Críticas
3,5
Buena
Gimme Danger

El honor del guerrero punk

por Paula Arantzazu Ruiz

Sobre Jim Jarmusch, la divina Tilda Swinton ha llegado a decir que el cineasta parece una “estrella del rock” y, más allá de la imponente presencia del director de imperturbable look canoso, su sensibilidad musical está fuera de toda duda: de sobras son conocidas sus incursiones en el universo musical con su grupo SQÜRL, mientras que la banda sonora de su filmografía cuenta con tótems underground como John Lurie, Screamin’ Jay Hawkins, Joe Strummer, Tom Waits, Neil Young, los hermanos White, Boris, GZA y RZA. También con los Stooges de Iggy Pop, quien junto a Waits protagonizó el premiado Coffee and Cigarettes: Somewhere in California (1993), incluido en la cinta homónima de 2003, para más tarde aparecer en otro clásico del de Ohio, Dead Man (1995).

Así pues, que Jarmusch abrace de nuevo el rockumental en Gimme Danger para retratar a los Stooges es casi un paso natural en su trayectoria. El género no es terreno inexplorado para el cineasta, ya que en 1997 presentó Year of the Horse, un retrato de la gira de Neil Young junto a la banda Crazy Horse, aunque Gimme Danger va por otros derroteros. Se trata ya de la tercera ocasión en que director e Iggy Pop se ven las caras pero aquí no hay colaboración creativa, sino indagación del primero en la vida del segundo con el objetivo de dar cuenta de uno de los momentos más excitantes de la historia del rock: los años de la transformación de la contracultura en rabia punk. De esa actitud escasea, precisamente, el acercamiento de Jarmusch a la mítica banda de Ann Arbor, quien construye un relato sin sobresaltos, y basado en buena parte en la estupenda memoria de Iggy Pop y en un notable trabajo de archivo, que, seamos sinceros, no supone ningún tipo de puñetazo rupturista en el género del documental musical.

Estructurado siguiendo un orden más o menos cronológico, Gimme Danger primero ahonda en la infancia y juventud de James Osterberg Jr. (el nombre de pila de Iggy), para luego centrarse en el encuentro con los hermanos Ron y Scott Asheton, guitarra y batería de los futuros Stooges, casi siempre desde la voz narradora de Iggy, tan cómodo delante de la cámara de Jarmusch que parece estar hablándonos a nosotros, los espectadores. Su carisma, obvio, eclipsa, como sucedió en su día, la historia de sus compañeros –también Jarmusch se deja seducir por el magnetismo de la Iguana dando quizá demasiado espacio a la evolución de Iggy como personaje escénico–, aunque el artista sabe bien cómo modular su protagonismo. De hecho, los momentos más interesantes son aquellos en los que la película se centra por completo en la génesis e influencia de los tres álbumes del grupo –The Stooges (1969), Fun House (1970) y Raw Power (1973)–, a pesar de algunas carencias sobre los detalles de los discos que los fans echaran de menos. En este sentido, la actitud de Jarmusch no es tanto la de un periodista decidido a mostrar los significados ocultos de una de las bandas más importantes del punk americano, o protopunk, más bien, sino la de un fan cuyo fin último es restituir el legado de un grupo único. Ya hacia el final del relato, Gimme Danger descubre sus cartas, revelándose como un ejercicio de honor y como la evidencia de que incluso los guerreros punk también pueden ser entrañables.

A favor: El material de archivo y la siempre magnética presencia de Iggy Pop.

En contra: La pereza de Jarmusch como director de orquesta.