Críticas
4,5
Imprescindible
La Lego película 2

El corazón de la posmodernidad

por Alberto Corona

Spider-Man: Un nuevo universo, estrenada a finales del año pasado para fastidiarle los planes a todos aquéllos que quisieran erigir a Vengadores: Infinity War como la mejor ficción superheroica del 2018, no suponía un hallazgo tan extremo por su relectura del hombre araña. Tampoco por su inaudita capacidad de lograr el definitivo traslado del cómic a la gran pantalla. Los aciertos de este film animado iban por otro lado, centrados en una autoconsciencia que permitía que este Spider-Man se supiera a sí mismo icono pop, con décadas de historia transmedia a sus espaldas. Una autoconsciencia que, sin embargo, no reducía todo su impacto al chiste desmitificador, ni al codazo impertinente de quien había pillado tal o cual referencia y a continuación te la tenía que explicar. El acierto estaba en colocar un corazón latiendo, genuino, poderoso, en medio de todo este festín metalinguístico. Y este acierto podría haber hecho de Spider-Man: Un nuevo universo un logro totalmente único… si no se diera el caso de que sus creadores llevan toda su carrera haciendo cosas semejantes.

No sería descabellado erigir La LEGO Película de 2014 como la obra maestra del dúo que componen Phil Lord y Chris Miller. Por este motivo, cuando su fichaje para dirigir Han Solo: Una historia de Star Wars —y posterior despido, condenando al film completado por Ron Howard al más insondable de los vacíos— impidió que fueran los responsables absolutos de la secuela, y teniendo además que pasar su guión inicial por una reescritura a manos de Raphael Bob-Waksberg, era fácil temer lo peor. O, al menos, no esperar la excelencia. Y sin embargo resulta que La LEGO Película 2 es tan puramente Phil Lord, tan puramente Chris Miller, como esos títulos de crédito que al final de Infiltrados en la universidad daban cuenta de sus hipotéticas secuelas y spin-offs. Sabia, impactante, divertidísima, con un conocimiento amplio y exquisito de los resortes de la cultura pop paralelamente a un inmenso cariño por ella y los personajes y narrativas que la pueblan. En La LEGO Película, a través de tronchantes deconstrucciones del capitalismo, Lord y Miller fijaban la creatividad y la fe en uno mismo como el motor primigenio que lo impulsaba todo. En La LEGO Película 2, a cambio, se centran en la empatía y el diálogo, y el resultado es igualmente abrumador.

Tras aquella pirueta final que convertía al film inaugural en una historia intimista de padres e hijos —y en el anuncio de LEGO más complejo y ambicioso de la historia—, los guionistas se encontraban ante la inevitable problemática de no poder igualar algo así, de haber gastado el factor sorpresa. Y es cierto, en este sentido, que el film que finalmente han dirigido Mike Mitchell y Trisha Gum carece de la frescura y audacia de su predecesor, pero eso sólo ha acabado por definir la coyuntura necesaria para que Lord y Miller, en apabullante efervescencia creativa, exploten al máximo las posibilidades lúdicas de su universo. Viajes en el tiempo, velocirraptores, la lenta pero inflexible construcción de un musical con la misma retranca de un Sout Park: Más grande, más largo y sin cortes… Todo cabe en La LEGO Película 2, y todo funciona, emociona y refrenda el crédito de estos dos genios mientras que, como si no fuera ya bastante, también se atreve a ampliar el alcance de su discurso a la mismísima masculinidad tóxica.

Para dar pie a tal batiburrillo hacía falta un cerebro privilegiado, pero eso no convierte a La LEGO Película 2 en una obra cerebral, concienciada con la importancia de su mensaje y el lugar excepcional que se está construyendo dentro de la historia de la animación de este siglo. Bien al contrario, La LEGO Película 2 sólo está comprometida consigo misma, con su inabarcable belleza, y con ese espectador de todas las edades, géneros y bagajes culturales que quiera asomarse a su propuesta. Que siga riéndose con Batman —con una porción muy menor de minutos en pantalla que, aún así, valen más la pena que toda La LEGO Película de Batman de 2017—, que se tire todo el día con el Todo es fabuloso en la cabeza, que, en definitiva, quiera compartir las cosas que ama. Phil Lord y Chris Miller no han hecho otra cosa en toda su carrera y, joder, ojalá nunca dejen de hacerlo.