Críticas
3,0
Entretenida
La famosa invasión de los osos en Sicilia

En tierra de hombres

por Marcos Gandía

Acababa de terminar la Segunda Guerra Mundial y los niños (muchos huérfanos) de una Italia que convivía con la ocupación de las tropas aliadas vencedoras en el conflicto bélico, esa Italia del fascismo que abrió sus puertas a los invasores y amigos alemanes/nazis, dejaban volar su imaginación con una fábula por entregas que el escritor Dino Buzzati publicó en la infantil Corriere dei Piccoli. Ese colorista universo de reyes y príncipes osos, de animales nobles viviendo en un bosque idílico que era todo lo contrario a la cruda realidad, veía su armonía rota con la llegada del hombre. La famosa invasión de los osos en Sicilia, puntillista y preciosista largometraje de animación con el sello y diseño del enorme Lorenzo Mattoti, quien reinterpreta las hermosas ilustraciones originales del cuento, no pretende que nos evadamos de lo que nos rodea aunque suceda en su primera mitad en un mundo de osos regios y parlantes. De hecho, lo que persigue es despertar al niño que se sumerge en una fábula, en esta fábula. El mismo Buzzati lo hizo ya en 1947 al recopilar su folletín infantil en un libro y añadirle una coda final escéptica, tan llena de moralejas crudas que muchos críticos de la época compararían con la Rebelión en la Granja de Orwell (también al pronto un hito en el cine de animación).

De confección artesana, manual, y de clasicismo elegante, La famosa invasión de los osos en Sicilia es antes que nada cine político. Del bueno. Del que de verdad es necesario y útil. Como buen cuento, como todos los cuentos, utiliza el presente para elaborar un reflejo bañado en fantasía aparentemente dulce y cómoda. Así, esos osos bonachones y aristocráticos que invaden Sicilia “por una buena causa” y que conviven con el hombre como iguales acabarán (exactamente igual que los animales de la granja de Orwell al liberarse del bípedo ser humano) cayendo en la intolerancia. Conciliadora finalmente, la película de Mattoti no deja de hablarnos de inmigración, de convivencia y del mal uso (a veces inconsciente) del poder, de una asumida arrogantemente superioridad moral o cultural.