Críticas
4,0
Muy buena
Los hombres libres de Jones

Narrar la historia

por Israel Paredes

Hay películas que parecen abocadas a ser, en general, ignoradas. Los hombres libres de Jones, cuarto largometraje de Gary Ross, corre el peligro de ser una de ellas. En primer lugar, porque Ross no es precisamente un cineasta al que interese tener en cuenta, ni siquiera por curiosidad. En segundo lugar, porque su aspecto de reconstrucción histórica alrededor de un episodio de la historia de Estados Unidos puede resultar demasiado lejana para los gustos actuales, a pesar de que su estreno en Norteamérica haya coincidido con la triste revitalización de los conflictos raciales: en este sentido, la película de Ross da algunas ideas, más que respuestas, al origen de algunos problemas actuales insertos en el país en su propia construcción. En tercer lugar, porque la apuesta de Ross de realizar una película, mucho más compleja de lo que puede parecer a primera vista, totalmente carente de épica, incluso de mucha acción, permite el poder despacharla con rapidez, incluso, como hemos podido leer recientemente, entre chistes y gracias. No es Los hombres libres de Jones un relato que busque ser una lección de Historia, no lo pretende, sino una narración seria, directa y concisa alrededor de un hombre, Newton Knight (Matthew McConaughey), que pasó de desertor del Ejército Confederado a proscrito de la ley para liderar un levantamiento que ocasionó que el Condado de Jones en Mississippi llegase a independizarse creando el Estado Libre de Jones.

Desde el comienzo, la Guerra de Secesión no es mostrada tan solo como una lucha contra la esclavitud, sino principalmente como una defensa de los intereses de los propietarios de esclavos para conservarlos. La visión de la película resulta interesante porque, además de racial, es de clase. De ahí que soldados desertores, granjeros, esclavos, se unan para combatir por la libertad y, sobre todo, por una idea de igualdad y humanidad. Ross narra no tanto la toma de conciencia de Newton como su evolución, incluida su relación con una esclava de cuya unión surge un flashback que nos muestra como un descendiente de Newton, décadas después, sigue teniendo problemas por tener sangre negra, a pesar de ser blanco. Momentos que rompen una linealidad narrativa que abarca de 1862 hasta 1865 y se extiende durante la llamada Reconstrucción (que terminó en 1875) tras la guerra y que ocupa la parte final de Los hombres libres de Jones y que muestra la problemática de la convivencia entre blancos y negros, como el nacimiento del Ku Klux Klan. Pero esa linealidad viene marcada por un sentido fragmentario de la acción, a modo de bloques, en ocasiones marcando la transición mediante montajes fotográficos de la época, enriqueciendo de esta manera no solo el contexto histórico, sino también el discurso visual que persigue Ross.

Un discurso que pretende no ser tan solo un relato histórico de unos hechos, sino también una cierta exploración de cómo presentarlos visualmente en el presente mediante un trabajo visual diferente sin abandonar un esquema más o menos establecido. Y Ross lo consigue al despojar a la película de todo tono épico, con una cierta normalidad expositiva, con esa fragmentación que crea una linealidad pero que busca una narración en muchos momentos más basada en lo sensitivo que en lo meramente narrativo. Ross logra grandes instantes gracias a la puesta en escena, como el ataque en el cementerio, por ejemplo, con un ritmo reposado, pero, a su vez, de gran dinamismo. La solidez de la construcción de la película sorprende, también, teniendo en cuenta que, en teoría, estamos ante una gran producción (presencia china incluida), lo hace la frialdad con la que se acerca a los sucesos, creando una distancia que, sin embargo, no tiene nada que ver con aquella que muchos cineastas imponen más que por marca de estilo, por cierta cobardía a la hora de tomar algún tipo de posición. Quizá a los acostumbrados a la grandilocuencia encontrarán Los hombres libres de Jones algo descarnada a este respecto, pero gran parte de su fuerza reside precisamente en ser capaz de evitar lo épico pero sin negar un posicionamiento ante lo narrado. A Ross le interesa más el relato humano de los personajes que el contexto histórico, que también, pero parece creer más en los individuos que en las grandes construcciones sociales. De ahí este pequeño estado que se fundó basado en unos ideales que hoy nos pueden parecer inocentes, pero tal y como se plantean en la película nos pueden hacer pensar en nuestra realidad. Sus gestos y su lucha sirvieron para mucho, aunque no para todo. Pero no fue una derrota, todo lo contrario.

Lo mejor: Las interpretaciones, la puesta en escena de Ross, y presentarse como una reflexión sobre cómo narrar la Historia.

Lo peor: Que a primera vista resulta muy fácil de despachar con discursos ya establecidos.