Actualmente, casi la totalidad de los productos de acción cinematográficos tratan de emular a John Wick. Y Fight or Flight (Sicarios en el aire), no iba a ser una excepción, pero llega a la cartelera como una curiosa anomalía: es un híbrido de violencia caricaturesca, humor desbocado y estética 'pulp', que, pese a sus imperfecciones narrativas, ofrece una experiencia adrenalínica y auto consciente que difícilmente pasa desapercibida. Podríamos difinirla como una suerte de Bullet Train (aquella película de asesinos con Brad Pitt), pero cambiando el tren por un avión.
La historia sigue a Lucas Reyes, interpretado por un revitalizado Josh Hartnett (que vuelve al cine de acción), un ex agente especial retirado en Tailandia que es obligado a volver al trabajo en lo que parece una misión rutinaria: escoltar a un misterioso prisionero conocido solo como 'El fantasma' a bordo de un vuelo comercial de Bangkok a San Francisco. Lo que Lucas no sabe es que la aeronave está repleta de asesinos profesionales, cada uno con su propio estilo, motivación y herramientas letales. Lo que sigue es un baile aéreo de sangre, huesos rotos y violencia estilizada muy consciente del producto que es.
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Desde sus primeros minutos, la película deja claro que sus prioridades no están en el realismo ni en la verosimilitud. Antes incluso de que el avión alcance altitud crucero, ya hemos presenciado miembros amputados, cerebros empalados y un sinfín de peleas imposibles, rematadas con la inesperada aparición de una motosierra (una de las escenas más bestias y celebradas del filme). Es cine de acción del más honesto y frenético, que ni se disculpa ni se detiene. Pero se le notan las costuras en ocasiones y su tufillo a 'serie B' rodada en el este de Europa.
El debut en dirección de James Madigan -conocido por su trabajo en unidades de segunda dirección y como supervisor de los efectos visuales- demuestra confianza sorprendente. Su manejo del espacio cerrado del avión es dinámico, imaginativo y nunca redundante: cada nueva secuencia de combate -desde una pelea con el carrito de bebidas, hasta un plano secuencia en la zona de carga- es una forma fresca de mantener la tensión, el ritmo y el absurdo de lo que vemos en pantalla. No es casual que los paralelismos con John Wick o Bullet Train se vean desde cualquier lugar de la sala, y es que sabe jugar en la misma liga de esos grandes títulos, a pesar de sus palpables carencias.
Llega a los cines una película "salvajemente entretenida e imprescindible para los amantes de la acción"Josh Hartnett, en el papel central, realiza sus propias acrobacias y escenas de acción por primera vez en décadas y se nota que se lo está pasando en grande. Su Lucas Reyes es un protagonista imperfecto y cínico, pero que destila carisma, físico y una cierta ternura bajo la superficie. Su química con Charithra Chandran -que interpreta a la azafata Isha- proporciona los pocos momentos de pausa emocional que la película se permite. Ambos aportan una humanidad tenue pero necesaria al caos reinante.
Y sin embargo, hay turbulencias: la trama secundaria que involucra a los agentes en tierra, con una Katee Sackhoff desaprovechada como jefa de operaciones especiales, no aporta demasiado más allá de añadir ruido expositivo e innecesario. Del mismo modo, el guion -aunque funcional- no pretende desarrollar en profundidad ni sus temas ni a sus personajes secundarios. Es una película que tiene claro su concepto, pero tiene ambiciones narrativas limitadas. Cada villano es más una caricatura que una figura con motivaciones discernibles, y los giros finales, aunque efectivos en lo visual, pecan de ser más desconcertantes que satisfactorios.
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A pesar de todo, la película nunca pierde de vista lo que quiere ser: un entretenimiento sin pretensiones, un espectáculo diseñado para ser disfrutado con palomitas y con la lógica aparcada en la puerta del embarque. Si el humor recuerda por momentos a Deadpool, es porque Fight or Flight (Sicarios en el aire) no teme ser ridícula si eso significa divertir. Su tono se mueve entre la sátira y el homenaje consciente al cine de 'serie B', y lo hace de manera honesta.
Si uno es de los que busca una explosión de sangre, acrobacias y carcajadas, perfectamente consciente y ejecutado con una confianza envidiable, sin duda disfrutará. No es una cinta para todo el mundo, pero para aquellos dispuestos a subirse a su vuelo sin cinturón de seguridad, la recompensa es un viaje delirante y violento de 'serie B'.