Asesinos natos (Oliver Stone, 1994)
Quentin Tarantino acababa de llegar a Hollywood, pero sus guiones ya se rifaban. Uno de ellos cayó en manos de Oliver Stone y, en lugar de dar forma a un producto tan bello y comercial como Amor a quemarropa, desembocó en un film furiosamente experimental que enfadó bastante por su cínico retrato de la violencia, se granjeó el odio visceral del propio Tarantino, e incluso llegó a inspirar asesinatos reales.
Kids (Larry Clark, 1995)
Antes de volver a sorprender con Spring Breakers, Harmony Korine escribió el guión de una de las películas más incómodas de la década de los noventa. Dirigida por Larry Clark, Kids retrataba el día a día de un grupo de jóvenes, sin escatimar sexo ni consumo de drogas ni personas enfermas de SIDA, y confirmaba a Miramax como la productora referencia del cine indie.
Crash (David Cronenberg, 1996)
La excitación sexual obtenida mientras chocas con un coche es el punto central de este inquietante film de David Cronenberg, que adaptaba de forma modélica la novela homónima de J.G. Ballard. Sin tener nada en común con la película del mismo nombre de 2004, este film lo apostaba todo al impacto y a la provocación, apoyándose en unos entregados intérpretes.
La pasión de Cristo (Mel Gibson, 2004)
Por una vez, la Iglesia católica recibió con los brazos abiertos una película sangrienta y brutal, pero el público no reaccionó con esa tranquilidad. La recreación de Mel Gibson de los últimos días de Jesucristo permanece hoy como una de las experiencias más intensas que hemos podido vivir en un cine, aunándose la habilidad técnica del director con una sorprendente valentía a la hora de mostrar las escenas más truculentas.
