Sofia Boutella (Argel, 1982) fue bailarina de cabecera en las giras de Madonna durante seis años. Asomó su físico de anguila en numerosos videos musicales y se marcó un hito profesional en la Super Bowl de 2012. De ahí su encasillamiento inicial en el cine con roles de acción. Tanto Kingsman: servicio secreto (Matthew Vaughn, 2014) como Star Trek: Más allá (Justin Lin, 2016), Atómica (David Leitch, 2017) y La momia (Alex Kurtzman, 2017) se beneficiaron de la velocidad, la flexibilidad y la agilidad de su experiencia como bailarina de break dance. La nueva versión homónima del libro de Ray Bradbury Fahrenheit 451, donde interpreta a una delatora de la resistencia que va evolucionando a activista, es su oportunidad para el desencasillamiento.
¿Qué dos libros salvarías del fuego?
El principito. Crecí con esta historia de Antoine de Saint-Exupéry y luego la releí de mayor y pensé que es una lectura de la que pueden extraer mucho los adultos. También Memorias del subsuelo, de Dostoyevski, que Ramin me dio para preparar mi personaje en la película. Y quizás algo de Bukowski, porque me impactó con 21 años.
¿Qué otras lecturas te dio el director para empatizar con Clarisse?
Me recomendó muchos de los libros que se queman en la película, como Dientes blancos, de Zadie Smith. Poco a poco fui dando con su ritmo, con su psicología… Es una superviviente y una manitas, sabe arreglar cosas. Y hace cosas contradictorias, como delatar a los suyos y preocuparse por ellos. Es egoísta, pero busca desesperadamente conectar con alguien.
¿A qué objeto en desuso le tienes cariño?
Me gustan los walkman, el sonido que hacen. No tengo uno, pero si lo tuviera, no pararía de abrirlo y cerrarlo, y de pulsar las teclas (risas).
¿Coincides con ella en su apego al formato papel o te has pasado al libro digital?
Prefiero el papel. Pero como tengo que leer tantos guiones, en ese caso, por una cuestión de conciencia medioambiental, opto por el libro digital. Por otro lado, aunque prefiero tener un libro en las manos, pero es cierto que cuando viajo no puedo cargar con todos los que quisiera, así que recurro a la tableta o al teléfono.
Digamos que no eres apocalíptica, sino integrada.
Exacto (risas). Por mucho que esté de acuerdo con la crítica que hacen el libro y la película de Bradbury, creo que la evolución es progresiva y deberemos adaptarnos, porque las cosas siguen cambiando y va a ser duro si no las incorporamos a nuestra cotidianeidad. No obstante, me provoca ansiedad pensar que me estoy perdiendo cosas. Todo va muy deprisa con las redes sociales.
Sin embargo, tienes cuenta en Instagram.
Claro, no creo que intentar destruir las redes sociales pueda servir de algo. Lo mejor es acogerlas y usarlas. Por ejemplo, ahora las estoy utilizando para promocionar la película. Y cuanta más gente sepa de Fahrenheit 451, más personas la verán, tomarán conciencia y desconectarán el móvil para leer un libro.
Y si se sentarán a leer Fahrenheit 451, ¿cómo lo extrapolarían a la política actual?
De manera absoluta. Incluso el aspecto de las fake news. Da mucho miedo pensar en el futuro. Hemos de estar alerta.
De hecho, Bradbury predijo la postverdad y también la desaparición del periodismo. ¿Cómo lo consumes tú?
Recuerdo los tiempos en que leía la prensa a diario y atendía al telediario de las 20 h. en casa de mis padres. Pero ahora ya no sé qué estoy viendo. Me da la impresión de que me están distrayendo para que no preste atención a lo verdaderamente importante. Y como siento que me están manipulando, me he plantado. He concluido que es mejor no enterarme de las malas noticias, pero cuando a través de otras personas de lo que está sucediendo, me asaltan dudas y me siento egoísta e inhumana.
Mucho de lo que trata esta película es también sobre cómo utilizar la información y el conocimiento. El sábado fue increíble el despliegue de 88 mujeres subiendo en silencio las escaleras del Palais para reclamar la presencia de más directoras en el festival, ¿qué opinas de esta puesta en escena?
Todo ha sido muy rápido en el último año, vertiginoso. Y con iniciativas como Time’s Up y #MeToo hay mujeres de la industria que están hablan lo más alto que pueden por ellas y por todas aquellas que no pueden hacerlo. Hay que dar un paso detrás de otro y con el tiempo las cosas van a cambiar. Pero no sé cuánto tiempo hará falta para que no sea necesario realizar este tipo de acciones porque ya hayamos alcanzado la igualdad.