El director de 'Top Gun' no estaba contento con la iluminación, así que pidió girar el portaaviones: le costó 25.000 dólares pero lo pagó ahí mismo
Randy Meeks
-Redactor de cine y series
Juntaletras acomodado, redactor con gato eterno en las piernas, tuitero irredento, millennial orgulloso a su pesar. Respira cine, cree que no hay película mejor que 'El crepúsculo de los dioses' pero en su colección de Blu-Ray no falta 'Super Mario Bros'. La de los 90.

Desde luego, mereció la pena: Tony Scott fue capaz de aprovechar "la hora mágica" como nadie en la historia del cine, y cientos de películas posteriores la imitaron. ¿El último gran ejemplo? Pues, precisamente... 'Top Gun: Maverick'

Un día de 1983, Jerry Bruckheimer estaba ojeando algunas revistas cuando cayó en California Magazine, que contaba con un artículo titulado Top Guns, cuyas fotos le impresionaron notablemente. Fue suficiente para llamar a todos los guionistas que conocía y tratar de hacer una película basada en ese artículo: todos dijeron que no excepto Jim Cash y Jack Epps Jr, que escribieron el primer borrador y llegaron a meterse en un F-14 para documentarse. El resultado final, después de tanta parafernalia, ni siquiera convenció a los artífices del proyecto, y estuvieron a punto de dejar la película de lado. A eso se le llama entrar por la puerta grande.

Take my money away

Por suerte, ahí estaba Tony Scott para levantar Top Gun. El director, que tomó el relevo de David Cronenberg y John Carpenter, que lo rechazaron anteriormente, venía de dirigir un anuncio para los automóviles Saab donde aparecía un avión. Suficiente para demostrar lo que sabía hacer: el resultado fue espectacular, subió aún más a la cima a Tom Cruise y recaudó 357 millones de dólares, más de 20 veces más de su presupuesto.

Y eso que Scott gastaba dinero como si no hubiera un mañana. Como tenían que rodar en un portaaviones del ejército y aprovechar los despegues reales para que apareciesen en el mítico montaje inicial de la película, a priori no podía controlar nada de lo que ocurría allí. Nada, excepto la iluminación: todos los planos de esa primera escena tenían que estar rodados en plena "hora mágica", cuando el sol se estaba metiendo con el cielo anaranjado. Y todo iba bien, hasta que en el portaaviones se vieron obligados a cambiar de rumbo.

Scott, al que no le quedaban muchos minutos de luz, fue a preguntar al capitán por qué había cambiado el rumbo y, por tanto, fastidiado su plano. Este le dijo que, si quería volver a la posición anterior, tendría que pagar 25000 dólares. El director, ni corto ni perezoso, le dio un cheque allí mismo, el barco volvió a la posición inicial y le permitió rodar durante varios minutos más. No creo que nadie en Paramount, viendo el resultado final, se quejara de ese gasto inesperado.

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