Karmele Urresti es sinónimo de exilio, pero también de compromiso político. Ella y su familia fueron expulsados en 1937 del País Vasco por culpa de la guerra y buscaron refugio en Francia. Allí, Karmele toma una importante decisión: dejar la profesión de enfermera para luchar contra el conflicto a través del baile, el canto y la música. Cuando la embajada cultural vasca en el exilio le propone unirse a ellos dice que sí y eso sentencia su destino. En esta etapa de su vida conoce a Txomin, un trompetista que se convierte en su marido y padre de sus hijos. Tras su boda se marchan a Venezuela para escapar de la guerra, pero pasado un tiempo deciden regresar a su casa y recuperar lo que les han arrebatado.
Asier Altuna cuenta la historia real de la familia Urresti en Karmele, un 'biopic' corriente en el que lo especial está en las interpretaciones y la belleza de la imagen y su luz. Porque por muy singular que sea una vida, si esta queda encorsetada entre las varillas de la narrativa de la realidad, la única forma de distinguirse es con aquello con lo que el cine permite jugar: el sonido, lo visual y la emoción.
Un caballo galopando entre el humo, un camión lleno de gente huyendo de las explosiones, una caminata sobre las aguas y un barco en llamas. Altuna salpica una tragedia con imágenes hermosas y llenas de significado y usa la luz para acentuar las diferentes etapas de la vida de Urresti. Venezuela está llena de ella porque allí solo se saborea la felicidad y todo parece posible, pero el País Vasco es gris y trémulo. El Sol no ilumina los lugares en los que la esperanza ya se ha perdido y solo reina la impotencia.
De la lucha a la aceptación
Caramel Films
Si Karmele y Txomin hubiesen hecho el mismo caso al cielo que Altuna en las imágenes de la película, no habrían abandonado Venezuela. Cuando la pareja decide marcharse de Caracas hay una lluvia torrencial fuera. Su regreso al País Vasco está envuelto de una apetitosa promesa: acabar con el régimen franquista. El matrimonio regresa a su hogar como espías, pero su trabajo nunca da frutos y la detención de Txomin destruye los últimos coletazos de esperanza que le quedaba a Karmele.
Jone Laspiur y Eneko Sagardoy son convincentes como la pareja protagonista. Nagore Aranburu y Javier Barandiaran son los encargados de dar vida a los padres de Karmele. Los cuatro mantienen firme el relato con sus interpretaciones, pero es Barandiaran quien, con menos, provoca más impacto. El actor es todo emoción. Sus gestos y sus acciones son más fuertes que sus diálogos y su personaje es uno que deja huella. Un padre, un abuelo, un suegro y un pescador que se encarga de abrir y cerrar el filme con dos momentos opuestos que sirven de metáfora de la evolución de los personajes: al principio, supervivencia, lucha y resistencia. Al final, aceptación y valentía.