"Una película totalmente improvisada que se va a rodar en una zona boscosa". Así es como se anunció el casting de El proyecto de la Bruja de Blair en 1996, cuando los directores, Daniel Myrick y Eduardo Sánchez, habían escrito tan solo 35 páginas de un tratamiento sin diálogos, esperando que los actores hicieran el resto. El resultado no solo fue un éxito, sino también una campaña de marketing que se debería estudiar en las universidades.

El proyecto, otra vez
Hubo muchas cosas que no esperaba nadie de El proyecto de la Bruja de Blair. La primera, que recaudara 248 millones de dólares (uno de los proyectos más beneficiosos de la historia del cine). La segunda, que diera lugar a todo un universo transmedia con videojuegos, cómics, novelas y hasta dos secuelas. Sí, dos: muchos recordamos El libro de las sombras, una mamarrachada que apareció un año después de la película original, pero no todos conocen la existencia de Blair Witch, una secuela directa de 2016 que esperaban tomar como punto de partida para una nueva saga pero que, pese a su relativo éxito, se quedó parada.
Y no era porque no se uniera con la película original, desde luego. Para muestra, un botón: cuando la película se estrenó, el director, Adam Wingard, desafió a los fans a encontrar un guiño directo a El proyecto de la Bruja de Blair (ofreciendo 200 dólares a quien lo hiciera por primera vez, por cierto). Tardaron un año en ver que en un momento muy rápido aparece el mapa que en la película original tiraban al río. Si pestañeas, te lo pierdes, pero allí está. Y la leyenda de la bruja sigue viva...

De hecho, Blair Witch se publicitó al principio como The Woods, e incluso fue a la Comic-Con con ese nombre, porque querían que el hecho de que fuera una secuela supusiera una sorpresa para los seguidores de la cinta original. Lo fue, y recaudó nueve veces su coste, pero por algún motivo se esperaba mucho más y, de momento, la historia de la bruja se ha quedado ahí, al margen... de momento.