Mientras la vorágine del Festival de Sitges se entretenía con los fastos de ceremonias de inauguración y fiestas ad hoc, con nocturnidad y algo de alevosía se pasaba Mr. Right, la nueva película de Paco Cabezas, una de nuestras grandes esperanzas blancas en el cine de género. De clausurar en el festival de Toronto a pasar casi de tapadillo entre los parroquianos de Sitges… Seguro que ese formal asesino a sueldo al que encarna (como si el Lee Marvin de la A quemarropa de John Boorman hubiera tenido un hijo con el Anthony Michael Hall de cualquier peli de John Hughes) Sam Rockwell habría tomado cartas en el asunto.
Película de acción y romance (chica ingenua harta de no encontrar al hombre perfecto se topa con el amor de su vida en forma de torpedo profesional… y se va con él a echar unos muertecitos), Mr. Right sabe darle la vuelta a aquella otra peli a quemarropa (Amor a quemarropa, la joint venture Tony Scott/Quentin Tarantino) para hacer de la comedia romántica una negra (la huella de Max Landis en el guión y del apellido Landis también) pero muy optimista (esta es la romcom que cualquier reina del género habría matado por hacer… y Anna Kendrick lo ha logrado) película de acción. Paco Cabezas sabe de esto. Y sabe mucho. No le volváis a hacer el vacío.
Suso Aira
Eli Roth tiene, por derecho propio, su hecho fijo en Sitges. Ya sea en tareas de productor, actor o director, el salvaje realizador norteamericano –fan confeso del festival- nos ha dejado buena prueba de su afán por el terror más salvaje: de Hostel a The Green Inferno y tiro porque me toca. En esta ocasión presenta Knock Knock, casi un salto al mainstream donde muestra, algo parecido, a la versión femenina de Funny Games: un hombre (Keanu Reeves) es asaltado en su casa por dos jóvenes que pasarán de follárselo a torturalo ad eternum (Ana de Armas y Lorenza Izzo cambian el papel de scream queens por el de ninfas chifladas).
Gracias al sardónico uso del humor Knock Knock podría salvar su pundonor, allá donde la puesta en escena y las malas actuaciones naufragan terriblemente –Keanu Reeves nunca ha sido Marlon Brando, para aquí parece Nicolas Cage-. Seguramente el espectador puesto en el tema se sienta defraudado, dado que estando Roth tras la cámara era obvio esperar algo más salvaje o sorprendente. No es el caso. Y es que esa previsibilidad de los giros argumentales dejan escaso espacio para la sorpresa. Haciendo mucho más interesante la cuestión moral que plantea la cinta –la parte de la seducción de las chicas es mucho más interesante que el torture porn que viene después- que el propio devenir argumental de la misma.
También vimos el salto a la dirección del actor australiano Joel Edgerton (El Gran Gatsby, Exodus: Dioses y Reyes) en la extraña y algo alargada The Gift. Planteada como un Harry, un amigo que os quiere en la era Facebook –el concepto me lo ha chivado Fausto Fernández-, la película presenta a una pareja (Jason Bateman y Rebecca Hall) que es, digamos, acosada por un antiguo compañero de colegio del marido, Gordo (el propio Edgerton). Lo que podría parecer una nueva versión de De repente, un extraño, acaba ganando matices al descubrir que los protagonistas no son tan benignos como lo podrían parecer en un principio. Un juego de máscaras y esqueletos en el armario ciertamente interesante pero que no acaba de despegar ante lo manido de los recursos, digamos, estrictamente de género. Le falta punch y mordacidad. Y le sobra, claramente, minutaje. Extraño debut como realizador de un actor de incontestable presencia física.
Alejandro G.Calvo
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