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    Anahí Berneri (‘Alanis’): “La mujer tomando decisiones sobre su propio cuerpo es un problema para las instituciones”

    Llega a las salas la ganadora de la Concha de plata a la Mejor dirección y a la Mejor actriz en el último Festival de San Sebastián.

    Anahí Berneri y el Festival de San Sebastián son viejos conocidos, pero ha sido con su quinto largometraje cuando ha conseguido un doblete histórico en el palmarés donostiarra, porque con Alanis, un thriller de corte social que sigue a una chica prostituta con un niño pequeño en su odisea por encontrar un lugar donde ejercer, se llevó la Concha de plata a la Mejor dirección y a la Mejor actriz (Sofía Gala). La cineasta argentina nos recibe vía telefónica con motivo del estreno de Alanis en las salas españolas.

    ¿Qué te convenció para hacer ‘Alanis’, una película sobre la prostitución, un tema espinoso en el que se exige posicionamientos firmes?

    Anahí Berneri– Fue una propuesta que me hicieron desde una asociación de actores argentina para dirigir un cortometraje. Ellos me proporcionaron un guion que intentaba incidir en la confusión entre la trata de blancas y prostitución, en el que no quedaba claro si la protagonista era una víctima de trata o estaba eligiendo por sí mismo dedicarse al trabajo sexual. A partir de esa cuestión, arrancó el motor para transformar ese proyecto de cortometraje en una película –investigar, encontrarme y entrevistar a distintas mujeres que ejercen la prostitución en el ámbito callejero o en departamentos privados–. La película tenía la intención de retratar distintas realidades de la práctica.

    ¿Durante cuánto tiempo estuviste investigando?

    A. B.– La verdad es que fue un proceso muy rápido, porque en cuanto me contactaron para presentarme el guion nos pusimos enseguida con las entrevistas. Luego de filmar el cortometraje (que es la primera parte de la película), decidimos, con la productora, Varsovia Films, transformarlo en un largo porque sentimos que había todavía mucho por explorar. Estuvimos muy poco tiempo con la escritura del guion y el desarrollo de este, porque teníamos un bebe que crecía, y para mí era prioritario retratar el vínculo entre hijo y madre. Pese al corto tiempo, la investigación fue muy rica y todas las vías que trabajábamos nos llevaban a la misma pregunta: ¿de qué manera se traduce la persecución que sufren estas mujeres? Y la respuesta nos condujo a los espacios, a que se les echa de los lugares donde se ejerce la prostitución, pero porque la prostitución sea ilegal, sino porque no molesta al vecino, al de al lado. En Argentina no es ilegal la prostitución, pero si ejercerla en algunos lugares. Es una práctica que está en un limbo legal.

    ¿En ‘Alanis’ querías incidir en esa idea de limbo legal o hablar de la prostitución en general?

    A. B.– Mi intención era generar reflexión, mostrar la hipocresía de la sociedad argentina con estas mujeres. Es común creer que que las leyes aparecen cuando la sociedad las impulsa y muchas veces la sociedad acepta las leyes cuando hay políticas concretas detrás. Y la clandestinidad, querer ignorar esta situación, es lo que deja más vulnerable a los individuos. Es una situación muy similar al asunto del aborto. En Argentina es ilegal, incluso en casos de violación, pero eso no significa que esas intervenciones no ocurran. El tema de la mujer tomando decisiones sobre su propio cuerpo parece que es un problema para las instituciones.

    Desde el comienzo, hablamos con Sofía en torno a la idea de mostrar su maternidad y su cuerpo, que no es perfecto pero que para mí es muy bello.

    Hay una apuesta muy fuerte en ‘Alanis’ por la carnalidad del cuerpo, sobre todo en el aspecto maternal de la protagonista.  

    A. B.– En principio, pensé primero en el cuerpo de la protagonista como el cuerpo de una madre y no el de una prostituta. Eso le daba al personaje otra dimensión, con la cual tal vez es más fácil identificarse. En el cine se ha retratado mucho el arquetipo de la prostituta, especialmente en el melodrama como una mujer víctima. Yo quería alejarme de esos clichés y retratar un cuerpo real. Desde el comienzo, hablamos con Sofía en torno a la idea de mostrar su maternidad y su cuerpo, que no es perfecto pero que para mí es muy bello: mostrar sus moratones, su celulitis, su papada, su físico de mujer que acaba de ser madre, que no es el cuerpo de una mujer objeto. En el cine, es más fácil identificarse con un personaje cuando uno encuentra un cuerpo real. Y la identificación es para mí de lo más maravilloso del cine: es una forma de abrir los ojos, de espejo y de generar un poco de reflexión. 

    En la escena de su encuentro con el cliente filmas de manera muy atípica a la protagonista: primer plano, espejos, como quebrando su cuerpo.

    A. B.–Yo tengo ese tipo de mirada, me sale así de forma natural. Esa fue la manera que encontramos para la película, y ayudó a la falta de recursos. Teníamos muy poco tiempo y muy poco dinero para esta película y tratamos de hacer de esa carencia una virtud. Contar con pocos planos, pero siempre ampliando el punto de vista a través de reflejos, espejos, sin miedo a cortar cabezas, coreografiando cada escena a través de marcas en el suelo y de movimientos milimétricos y siempre con la presencia del cuerpo de Sofía en primer término.

    Los festivales son una forma de democratizar el cine, ese cine que no llega a las salas y al público tan fácilmente.

    ¿Qué valor tienen los premios del Festival de San Sebastián para una película como ‘Alanis’?

    A. B.– Los premios le han dado a la película una visibilidad a la película que de otra forma hubiera sido muy difícil. Hoy se estrena en España y eso no hubiera sucedido sin San Sebastián. Es un filme que cuenta en Argentina con muy poca promoción, y le fue difícil la exhibición. Muchas cadenas internacionales decían que atentaba contra la familia, y a partir del premio la han reprogramado. Se estrenó el 21 de septiembre y todavía sigue en cartelera. El otro día, unas 500 personas fueron a ver la película en la facultad de ciencias sociales en un programa que incluía un debate posterior, convocados por las distintas asociaciones de meretrices argentinas. Y es importante que este tema haya vuelto a la agenda social, y gracias a la visibilidad que la película ha tomado tras el festival. Los festivales son una forma de democratizar el cine, ese cine que no llega a las salas y al público tan fácilmente. Un festival ofrece la oportunidad de poner una película en el punto de vista y, finalmente, en el mercado.

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