Durante las tres primeras entregas de Parque Jurásico, la saga trató de mantenerse fiel a lo que en aquel momento se sabía sobre los dinosaurios (dejando aparte, claro, datos como que el T-Rex tenía plumas y que su rugido no sonaría como Steven Spielberg lo representó). En las primeras dos partes, el Tyrannosaurus fue el gran enemigo de los protagonistas, y en la tercera decidieron cambiarle, por renovar el plantel, por un Spinosaurus. Sin embargo, al llegar a Jurassic World, de repente, parece que se quedaron sin nuevos dinosaurios que mostrar y decidieron inventarse su propia especie. Total, ni que hubiera arqueólogos que pudieran comprobarlo.

El indómito Indominus
Para Colin Trevorrow tiene todo el sentido del mundo: la creación del Indominus Rex es un símbolo del exceso corporativo y del ansia de los consumidores por querer siempre más a pesar de estar rodeados por la maravilla. La idea es muy buena sobre el papel, pero la saga sentó un precedente peligroso que ha ido ampliando a lo largo de las entregas: el de desligarse completamente de la realidad para centrarse en la ciencia-ficción más pura.
Solo hay un problema: el nombre del dinosaurio está mal escrito y mal ideado, y tiene narices porque el equipo de guionistas estaba formado por hasta cuatro personas acreditadas que ni siquiera comprobaron si su gran creación tenía un nombre correcto: 'Indominus' no significa absolutamente nada en latín... Y la palabra que estaban buscando era 'Indomitus', o sea, 'Indomable'.
Para ser justos con ellos, lo cierto es que por separado, "In dominus" sí que significa "Que no puede ser dominado", pero no existe la palabra conjunta. Obviamente, no tuvo impacto real en la película, que acabó recaudando 1671 millones de dólares en taquilla, pero uno solo puede preguntarse... ¿Cómo es posible que nadie, entre rugido y rugido, se diera cuenta?