Críticas
2,5
Regular
Escobar: Paraíso perdido

La narcofamilia bien, gracias

por Suso Aira

Más que el monstruo en sí mismo, lo que ha interesado al arte, y al cine como parte de él, es lo que de este nos acerca más a nosotros: su cotidianidad. Por descontado que hay una suerte de fascinación artística por los actos del monstruo (y Escobar: Paraíso perdido funciona mejor en esos estallidos de violencia, en la aparición del diablo terrorífico bajo la piel de cordero), a todos nos atrae la oscuridad y el Mal, en mayúsculas. Sin embargo, este no biopic sobre el sanguinario capo de la droga Pablo Escobar se centra mucho más en retratarlo desde su rol familiar, desde la familia y desde la controvertida imagen que se construyó entre sus paisanos de una suerte de benefactor.

Sí, no anda muy lejos este Escobar excelentemente encarnado e impersonado por un Benicio del Toro entonadísimo de los padrinos que dejara Coppola (y sus imitadores) cincelado en lo que respecta a los cánones cinematográficos. Y es asimismo el film de Francis Ford Coppola el que domina las escenas más notables de la película, caso del final. Incluso esa progresiva y mefistofélica seducción hacia el lado oscuro del personaje que interpreta Josh Hutcherson podría pagar royalties al camino que Michael Corleone transitaba. En el caso de Michael todo se centraba en el peso de la sangre (la de la familia y la otra que se derrama); en el de Hutcherson todo queda en algo bastante menos interesante y más flojo: el amor. La verdadera historia de Escobar: Paraíso perdido es la del romance teen (tópico, edulcorado, previsible… erráticamente interpretado/actuado) entre un inocente (bueno, bobo sería el término más acertado) turista yanqui y la sobrina del narcotraficante. Desaprovechando el tono vampírico de la propuesta (que queda apuntado: el guiño a El invitado de Drácula de Bram Stoker es evidente) en pro de una especie de Titanic o Romeo y Julieta, en una gangster movie desde la órbita cercana de la fotonovela, al menos queda la fuerza de Del Toro cada vez (pocas veces) que aparece en pantalla.

A favor: el arrollador recital de Benicio Del Toro.

En contra: la bobalicona historia de amor adolescente.