár desborda narcisismo y se mira a sí misma como una agente de sentido legítima, con capacidad para interpretar las obras y trascenderlas de forma creativa. Esta premisa es fundamental, ya que es esta comprensión del poder como condición propia lo que confiere al personaje tanto su mayor virtud, el ímpetu artístico, como su mayor defecto, la inmunidad para ejercer el abuso y la tiranía sobre todas sus relaciones.

    Tár es una película concebida con inteligencia y construida con precisión para evocar un clima de extrañeza y conflicto con nosotros mismos. El constante paralelismo con la realidad funciona como referencia necesaria para posicionarnos como espectadores. Así pues, del mismo modo que hemos sido testigos de las acusaciones hacia algunos de nuestros ídolos y nos resistimos a admitir la decepción que suponen sus presuntos actos, en la película nos vemos vinculados emocionalmente con una protagonista que admiramos al tiempo que detestamos. Lydia Tár encierra una mirada fascinante, con una capacidad crítica envidiable y una fuerza creativa desbordante. Incluso, en escenas como la llegada al apartamento, en la que calma a su compañera con una delicadeza admirable, podemos detectar, bajo la capa de frialdad que luce con orgullo, un interior profundamente sensible del que emana todo su vigor artístico. No obstante, cómo ya había planteado, desde el primer momento, advertimos una egolatría palpitante, nos sumimos en su nube de superioridad inalcanzable. Desde luego, es un personaje que desprende cierto halo de falsedad e incomodidad, pero del que Cate Blachett se adueña a la perfección, encarnando toda su complejidad y ambivalencia con una empatía sin la que el relato se desmoronaría.

    Asimismo, el director, Todd Field, es diestro manejando esa intriga sobre el concepto de verdad y la presunción de inocencia. Nunca conocemos los hechos concretos, tal y como sucede en la experiencia de la vida, todo está encuadrado por los límites de nuestra subjetividad. Al contrario del mecanismo del suspense Hitchcockiano, en esta historia al espectador le faltan piezas del rompecabezas, tan sólo tenemos voces de acusación y la sugerencia de algunas pruebas sujetas a la interpretación. La cámara se sitúa en el presente y, por lo tanto, el pasado queda adscrito a todas los posibilidades que brinda su desconocimiento. Esto, cómo señalaba anteriormente, traslada a la pantalla toda la incomodidad y ambigüedad que surge ante la necesidad de emitir un juicio hacia una personalidad artística admirable como, en este caso, la maestro Lydia Tár. De este modo, la película nos posiciona como espectadores en un limbo sin respuesta moral acertada. La propia cinta, en un ejercicio autorreferencial, nos advierte en un diálogo acerca de la composición de Bach que lo interesante reside en la capacidad para proponer una pregunta, no tanto su resolución, al fin y al cabo, resolver una melodía es siempre un ejercicio de consonancia, dependiente siempre del acorde anterior. A través de esta premisa narrativa, la película nos enfrenta a nuestros propios enjuiciamientos más allá de la ficción cinematográfica. La condena nos pertenece a nosotros, somos los espectadores los que debemos posicionarnos a favor o en contra del destino de nuestra protagonista, del mismo modo que lo hacemos ante casos reales de semejante naturaleza. Esto, cómo detallaré más adelante, es un ejercicio interesante pero cuyo resultado final, genera cierta incomodidad, a mi entendimiento, no pretendida, durante el epílogo.

    Así pues, a pesar del audaz subtexto y el complejo planteamiento reflexivo, la película permanece lejos de la perfección. Personalmente, la frialdad que sentí al alcanzar el final del relato me produjo cierta frustración al abandonar la sala de cine. Intuía que las imágenes que había presenciado contenían algo poderoso, pero me encontraba tan distante y desapegado de la historia que no podía decir con rotundidad que me hubiera gustado. Lo cierto es que, a pesar de las interesantes ideas que ligan y cimientan la historia, la experiencia cinematográfica no me resultó demasiado atractiva. De este modo, al igual que identifico y valoro sus intenciones, me veo obligado a clarificar las razones por las que, finalmente, la película carece de impronta y se diluye en la insustancialidad.

    En primer lugar, cabe señalar que la película se conduce a través de un desarrollo lineal en el que se agolpan todas las subtramas alrededor de la representación la Quinta Sinfonía de Mahler para plantear los eventos a través de los cuales avanza la trama. No obstante, los mayores hallazgos emocionales se componen a través de un juego de sugerentes metáforas y dobles sentidos que moldean la forma de la narración. Es mediante estos últimos con los que su director trata de provocar reacciones, ataduras emocionales y, en general, corromper la atmósfera. Sin embargo, considero que los recursos narrativos que utiliza Field, en gran parte, son superfluos. Aunque hay algunas ideas en las que se intuye brillantez y se logran secuencias sugestivas de gran valor, el director abusa de insinuaciones falsas que no llevan a ningún lugar más que a la propia provocación emocional. Esto es especialmente apreciable en las numerosas escenas en la que los sucesos oníricos obtienen una plasmación física. Entiendo que estos recursos tienen como objeto adentrarnos en los remordimientos interiores de nuestra protagonista, pero la falta de continuidad en su tonalidad y en el valor narrativo, producen un resultado, de hastío, artificialidad y reiteración. Un ejemplo representativo de este argumento es el contraste entre la reacción genuina y profunda que me produce el abrazo a su compañera, anteriormente comentado, y esos gritos lejanos en un parque, los cuales se pierden en el vacío de su irrelevancia narrativa.

    Por otro lado, distingo cierta ruptura con el tempo en su apresurada última media hora, pero para explicar esto me veo obligado a advertir de la presencia de spoilers. Creo que el último golpe maestro de la película sucede en esa doble metáfora que sucede en la caída y en la desfiguración del rostro de Lydia Tár. Esta funciona, primero, como representación física de su villanía, aludiendo a todos los personajes clásicos cuyos rasgos deformes acentúan su carácter antagónico, y, segundo, como castigo divino ante su sumisión al pecado. A partir de ese momento, la narración se acelera abruptamente y los acontecimientos se acumulan transmitiendo al espectador una incredulidad distante. De pronto, toda la minuciosidad con la que se había tejido el relato da paso a un goteo de escenas en las que Lydia Tár se derrumba hasta su total desesperación en un clímax extraño en lo alto del escenario. Si, como decía la protagonista, el control del tempo es el mayor poder de un director de orquesta, también lo es en el caso de la cinematografía y Field lo descuida en su parte final. Llegamos, entonces, a ese epílogo en el exilio y, de nuevo, se retoma el tono reflexivo para que el espectador pueda posicionarse y juzgar: compasión o punición, empatía u odio. No obstante, tengo la sensación de que la deriva inmediatamente anterior es tan confusa que el paralelismo entre la realidad y la ficción se quiebra y el ejercicio reflexivo que se propone pierde gran parte de su sentido.

    La película cuenta con argumentos de gran valor para ofrecer un ejercicio reflexivo atrevido, incómodo y, en definitiva, sustancial: ideas sugestivas de puesta en escena, un personaje de gran complejidad perfectamente interpretado y matizado por Cate Blanchett, un acompañamiento de música clásica perfectamente integrado, etc. La película, por la tanto, es incuestionablemente interesante en su interior, pero su inconsistencia narrativa, produce una distancia insalvable. El camino propuesto por Field conduce a un precipicio de una altura que varía según el espectador; si se salva la caída es probable que se pueda disfrutar de una rica experiencia cinematográfica. En mi caso particular, la caída no es mortal, pero alguna fractura es inevitable, por lo que me quedo con el mérito de una propuesta reflexiva interesante en una película distante.
    Remi
    Remi

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    3,5
    Publicada el 6 de febrero de 2023
    “Hay emociones que solo se pueden expresar con música”.
    Tar es la fachada rota de una artista que arrasará con todo lo que se ponga de por medio con tal de llegar a su éxito personal.
    Es curioso como Todd Field nos muestra las dos caras de nuestra protagonista Lydia Tar, pero es cuando dirige o compone cuando realmente llegamos a comprender lo que siente, cuando Lydia se expresa y se libera por completo.
    El debate de si se debe separar la obra del autor que defiende la propia Lydia, se ve totalmente reflejado en ella misma al mostrarnos su lado más oscuro, egoísta, obseso, y por otra parte su inmenso talento tanto a la hora de componer y de dirigir.
    La ambición y el ego destruyen a nuestra protagonista que mide y controla el tiempo de su vida y el de su entorno en un símil magnífico al de dirigir una obra de música o una obra audiovisual.
    Por último destacar que todo lo mencionado anteriormente tiene un peso tan importante en la película gracias a la magnífica interpretación de Cate Blanchett.
    Álvaro de los Reyes
    Álvaro de los Reyes

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    5,0
    Publicada el 5 de febrero de 2023
    El regreso a la realización de Todd Field es una densa y profunda aproximación a la música clásica y su orquestración, dejando en el proceso muestra de múltiples influencias, una erudición y un dominio del medio realmente impresionantes.

    El acercamiento de Field al tema principal, así como el amor que demuestra por su faceta artesanal, de conservación y adaptación, le enlazan directamente con el de El hilo invisible, también por su tratamiento de un personaje muy complejo y las dinámicas de poder que impone en su entorno. Del mismo modo, se va planteando una reflexión sobre la cultura de la cancelación, manifestada en puntuales ejercicios de apelación directa al espectador que enriquecen una escritura que llega sin embargo mucho más lejos, planteando largas conversaciones eruditas que recuerdan a Sorkin, y entrando de lleno en el estudio de la grandiosidad de un personaje en su ascenso y caída, una mera máscara a la que el más mínimo ruido hace añicos.

    Como Kubrick, su mentor, el espacio entre trabajos le permite a Field estudiar milimétricamente cada aspecto de los mismos, algo que se percibe desde el primer momento. La puesta en escena, el uso del espacio negativo en la composición, los primeros planos que inundan la pantalla, el uso de las lentes... todo está calculado para tener un impacto directo sobre el camino que transita la historia. Así, se acerca a Bergman en sus dramas familiares para terminar tornándose en un thriller psicológico más propio de Polanski, manteniendo en todo momento un pulso y una energía ejemplares para el ritmo y la duración propuestos.

    Pero es que esa fuerza viene en no escasa medida de una Cate Blanchett convertida en una pura fuerza de la naturaleza, elevándose hacia lo divino como su personaje cuando sube al escenario para dirigir una orquesta. La firmeza, la expresividad con la que lo hace, nos llevan a la conclusión de que, a estas alturas, no hay nada fuera de su alcance.
    CARLOS BAYOD
    CARLOS BAYOD

    3 usuarios 42 críticas Sigue sus publicaciones

    5,0
    Publicada el 4 de febrero de 2023
    La vida del cinéfalo es así de sorprendentemente: un día ves un truño de cuidado (The Whale) y el siguiente te enfrentas con una de las películas que más me han impresionado en los últimos tiempos. Había leído críticas de todo pelaje y su excesivo metraje me echaba para atrás pero el tema y el reclamo de su actriz protagonista acaban de decidirme.
    Dos días después de verla uno no sabe muy bien si recomendarla para los que no sean amantes de la música clásica pero creo que su innegable calidad está por encima de ello. Nunca se había visto en el cine una disección tan acertada como apasionante de los entresijos que mueven la actividad musical en el ámbito de este tipo de género. El particular descenso a los infiernos de su protagonista, una excepcional Cate Blanchett en el papel de la primera mujer directora de la Filarmónica de Berlín, vertebra como un río cada vez más peligroso una auténtica lección de lo que supone la cultura europea y su capacidad de seducción para los nos sentimos integrantes de esta forma de ver la vida. Todo está tratado con mimo, con el cuidado al mínimo detalle y con un gusto exquisito. Magnífica, abstenerse fans de Rosalía...
    Lady S
    Lady S

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    3,5
    Publicada el 3 de febrero de 2023
    TAR: Temperamento de asustar

    Tar, Lydia Tar,
    qué difícil eres de soportar.
    Directora de orquesta,
    profesional ejemplar,
    en su vida privada
    deja bastante que desear.
    Mujer temible, nada de fiar,
    Cate Blanchett le da vida de forma ejemplar:
    uno de esos trabajos que marcan,
    no se puede estar más espectacular.
    Todd Field vuelve a dirigir
    tras 16 años sin hacerlo,
    de 2006 data ‘Juegos secretos’,
    así que ‘Tar’ supone su resurgir.
    Y lo hace con vocación de fascinación,
    no dejando cabos sueltos,
    exponiendo la cultura de la cancelación
    y dejando a los espectadores revueltos.
    Porque la película es dura,
    a alguno puede sacarlo de quicio,
    es intensa en su estudio de la música clásica
    y brutal en las relaciones dentro del oficio.
    Pero ni Todd Field ni Cate Blanchett
    se achantan ante el desafío,
    afrontan los temas espinosos
    saliendo exultantes del lío.
    Como resultado, una de las películas
    nominadas al Oscar,
    Cate camino del tercero
    y el público, certero,
    rendido ante este viaje a los infiernos
    de lo más placentero.
    2017blanch
    2017blanch

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    3,5
    Publicada el 3 de febrero de 2023
    Un poco rara y en ocasiones lenta pero llena de pensamientos . Interesante y diferente a lss historias habituales
    Jesús Caro
    Jesús Caro

    1 críticas Sigue sus publicaciones

    4,0
    Publicada el 2 de febrero de 2023
    Retorno a la dirección de largometrajes de Todd Field cuya corta filmografía está formada, aparte de la cinta que me ocupa, por “En La Habitación” del año 2001 y “Juegos Secretos” de 2006, en las cuales Field también participa en las tareas de escritura, solo que en ésta ocasión acomete dicha labor en solitario y no sobra decir que de manera brillante.
    “Tár” es el retrato completo y complejo de una directora de orquesta tanto en su aspecto personal como en el profesional, sumergiéndonos en el ambiente de la música clásica que marca la totalidad de la cinta y el mundo donde se desarrolla la historia. Su puesta en escena es espectacular. La destreza demostrada y algunos planos secuencia que realiza son una locura. Los diálogos consiguen despertar el interés sobre asuntos artísticos y el surgimiento de temas que invitan a la reflexión: la responsabilidad de un cargo de poder, los abusos de poder, la egolatría, la ambición, el dilema ético de separar al artista de su obra y la situación de la sociedad actual en plena era Me Too.
    Y con todo quién deslumbra con un trabajo apabullante y que lleva la práctica totalidad del peso del film es Cate Blanchett. Un trabajo interpretativo absolutamente genial dotando a su personaje de una gran riqueza emocional, con sus fortalezas y sus debilidades, sus inquietudes y comprender la pasión que la protagonista siente por la música clásica y lo que significa para ella: un vehículo para expresar sensaciones profundas y especiales indescriptibles de cualquier otra manera.
    “Tár” es una obra detallista, rica en matices, desafiante. Invita a la reflexión y el debate sobre la cultura de la cancelación, la complejidad del proceso creativo y con una protagonista Cate Blanchett hipnótica y memorable.
    Mario Hervás Núñez
    Mario Hervás Núñez

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    4,0
    Publicada el 2 de febrero de 2023
    La increíble actuación de Cate Blanchett y la minuciosa dirección de Todd Field hacen que Tár sea una joya cuidadosamente confeccionada, manteniendo el nivel de actuación y de detalle hasta el último segundo. Toda esta mezcla consigue hacer una delicada maravilla de 157 minutos, con el excelente acompañamiento de la banda sonora de Hildur Guðnadóttir. La mejor forma de descibir Tár sería una versión anublada de Good Time dirigida por Stanley Kubrick con casi el doble , cambiando el mundo callejero por la elite de la música clásica y la botella de Sprite por la cultura de la cancelación.
    SenseiTony
    SenseiTony

    1 críticas Sigue sus publicaciones

    4,0
    Publicada el 2 de febrero de 2023
    Aunque justo no me apetecía ver una serie de desgracias de tal calibre, la película me enamoró y me salvó el día cinéfilo.
    No podría imaginar esta película con otra actriz que no fuera Cate Blanchett... en serio.
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