Después de películas como Shijie (2004), Naturaleza muerta (2006) y Un toque de violencia (2013), el realizador chino JIa Zhang-ke (Fenyang, Shanxi, 1970) estrena este viernes 20 de mayo en España su último largo, Más allá de las montañas. En él vuelve a repetir con su mujer como protagonista, la actriz Tao Zhao, que se mete en la piel de una joven que protagoniza un triángulo amoroso con dos hombres en tres tiempos distintos: 1999, 2014 y 2025. Zhang-ke explora los destinos de todos ellos, primero en China y después en una futurible Australia en la que, además, se atreve con el inglés. A continuación, la entrevista que mantuvimos con él durante el pasado Festival de San Sebastián.
Los pretendientes de Tao, Liangzi (Jing Dong Liang) y Zhang (Yi Zhang), vienen a representar "el ser" y "el tener". ¿Está presente en China esa lucha entre la identidad y el materialismo?
La protagonista toma tres decisiones en la película. Y en estas tres decisiones persigue aquello que ella quiere. Pero al final, acaba perdiendo. La primera es decidir con quién se casa y, al elegir a su amigo más rico, pierde a otro amigo. La segunda es divorciarse de él, y su hijo se queda a vivir con su ex marido... Es una decisión muy dolorosa, pero lo hace por el bien del niño. Y la tercera llega cuando el padre decide asentarse con el hijo fuera de China. Y ella no se opone. Lo que quería reflejar era el valor que le da la gente actual de China al consumismo y cómo nos está afectando. Siempre pensamos: "El dinero lo soluciona todo". Pero no es así. Con él tomamos decisiones y estas también ocasionan unas pérdidas. Mi padre murió en 2006. Mi madre se quedó viviendo sola en el pueblo, y yo iba a visitarla de vez en cuando. Lo que hacía era llevarla mucho dinero, pensando que con eso la hacía feliz. Pero me di cuenta de que no necesitaba dinero. Ella lo que necesitaba era mi tiempo y que la acompañara.
¿Por qué decidió comenzar la acción de Más allá de las montañas en 1999?
Porque considero que es un año que nos ha marcado mucho: el antes de la llegada de Internet y el después. A partir de entonces es cuando empezamos a utilizar la Red, los teléfonos móviles, las autopistas... Y en otro de los escenarios del filme, en 2014, el niño está en casa con su madre y prácticamente no habla con ella; mantienen una relación muy fría. Pero sí que habla con su padre y con su nueva madre a través de un iPad, y eso que los dos se encuentran mucho más lejos. Eso quiere decir que las nuevas tecnologías sí que nos están afectando, y también a nuestros sentimientos.
¿Se imagina un futuro tan pesimista como el que dibuja en 2025?
No estoy seguro. No sé si he llegado a ese pesimismo porque en China hemos sufrido tantos cambios en tan poco tiempo o más bien porque la vida nos está llevando hacia ese desenlace. No lo tengo claro. En esta última parte, la cara de la protagonista refleja todo ese sufrimiento y todas las cosas tristes que ha experimentado. Pero sonríe. Ojalá cada uno de nosotros tenga también esa fuerza vital. Más allá de las montañas mezcla tiempo con sentimiento. Espero que los jóvenes sean capaces de ver ese nexo.
La cinta plantea la siguiente pregunta: "Si no sabemos hacia dónde vamos, cómo vamos a saber si hemos llegado ya". ¿Está de acuerdo? ¿Tenemos que fijarnos siempre una meta en la vida?
Muchos de mis protagonistas piensan a veces: "Bueno. Pasará lo que tenga que pasar". En la sociedad china, dependiente de muchos cambios; políticos y económicos, la persona no puede tener el control. Con mis películas quiero expresar que hay que defender el orgullo y la libertad individuales.
¿Cómo trabaja los guiones? Lo digo por lo abierta que queda la historia de Liangzi...
Aquí lo que quise hacer desde un principio fue reflejar la vida de una chica a través de tres caras: cuando es joven, bailando; cuando ya está casada y tiene hijos, y cuando es más mayor. Esa era la idea. Pero normalmente, al escribir guiones, hago un tercio del libreto y los personajes me van guiando...
¿No es paradójico que digamos adiós a personas que considerábamos tan importantes?
Así es la vida. He tenido muchos amigos cuando estudiaba y después, de repente, muchos de ellos desaparecían. Y durante años, no sabías nada de ellos hasta que te reencontrabas de nuevo. Estas experiencias me emocionan porque las relaciones personales se convierten a veces en recuerdos.