Creías que Stanley Kubrick era un maniático, ¿eh? Pues ya verás lo que hace Charlie Chaplin
A Charlie Chaplin, eso del cine sonoro no le convencía en absoluto. Creía que era un simple engañabobos, y que las estrellas de cine perdían todo su glamour en el mismo momento que abrían la boca. De hecho, fue uno de los que se resistió, casi hasta el final, a hacer películas sonoras, pero tuvo que resignarse en un momento dado: Luces de la ciudad, que salió cuatro años después de El cantor de jazz pero en la que nadie hablaba, tenía una banda sonora sincronizada, dejando a un lado al típico pianista que acompañaba antaño las proyecciones. Algo había cambiado.
¡Repetimos!
De hecho, a modo de curiosidad, la canción que acompañaba a la florista ciega estaba compuesta por un español, José Padilla. La Violetera fue todo un éxito de la cultura popular en su momento: tanto, que Chaplin creyó que podría usarla sin problemas ni pagar derechos. Al final, acabó metiéndose a juicio con Padilla por ni siquiera acreditarle, e incluso en aquella época donde los derechos eran más laxos, acabó perdiendo.
Es un raro ejemplo de un elemento que el director no tenía controlado en su película, porque todo lo demás estaba medido al dedillo hasta límites extremos. Por ejemplo, aunque no suele nombrarse como tal, tiene el récord de la película en la que más veces se ha repetido una toma, en la que su personaje conoce a la florista: 342 veces en total, hasta que salió tal y como él quería. Una y otra y otra vez rodando el mismo plano de tres minutos. Imagina.
Normalmente se suele achacar esta manía a Stanley Kubrick: el mítico director repetía planos sin parar, hasta el punto de hacer una misma escena 66 veces en El Resplandor (comprensible, dado que utilizaba una dolly, más complicada de manejar). Años más adelante, llegaría a sacar de quicio al mismísimo Tom Cruise repitiendo una escena en Eyes Wide Shut en la que pasa por una puerta hasta 97 veces. Charlie Chaplin lo habría triplicado, eso sí. A picajoso no le ganaba nadie.