Las películas que se adscriben al género de las feel-good movies tienen que ser originales (el caso de la marciana Brigsby Bear) o hacerlo muy bien (la reciente Wonder) y optar por el acabado artesanal honesto -tanto en la forma como en el contenido- para no caer en mecanismos tramposos que acaban apelando a los instintos primarios del espectador. Se trata de filmes muy edulcorados y adictos a la pornografía sentimental que suelen tocar temas sociales sensibles: la desigualdad, seres marginales o familias disfuncionales. Vamos, golpes bajos emocionales que dirigen su fuerza a los resortes ñoños que tiene el ser humano para tocar la fibra y que suelen acabar vulgarizando lo que quieren denunciar o mostrar. Acercarse a ese tipo de historias suele tener el mismo efecto que produce cortar una cebolla: llorar sin control aunque no se quiera.
La nueva película de Ben Lewin, un director polaco de carrera heterodoxa repartida entre Australia y los Estados Unidos, es una feel-good movie con todas las letras. Ahora bien, el oficio de Lewin, que lleva más de cuatro décadas en activo, y la honestidad del guion de Michael Golamco (autor también de la obra teatral homónima en la que se basa), consiguen salvar los muebles y convertir la función en una interesante muestra de cine indie con marchamo Sundance.
Larga vida y prosperidad cuenta la historia de una chica autista fan de Star Trek (una excelente Dakota Fanning) y el viaje -iniciático y de superación- a Los Angeles que realiza para participar en un concurso de guiones de la conocida serie de ciencia ficción creada por Gene Roddenberry. Lewin y Golamco tratan de forma respetuosa el tema del autismo (la película se centra en los problemas que tiene la protagonista para controlar y mostrar sus emociones), huyendo de los excesos dramáticos y de las catarsis lacrimógenas, y sacan partido al tramo de road movie con la aparición de personajes secundarios con encanto: por ejemplo, los que interpretan Jessica Rothe (Feliz día de tu muerte) y Patton Oswalt (que protagoniza el momento más emotivo de la cinta).
En última instancia, Larga vida y prosperidad funciona como una reivindicación de la cultura pop como acicate para crecer emocionalmente. Lo hace equiparando el personaje de Spock (mitad humano y mitad extraterrestre y también con dificultades para mostrar sus emociones) con la joven autista. Una idea potente que sobrevuela esta sencilla historia de superación y de buenos sentimientos.
