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    Dustin Hoffman: "Si no estoy haciendo cosas, me siento un fracasado"

    SensaCine entrevista al actor en su debut como director de cine con 'El cuarteto'.

    Dustin Hoffman es toda una leyenda del cine de Hollywood quien a estas alturas todavía tenía pendiente dirigir una película. Por fin cumple con uno de sus sueños gracias a El cuarteto (Quartet), una película basada en la obra de teatro de Ronal Harwood sobre cuatro músicos de música clásica que se reencuentran en un peculiar asilo para ancianos. Sobre su debut como director y otras cuestiones Hoffman habló con SensaCine.

    ¿Por qué ha esperado tanto para realizar su primera película como director?

    Es algo complicado. Creo que todos nosotros tenemos en nuestro interior una serie de demonios creativos que nos van torturando a lo largo de los años. De tal forma que uno acaba siempre preguntándose por lo que ellos te susurran: ¿Por qué tomé esta decisión y no otra? ¿Por qué no hice antes ese proyecto? Y una de las cosas que siempre me carcomía era por qué no me había atrevido a dirigir antes. ¡Incluso en esta película estuve a punto de echarme a atrás! Piensa que este diciembre se cumplieron tres años desde que leí el guion, así que ¡me ha costado mucho decidirme! Pero al final entre mi mujer y mi agente me animaron a que diera este gran paso (risas).

    ¿Y por qué El cuarteto y no otra película?

    No te sabría decir el porqué. Yo simplemente leí el guion y me gustó. Luego coincidí una Nochevieja con el director de fotografía John de Borman, juntos habíamos trabajado en Nunca es tarde para enamorarse (Last Chance Harvey) (2008), y le dije “un día de estos voy a dirigir una película y te quiero a ti para que la ilumines”. Eso me animó, es más o menos como cuando te casas, no hay una sola razón para hacerlo, es más bien la mezcla de un montón de cosas que a ti te acaban por hacer feliz.

    ¿Qué le interesaba del mundo de la ópera?

    No soy ningún experto en ópera, eso que quede claro. Yo la veo como un deporte: para ser bueno en ello tienes que ser un súper hombre. Los cantantes de ópera son como los gimnastas de las Olimpiadas sólo que ellos en vez de trabajar con su cuerpo lo hacen con la voz. Hubo una época en la que compartí piso con Robert Duvall, hace muchos años, cuando ambos estábamos empezando en esto del cine, y él tenía un hermano que era cantante de ópera. Así que acabé conociendo a un montón de gente relacionada con ese mundo. Entonces una vez le pregunté a Bob, "¿es éste un buen cantante de ópera?"; y él me dijo: “No hay cantantes de ópera malos, o lo son o no lo son” (risas).

    Usted no es de los que con la edad rebaja su volumen de trabajo. ¡Más bien lo ha incrementado!

    A mí nunca se me ha permitido vivir una vida, digamos, normal. Para decirlo de otra manera, cuando no estoy trabajando me veo obligado a estar tomando notas. Mi vida es así: si no estoy haciendo cosas, me siento un fracasado. Para mí las vacaciones, los días festivos, se me hacen muy cuesta arriba. ¡Son hasta dolorosos!

    Entonces, si viviera 100 años ¿seguiría trabajando hasta el último día?

    Sí (risas). No estaría mal. Me gustaría hacer como Manoel de Oliveira, llegar a los 103 años y seguir trabajando. Picasso tenía un dicho: Si te quitan las pinturas, dibuja con tinta y pluma. Y si te quitan la tinta y la pluma, usa un lápiz. Y si te lo quitan todo y te encarcelan, escupe en tu dedo y pinta las paredes.

    ¿Diría que el arte nos hace mejores personas?

    No. Hay un montón de artistas que son unos cabrones (risas). Picasso era un gran artista pero maltrataba a sus mujeres. E igualmente hay personas maravillosas que, probablemente, nunca han leído un libro en su vida. Los artistas son sólo artistas, nada que ver con el mundo real.

    ¿Cómo le ha afectado a usted el arte, ser artista?

    No tengo ni idea. No tengo claro que con la edad uno se vuelva más sabio. No creo que yo sea más listo o bueno por ser más viejo. De hecho la mayoría de los escritores, poetas, pintores..., hicieron lo mejor de su trabajo cuando tenían entre veinte y treinta años. Así que no te puedo responder. Lo que sí sé es que a medida que me he ido haciendo mayor me he ido desprendiendo de más y más cosas.

    Usted dijo una vez que la fama corrompe a las personas.

    Por supuesto. Todos queremos gustar a la gente y eso conlleva un coste. Quieras o no, por más férreos que sean tus principios, uno al final tiende a cambiar para tratar de dar a la gente aquello que esperan de uno.  He luchado toda mi vida contra ello, pero es muy difícil no equivocarse. Sólo conozco a un hombre al que la fama no le ha afectado: el pintor David Hockney. Él siempre ha ido a la suya, trabajando en solitario, sin buscar notoriedad alguna. Él no trabaja, él simplemente es. El ejemplo contrario sería Dalí, creo que incluso él lo llegó a admitir: un gran pintor que cuando entendió lo que la gente esperaba de él, se dejó corromper por completo.

    ¿Recuerda el momento en qué decidiió que quería ser actor?

    De pequeño era un fracaso contínuo. Era muy mal estudiante, suspendía una y otra vez. Mis padres querían que fuera concertista de piano, así que me matricularon en clases desde pequeño.  Pero jamás me gustó. Traté de pasarme al jazz, pero tampoco tenía ningún talento para ello. Jamás pude entrar en la universidad, así que cursé mis estudios en una academia pública. Allí me recomendaron que me sacara los créditos de interpretación teatral dado que, bueno, ¡nadie suspendía! Era la gimnasia de los estudios superiores (risas). Así que fue una decisión de lo más sencilla: “Bien, voy a ser actor”. No tenía ninguna esperanza en ello, pensaba que sería un desastre, tal y como lo era en todas las otras cosas.

    El cuarteto

    Alejandro G. Calvo

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