Todo empezó el 4 de julio de 1928. Por aquel entonces, el banquero Alfred Leowenstein era la tercera persona más rica del mundo. Todo le iba bien: poseía varios negocios, varias casas y a sus 51 años gozaba de buena salud. Nada hacía sospechar que ese día se montaría en su avioneta privada junto con otras seis personas y sucedería la tragedia más fantasmagórica de la época. Se fue al lavabo y simplemente no volvió jamás, todo un misterio... que se solucionó 15 días después, cuando recuperaron su cuerpo y comprobaron que había caído desde lo alto. ¿Accidente? ¿Asesinato? ¿Fingió su propia muerte? Eso me temo que nunca lo sabremos.
La muerte llega volando
Este suceso llevó a que la escritora Elinor Glyn hiciera una novela el año siguiente, y que el mítico Ernest Vajda la llevara en 1930 a guion. Un guion que debía dirigir Kenneth Hawks, el hermano de Howard Hawks, en su tercera película y, de calle, la más ambiciosa. Hawks tenía 31 años y mucha ambición, por lo que decidió rodar las escenas aéreas él mismo, con su equipo, desde otro avión, en lugar de fingirlas en un estudio.
El resultado fue un desastre. A poca distancia de Santa Monica, en California, se dispuso a grabar la escena en la que el héroe, Warner Baxter (o su doble, más bien) saltaba en paracaídas desde el avión. Pero quiso la mala suerte que las alas de su vehículo y las del que llevaba al equipo técnico chocaran. Acabaron colisionando y explotando en el suelo en la mayor catástrofe de la historia del cine: diez personas fallecieron en el acto.

Entre los cadáveres encontraron a Hawks, su director de fotografía (Conrad Wells), su asistente de dirección (Max Gold), los cámaras (Otho Jordan y Ben Frankel), dos pilotos y dos encargados de efectos visuales. De hecho, al caer al mar y con las herramientas de hace un siglo, solo pudieron recuperar cinco de los diez cuerpos. Eso sí, en este caso no había ningún enigma que solucionar: tras la explosión era imposible que ninguno sobreviviera. ¡Ah! Si te estás preguntando qué pasó con la película... Como estaban cerca del final del rodaje, cogieron otro director, terminaron y estrenaron con el nombre de Hombres peligrosos. Eran otros tiempos.