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    Cannes 2017: Un felliniano Arnaud Desplechin inaugura el festival con 'Les fantômes d’Ismaël'

    Arranca el certamen de cine más importante del planeta tirando de cine francés (y con grandes actores: Mathieu Amalric, Charlotte Gainsbourg, Marion Cotillard y Louis Garrel). Este año SensaCine lo cubre por partida doble: escrita y en vídeo.

    Cannes cumple 70 años y, de momento, lo único que hace palpable dicho aniversario es la creciente psicosis frente a un posible atentado contra el festival: los controles de seguridad se han vuelto directamente kafkianos, con arcos magnéticos a la entrada de las salas, amén del habitual cacheo y registro de mochilas y bolsos a los cronistas acreditados. Cannes siempre es farragoso de cubrir, pero el caos vivido en las primeras 24 horas ha sido bastante agotador (y bajo un sol de justicia).

    Vamos con la película inaugural. No es ningún secreto que la norma habitual en cualquier festival cinematográfico es abrir con un título lo suficientemente potente para que la prensa nutra sus portadas con las estrellas de turno (generalmente americanas) y así tenga el mayor alcance posible. Vaya, que el impacto mediático siempre premia por encima de la calidad del título en sí. De ahí que algunos años las aperturas hayan sido pinchazos en toda regla: A ciegas (2008), Robin Hood (2010), El gran Gatsby (2013), Grace de Mónaco (2014) … y, al menos yo, sólo recuerde dos inauguraciones épicas: Up (2009) y Moonrise Kingdom (2012).

    Dice Thierry Frémaux en sus mini-memorias publicadas este mismo año que a él no le gusta inaugurar con cine francés (algo que sí que pasa mucho en la Quincena de Realizadores) y, de hecho, si de algo se le suele acusar a Cannes es de ser muy complaciente con su cine nacional, apostando por valores más conservadores y/o convencionales que por cineastas de mayor rasgado artístico -este año, sin ir más lejos, la Quincena le ha robado a la Oficial tres pesos pesados: Claire Denis, Philippe Garrel y Bruno Dumont; así que algo tiene de vindicación personal el que Frémaux haya decidido abrir Cannes con una película de Arnaud Desplechin, uno de los cineastas franceses más inteligentes (y sensuales) (y anfetamínicos) de los últimos tiempos y autor de un puñado de películas magistrales: Reyes y reina (2004), Un cuento de navidad (2008) y Tres recuerdos de mi juventud (2015). ¿Querías buen cine francés? Aquí va una bola curva.

    Romanticismo y creatividad

    En Les fantômes d’Ismaël Desplechin recupera a su actor fetiche, Mathieu Amalric (un máquina del nervio interpretativo), y lo convierte en una suerte de Guido (Marcello Mastroianni en la obra maestra de Federico Fellini Ocho y medio (1963)) contemporáneo enfrentándolo, como reza el título, a sus fantasmas personales. Por un lado, tenemos los espectros románticos -el protagonista se estrella continuamente entre dos mujeres a las que dan vida Marion Cotillard y Charlotte Gainsbourg-, por otro los espectros creativos -como Guido, Ismaël es cineasta y contempla su arte como si de una pintura de Pollock se tratara.

    La película acumula capas y más capas narrativas mezclando realidad y ficción, drama y comedia, vida y muerte; aunque la acción principal recae sobre el triángulo amoroso -según ha explicado Desplechin en rueda de prensa la película proyectada tiene veinte minutos menos a petición del productor, lo que ha dado más peso a esta historia. Como un puzle a medio completar o como un cubo de Rubik con los colores trucados, Les fantômes d’Ismaël bascula entre la sutileza y el exceso, siendo más potente en la suma de sus partes que en la visión completa de la misma. De hecho la cinta deja varios momentos para el recuerdo, como ese baile de Marion Cotillard bajo el influjo del 'It Ain't Me Babe', de Bob Dylan.

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