JRR Tolkien fue el padre, sin pretenderlo, de gran parte de las aventuras que disfrutamos hoy en día. No solo de El Hobbit, El señor de los anillos y el resto de obras derivadas de la Tierra Media: se puede ver su influencia en el juego de rol Dungeons & Dragons (que a su vez ha inspirado miles de trabajos), Las crónicas de Narnia, de su amigo CS Lewis, e incluso en Star Wars. Sin embargo, a pesar de que vendió millones y millones de obras alrededor del mundo, fue estudiado en universidades y se convirtió en una de las piezas fundamentales para entender la literatura del siglo XX, hubo una espinita que nunca pudo quitarse.
El premio No-vel
En 1961, a sus 69 años, Tolkien fue nominado para el premio Nobel gracias a su buen amigo CS Lewis. Y eso que él aborrecía ser una figura de culto y famoso, a pesar de que era imposible no serlo cuando sus libros estaban vendiéndose sin parar. De hecho, llegó a lamentar no haberse retirado antes y disfrutar del dinero que le daban las ventas: trabajó durante años en historias que solo se publicaron tras su muerte con la ayuda de Christopher Tolkien, su hijo.
Con este panorama, Tolkien podría haber ganado el Nobel sin problemas: la institución se apuntaría el tanto de un nombre conocido y le daría el reconocimiento que merecía. Sin embargo, pasó algo inesperado: los académicos creyeron que "de ninguna manera tenía una narrativa de la mayor calidad", y le descalificaron. Hay quien cree que no leyeron su trabajo y solo le valoraron su poesía, y quien piensa que, simplemente, no estaba al nivel.
Donato Giancola
El ganador aquel año fue el autor yugoslavo Ivo Andrić, pero el hecho de no ser tan conocido en nuestro país no hace que sea peor: Andrić era el escritor más prestigioso de su país con obras magnificentes como Un puente sobre el Drina, calificado por muchos como una de las novelas más increíbles que jamás se han escrito. Le faltan anillos mágicos, pero bueno, no se puede tener todo.